Así se abre la brecha que separa a las mujeres del bienestar económico
- Contexto UPB
- 5 mar
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Por María José González Sánchez / mariaj.gonzalezs@upb.edu.co
En Medellín persisten desigualdades que afectan especialmente a las mujeres de la ciudad. A pesar de los avances económicos y los esfuerzos de revitalización urbana, ellas siguen enfrentando barreras que limitan su desarrollo y bienestar.
Según Valeria Molina Gómez, secretaria de mujeres del distrito de Medellín, “así ya más de la mitad, del 57% de los hogares en Medellín, sean liderados por mujeres o sea en términos de quienes llevan los recursos en la ciudad de Medellín las mujeres son quienes están ocupadas de eso más que los hombres, pero tenemos más brechas”.
De acuerdo con un estudio de García y Morán acerca de la fuerza de trabajo desde un enfoque de género, que fue publicado en Investigas, revista del Departamento Administrativo Nacional de estad{istica DANE en 2018, “en términos de género, la principal consecuencia de entender el trabajo como sólo el conjunto de actividades que se realizan para el mercado es la visibilización del trabajo no remunerado que realizan principalmente las mujeres para los hogares y la comunidad”.
Aunque el trabajo de las mujeres constituya el principal sustento en la mayoría de los hogares, ellas enfrentan mayores dificultades para acceder a empleos formales y bien remunerados.
Uno de los problemas más persistentes en la lucha por la equidad de género es la brecha salarial. A pesar de los avances en la inclusión laboral, las mujeres en Colombia siguen concentradas en los rangos salariales más bajos. Según el artículo de García y Morán, en 2017 la mayor parte de las mujeres se concentró en los dos rangos más bajos de salarios, el 58,5% de las mujeres ganó menos de un salario mínimo mensual legal vigente (SMMLV), y el 30% recibía entre 1 y 2 SMMIV como ingreso laboral.
Esta disparidad no solo produce una desigualdad económica, sino que también perpetúa un ciclo de limitaciones en el acceso a mejores oportunidades y calidad de vida en pleno Siglo XXI para cuando se tenían como referencia los Objetivos de Desarrollo del Milenio, lo que subraya la necesidad de un refuerzo en las normativas como la LEY 1496 DE 2011 acompañados de campañas que aborden el cambio cultural, pues parte del problema todavía radica en la connotación del rol femenino y sus valores asociados. La brecha salarial no es solo una cifra, sino un reflejo de la persistente subvaloración del trabajo de las mujeres en la sociedad colombiana.
Este hecho es algo que la secretaria Molina reconoce como un reto que se debe superar: “Desde la Secretaría de las Mujeres tenemos nuestra política pública de igualdad de género y en esa política […] todavía tenemos las mujeres caminos por recorrer y esto tiene que ver con seis dimensiones una dimensión tiene que ver con todos los temas de autonomía económica de las mujeres y es cómo las mujeres accedemos a recursos a través de empleo y emprendimiento”. Un aspecto crítico es que la autonomía económica de las mujeres no se limita solo al acceso a recursos o a oportunidades de empleo, si no a que las políticas que se enfocan en aumentarlo; pueden pasar por alto la necesidad de garantizar que estos trabajos sean justos y sostenibles.

A pesar de los esfuerzos continuos por diseñar e implementar políticas inclusivas para abordar esta problemática, su persistencia en la sociedad puede atribuirse a diversos factores adicionales, como los detallados por el autor del libro Economía, Globalización y Derecho, y profesor de la cátedra de economía, globalización y derecho de la Universidad Autónoma, Manuel González
El de González es un punto de vista adicional sobre la realidad de la situación: no solo es una cuestión de políticas y regulaciones, sino también de la transformación de las prácticas y percepciones cotidianas. La persistencia de esta brecha sugiere que las soluciones actuales a menudo se quedan al nivel de la superficie, abordando síntomas en lugar de causas. Teniendo en cuenta lo que plantea el economista, para lograr una verdadera igualdad es crucial enfocar las políticas no solo en la equidad de salario, sino en la creación de un entorno laboral que desafíe y cambie los prejuicios que perpetúan estas desigualdades. De acuerdo con González, las políticas inclusivas deben acompañarse de una revisión exhaustiva de los procesos de contratación, promoción y compensación, y de un compromiso de las organizaciones para fomentar una cultura de igualdad.
