Hasta aquí nos trajo el río: la tradición cumbiambera de Cereté
- Contexto UPB
- 9 abr
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Por: Irina Petro De León / irina.petro@upb.edu.co
En Cereté, Córdoba, el Festival Nacional de la Cumbiamba ha logrado establecerse como un evento insignia del arte y folclor del municipio. Sin embargo, la comunidad debate si el éxito del evento significa o no una fuerte identidad cumbiambera.
Un siseo surge de las corrientes leves del rio, cuando las ondas del agua son apenas perceptibles a la mirada gracias a las bondades de un sol que no descansa y acaricia con destellos los bordes de la superficie. Es un sonido constante, pero no estático. Parece que se renueva, que se reinventa con cada pisada sobre el cemento resquebrajado de las calles de Montería.
En mi memoria está el mismo siseo, pero a orillas de lo que hace décadas era puerto. Una espesa maleza pro la que en medio pasa un hilo delgado de agua, sin los leves movimientos que le son naturales a los cauces, ocupa hoy el espacio de lo que algún día se llamó Caño Bugre. Aún se ven muchachos lanzándose desde un puente de hierro pintado de amarillo.

Cuando tuvieron fuerza, estas aguas llevaron silbidos de gaitas y temblores de tambores para las primeras cumbiambas. Por allí llegaban músicos de otras tierras con afán de hacer real el rumor de que el río le hablaba al que supiera tocarle a las bailarinas una buena secuencia de tambor y que luego, sobre la canoa, el músico elegido podría escuchar también los conjuros de una luna conquistada por la música de gaitas.
El festival- o “La Cumbiamba”, como le decimos los cereteanos- es el punto culmen de la cultura que se gesta en Cereté, Córdoba. Cada año, en la víspera de Semana Santa, los días pasan lentos y las noches se hacen eternas cuando las brisas se tornan cumbiamberas. Durante 32 años, se ha mantenido y hay quienes dicen que tendría alrededor de 40 versiones, si se tuvieran en cuenta actividades que datan de 1985.
El certamen reúne artistas locales y a la comunidad cereteana para preservar la música folclórica regional y promover tradiciones musicales de otras zonas del país. En él, la danza y la canción se vuelven vehículos de historias, valores y tradiciones para conectar generaciones. En los bailes se abrazan secretos, en los movimientos se guardan gesticulaciones de viejos cortejos, en las letras se esconden historias de los pueblos. Cada paso, cada tamboreo, cada guapirreo puede conectar a quien lo vive con su origen, con su camino.

Cuando cae la noche y las calles quedan iluminadas por la luna gaitera de Cereté, el hombre engancha el sombrero vueltia’o mientras se saca el pañuelo y lo entrega a la mujer, quien con la mano derecha lo recibe y sobre él ubica el puñado robusto de velas blancas y largas; y con la izquierda se agacha y agarra la pollera entre las puntas del índice y el corazón. Es el guapirreo, un “jueeeeeeeepaaaaaaaa” de voz rasgada, fuerte y brotada de las entrañas lo que marca el inicio. La vaina ya se formó, la vaina ya se formó.
Con la falda entre mis dedos, el pelo amarrado y el manojo de velas soportado con fuerza sobre mi palma derecha, me dispuse a entrar a la rueda. Solo hace falta otro guapirreo, porque la rueda se puede bailar con una pareja a quien se le clava la mirada de la invitación, o bien sea, también, en la luz incandescente que provoca una mujer que danza sola.
Cumbiamba es ritmo y manifestación
La cumbiamba hace parte de un gran conjunto al que se le ha llamado popularmente como “música de gaitas”, que tiene sus orígenes en el siglo XVI, en los primeros encuentros entre negros, indígenas y africanos. La música de gaitas, como la conocemos actualmente, adquiere en el siglo XX algunos de sus elementos distintivos como la inclusión de la tambora, de los textos y la creación de una escena musical alrededor de los festivales[1] para llegar hasta lo que hoy se conoce como Cumbiamba, que en sus inicios fue una fiesta al aire libre de acordeones, tambores y guacharacas.
Ahora, se comprende únicamente como expresión cultural, sino también como un ritmo que se diversifica en forma y nombre, según la influencia negra e indígena que haya preservado la zona del litoral colombiano en la que se dé. Sin embargo, en el fondo, permanece por su vínculo estrecho a la música de gaitas. A esta idea de un encuentro triétnico de diversidades musicales y dancísticas se adscribe el Festival Nacional de la Cumbiamba.
La Cumbiamba: punto de encuentro
Esta manifestación del sentir y hacer cumbiambero no sido ajena al reto de mantener a la comunidad vinculada a lo que llaman “identidad cumbiambera”. El Festival de la Cumbiamba, “a la larga es un espacio que hace que uno se encuentre, que uno se identifique con lo que es, con lo que le gusta, con lo que es de acá, de nuestra tierra, de aquí de Cereté”, expresa Álvaro Martínez, músico joven partícipe del evento.

