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  • Karina Vásquez Pérez / Semillero

PATRIMONIOS: DE LO AJENO Y LO PROPIO  #ElCineDesdeJardín (y VII)

Recuento, reflexión y resumen del Festival de Cine de Jardín (2019) y su tema central.


El patrimonio que acogió las historias y conversaciones sobre el patrimonio. Teatro Municipal Rafael Leonidas Velasquez Rojas. Foto: Simón Moreno, Semillero Óptico Audiovisual.


Jardín es uno de los municipios considerados patrimonio cultural del departamento de Antioquia. Precisamente allí, en medio de monumentos, arquitectura colonial y manifestaciones tradicionales antioqueñas, se desarrolló el Festival de Cine que propuso como tema central el patrimonio desde sus diferentes acepciones: cine y patrimonio maneras de encontrarnos. La muestra central estuvo conformada por doce producciones extranjeras, que llevaron al espectador a revisar otras construcciones culturales, a entenderlas y a conocerlas. De ahí, uno de los aportes más valiosos de la inclusión de largometrajes extranjeros: el encuentro con la identidad y valor cultural de otras latitudes.


La pregunta por el patrimonio es también la reflexión alrededor de la identidad y la memoria. Por esto, acercarse a realizaciones extranjeras, implica un encuentro con la narrativa social, histórica y cultural de otros. Este ejercicio de aproximación permite además, el pensar en lo propio; situarse ante el otro es también mirar hacia adentro. El cine y el patrimonio son, entonces, posibilidades de encuentro.


Sueño en otro idioma (2017), del director Ernesto Contreras, es una ficción mexicana, con un argumento que señala el problema de desaparición de las lenguas nativas indígenas y, aunque el Zikril se haya creado exclusivamente para la película, la preocupación es real. Ahí, se hace evidente la complejidad de conservación del patrimonio inmaterial. Más aún, cuando se trata de las lenguas y conocimientos de los pueblos indígenas, pues ahora hay tendencias de migración urbana que los deja lejos de sus asentamientos al tiempo que se pone en riesgo la conservación de sus tradiciones.


El largometraje muestra el intento de un lingüista por conservar el Zikril, lengua que solo hablan dos hombres, y en esta búsqueda se da cuenta de secretos y odios entre los últimos hablantes. Los planos abiertos y magníficos de la selva virgen de Veracruz llegan al espectador desde el punto de vista del visitante de la comunidad, de modo que hay un mutuo descubrimiento y asombro por el universo de estos aborígenes.


Otros largometrajes que expusieron esta problemática fueron Jinete de ballenas (2002) y Del palenque de San Basilio (2003). El primero, muestra cómo es crecer en la comunidad Maorí, de Nueva Zelanda, y cuestionar sus costumbres. A partir de un relato bajo el género coming of age, se muestra el encuentro entre las generaciones más modernas y antiguas de una comunidad nativa. Del palenque de San Basilio, documental colombiano, revisa el legado cultural de los pueblos africanos en la comunidad palenquera de San Basilio. Estas dos producciones, junto con Sueño en otro idioma, corresponden a la indagación por la desaparición del patrimonio inmaterial.


El museo, como espacio por excelencia de la preservación del patrimonio, también fue tenido en cuenta en la selección con Horas de museo (2012), por ejemplo. Este es un largometraje de ficción que muestra la labor diaria del guardia del Museo de Viena, personaje que comparte con los visitantes sus pensamientos sobre el arte y, sin esperarlo, se encuentra con el amor. En esta película el patrimonio cultural tangible, como lo son la arquitectura de la ciudad y las piezas de arte que se encuentran en el museo, son los ejes de la narrativa. Johann, el guarda, habla en varias ocasiones de su fascinación por la sala que conserva la obra del pintor flamenco Brueguel, al tiempo que observa a los visitantes y se da licencias imaginativas sobre sus vidas. Viena también aparece como el gran escenario contemplativo. Es un museo enorme y habitado.


La película es una pieza sensible y contemplativa, una prolongada reflexión sobre el arte y la humanidad misma ante él. La imagen de los visitantes desnudos al frente de diferentes pinturas, que de modo nada casual también retratan la desnudez, es quizá la elección narrativa con más fuerza estética y simbólica de la realización. Por su parte, Museo (2018), de Alfonso Ruizpalacios, es un largometraje de ficción mexicano que tiene como elemento central la pieza patrimonial expuesta en un museo. El argumento es sobre dos jóvenes ladrones que roban más de cien artefactos mayas y la manera en que deciden el destino de estos. Los hechos se muestran desde un tratamiento audiovisual que mantiene una fotografía bien cuidada y ritmo narrativo sosegado.


En estas dos propuestas, queda adecuadamente esbozado el valor que tienen las piezas materiales de la cultura y su característica principal de patrimonio de la humanidad. Adicionalmente, Las horas de verano (2008) y Las cajas de España (2004), son las películas que complementan la mirada sobre la pieza artística; y cómo ésta contiene la historia y le habla a la humanidad sobre su paso por el mundo.


El cine es, en últimas, la posibilidad de narrar los patrimonios, al tiempo que muchas obras hacen parte del patrimonio de la humanidad. Es una posibilidad de apreciación y encuentro con lo más ajeno y lo más propio. No es exagerado decir que los archivos de Lumière nos pertenecen; esas imágenes son también parte de nuestra memoria personal. A pesar de que algunos largometrajes quedaron por fuera de esta mención, queda retratada la manera en que el criterio de selección del Festival estuvo empeñado en incluir todo tipo de relatos sobre lo patrimonial, que fueron el encuentro con el gran conglomerado de patrimonios de la humanidad misma.

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