El acceso a la educación y la formación es otro ámbito en el que las mujeres de Medellín enfrentan desafíos significativos. Como explica Valeria Molina Gómez, “otra de las problemáticas es todo lo que tiene que ver con educación y las brechas que existen en las mujeres ya no en básica, primaria y secundaria y en educación superior, sino en términos de las mujeres en doctorado y en las carreras CTIM de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas... las mujeres no están estudiando mucho eso porque creen que no son buenas, o les han dicho que no son buenas para las matemáticas, para las ciencias.”

Las estadísticas del Ministerio de Educación sobre la participación de las mujeres en la educación superior refuerzan la afirmación que ha planteado la secretaria Molina y que deja al descubierto una dinámica preocupante: aunque las mujeres han logrado una mayoría en el nivel universitario, su representación en programas de posgrados sigue siendo limitada. Esto sumado al hecho de que las carreras menos elegidas por las mujeres colombianas son las ingenierías o las asociadas comúnmente con roles masculinos en la sociedad, lo cual constituye un llamado a la sembrar una verdadera integración de las mujeres en todos los campos del conocimiento, especialmente en aquellos que tradicionalmente han sido dominados por hombres.
Las barreras que inciden en esta situación también operan desde lo individual y están ligadas a estructuras económicas y sociales más amplias: “En términos de la participación social y política de las mujeres, cómo las mujeres participan en el territorio, pero no están en cargos de representación en las juntas de acción comunal, en las juntas administradas locales y en términos del concejo, pues de 21 concejales solamente cuatro son mujeres. Tenemos mucho todavía por recorrer”, afirma Molina Gómez. Esta declaración pone en evidencia una desconexión entre la participación en sus comunidades y su acceso a posiciones de poder formal. El profesor Manuel González también ofrece una perspectiva interesante sobre esta participación:
González enfatiza en que la distribución desigual de mujeres en puestos de trabajo no es solo un reflejo de la discriminación directa, sino también de un sistema que, de manera sutil pero sistemática, canaliza a las mujeres hacia roles con menos protagonismo. Aunque las mujeres suelen ser las principales impulsoras de iniciativas comunitarias y tienen un rol fundamental en el tejido social de los territorios, sus contribuciones rara vez se traducen en reconocimiento o en oportunidades de liderazgo.
Y a su vez se suma a este árbol de problemas un efecto consecuencia de esta causa ¿cómo será el impacto intergeneracional de esta falta de representación? González y Molina coinciden en que cuando las jóvenes ven pocas mujeres en posiciones de poder, pueden interiorizar la idea de que la política y el liderazgo no son espacios para ellas, lo que perpetúa el ciclo de desigualdad. Fomentar la participación política de las mujeres no solo es una cuestión de bien común, sino también una inversión en el futuro, ya que modelos femeninos de liderazgo pueden inspirar a las próximas generaciones a asumir roles de mayor influencia.
En un contexto donde la violencia de género es una realidad alarmante, como revela Molina Gómez con su cifra de más del 82% de los casos violencia intrafamiliar dirigidos contra las mujeres, el impacto de la falta de modelos femeninos en posiciones de poder se agrava. Por ejemplo, las mujeres, atrapadas en roles de cuidado no remunerado, a menudo carecen de las oportunidades necesarias para salir de la pobreza. Esto es lo que dice experto González referente a la decadencia paulatina del empleo formal:
Esta tendencia condiciona las oportunidades de las mujeres para acceder a una seguridad social y una protección laboral adecuadas. La expansión del empleo informal no solo implica una reducción en los derechos laborales y beneficios sociales, adicionalmente invita a mejorar el acceso de las mujeres a empleo formal, que se proporcione apoyo a las trabajadoras en el sector informal para que puedan transitar hacia el empleo formal, y se asegure una protección y dignificación adecuada para todos los trabajadores.
Según la investigación Mujeres y hombres: brechas de género en Colombia, “La segregación ocupacional es marcada: las mujeres son el 94,1% del total de personas ocupadas como trabajadoras o trabajadores domésticos. Ellas son el 63,3% de las personas ocupadas sin remuneración, y menos de una tercera parte (27,1%) de las personas empleadoras”. Este estudio del DANE plantea que una perspectiva nueva para abordar esta problemática podría centrarse en la creación de políticas que reconozcan y valoren explícitamente el trabajo doméstico y de cuidado.
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