El Festival comprende el Desfile Infantil “Semillero cumbiambero de paz y alegría” y el Desfile Cumbiambero de Mayores. Los concursos varían entre parejas de baile infantiles y juveniles, canción inédita de cumbia, mejores intérpretes de tambor alegre y gaita corta y grupos de gaita corta infantiles, juveniles, aficionados y profesionales.
Además, se hacen tomas culturales bajo figuras como el Día de la Cultura Cumbiambera, que al igual que Cumbiamba a la Escuela, tiene lugar en las instituciones educativas del municipio. Hay también presentaciones especiales con las llamadas “capitanas”, la lectura del bando, la agenda en la tarima artística y el concierto de cierre del festival.
No todos muestran interés por las mismas actividades. Por eso también hay espacios de concurso, espacios de enseñanza y aprendizaje (instituciones educativas y el Centro Cultural Raúl Gómez Jattin) para gestores y líderes socioculturales, profesores, estudiantes, artistas y personas con interés en participar de la divulgación de saberes mediante la puesta en escena y la muestra.
No obstante, el frenesí de cada año con sus respectivas versiones del certamen, divide opiniones sobre qué tan vinculada se siente la comunidad cereteana con la llamada “identidad cumbiambera” que soporta y promueve el festival. Álvaro Martínez lo expresa así:
"El festival está perdiendo credibilidad, está perdiendo como su auge [...] Cuando hacen toda la programación, cuando ya llegan como tal los concursos por categorías, ya la plaza está vacía, ya en la plaza solamente quedan unos pocos que les gustan y los que están participando. O sea nos vemos entre nosotros mismos. [...] Los escenarios no se llenan, el único día que se llena, y eso lo compruebo todos los años, es el último día. Se llena porque llevan a un artista ajeno al festival entonces apenas se acaba, la gente se va. Una vez hicieron primero los concursos de gaita y después al final dejaron el artista y pues se mantuvo la plaza llena, pero este año primero trajeron al artista, fue Checo Acosta, apenas ese man se bajó de tarima, ahí quedaron los mismos de siempre".
Tevinson Díaz Carmona- músico, compositor, coreógrafo, docente e investigador alrededor de la Cumbiamba- considera que, además de que los artistas invitados sean un atractivo para las masas, la ausencia de público en las muestras de los artistas locales también tiene que ver con una ruptura entre la comunidad y el hecho cultural cumbiambero. Dice Díaz que la comunidad no ha podido asumirlo como propio por la forma en la que se piensa y planea el evento, que se llena por los invitados, pero no por la música de gaitas. Opina que no se puede pretender mayor asistencia si entre los asistentes falta educación sobre la cumbiamba.
El porqué del sostenimiento del festival en el tiempo se responde bajo distintas percepciones y motivaciones. Una de ellas tiene que ver con los procesos pedagógico-participativos que se dieron de manera previa a la realización de los primeros festivales y que se mantuvo, incluso, cuando este no se pudo realizar por casi una década.
En los 80, Argemiro López Doria, docente y gestor cultural, comenzó a integrar a los jóvenes en los distintos comités del Festival, desde la logística y planeación hasta las decisiones artísticas. Años más tarde, Alberto Saibis Saker, entonces alcalde de Cereté, fomentó las escuelas populares cumbiamberas en cada barrio. Óscar López, escritor, docente y gestor cultural expresa que: "Si la cumbiamba, la música de gaitas y tambores, no tenía pasado registrado, desde ese momento tuvo un futuro asegurado [...] Los niños que en esa época asistieron a las escuelas, se convirtieron en instructores y formaron sus escuelas, hoy famosas".
En efecto, aquellos niños hoy son coreógrafos, músicos-compositores o bailarines del Festival. Con el mismo propósito, el Liceo León de Greiff- conocido como “El León”-, institución educativa de carácter privado, fundó un grupo de pitos y tambores al que nombraron “Los Cumbiamberos”. Álvaro Martínez, hijo de este semillero, cuenta que sus contemporáneos que de alguna forma se vincularon a la tradición cumbiambera, tienen en común el colegio: "Es El León, realmente es eso, ese proceso y esa etapa que todos tuvimos al mismo tiempo”, dice en referencia a figura en la esfera cultural cereteana como Elaine Parra, Tevinson Díaz, Arveys Meléndez y Carlos Negrete, quien afirma: "le debo mucho a el Liceo León de Greiff, por siempre y para siempre, esa parte del colegio que a nivel cultural, a nivel de arte, de cultura y de todo lo que tiene que ver con el mundo de los artistas, ellos siempre los van a inculcar.”

Ahora son muchas las instituciones educativas que cuentan con sus propios semilleros. Óscar, actual rector de la Institución Educativa Cañito de los Sábalos, sostiene que desde los colegios se vienen orientando “procesos culturales, no sólo de formación, sino también de una búsqueda de raíces de dónde vienen las expresiones culturales propias del municipio de Cereté”.
El Festival se apoya en el trabajo de la Fundación Sociocultural de la Cumbiamba desde 2011. José Gregorio Gúzman, artista, gestor cultural y miembro dafirma que: “Lo que más lo sostiene es la gente que hace parte de los procesos por medio de fundaciones y organizaciones privadas, el esfuerzo tan bárbaro de gente, que hasta terca a veces, nos ponemos para que esto no decaiga”.

De la Fundación provienen estrategias como Cumbiamba a la Escuela, que entre un mes y dos semanas antes del Festival. Las capitanas elegidas del año recorren todas las instituciones educativas de Cereté con grupos de pitos y tambores para hacer charlas y actividades pedagógicas: la narración oral sobre el origen de la cumbiamba en Cereté; muestra de baile, pitos y tambores; y un espacio para aprender toda la parte instrumental.
José Gregorio sostiene que: “Cumbiamba a la Escuela ha resultado porque las nuevas generaciones de cereteanos, más que las viejas, identifican al festival como propio”. A su turno, María Camila Simpson, bailarina de 22 años y excapitana del festival, considera que la estrategia está bien planteada y cree que sí ha logrado un impacto en las juventudes y su interés por el conocimiento alrededor de la cumbiamba.
Sin embargo, Álvaro Martínez, de 18 años, inscrito en el contexto folclórico desde su primera infancia, no siente que haya una vinculación profunda del festival con la comunidad, y en menor medida con las generaciones recientes: "Acá en Cereté, ya en la juventud pues, es difícil encontrar músicos de este género que tengan un proceso como de muy, muy pequeño y se hayan mantenido. La mayoría, cualquiera, puede decir de una tambora que la toca, toca la base de cumbia machucada, pero porque de pronto una vez en el colegio se lo enseñaron o porque alguna vez lo aprendió y ya, pero no es como que se quede dentro de esto".
Tevinson Díaz considera que la voluntad de Cumbiamba a la Escuela es buena, pero hay vacíos y la actividad debería profundizar, más allá de la muestra dancística y musical. Por su parte, Carlos Negrete, docente, bailarín y miembro de la Fundación, considera que: "La identidad empieza con la educación. ¿Con qué educación? Con la escuela de formación, con Cumbiamba en la Escuela, con la identidad de tomar a nuestra familia y decirles, mira, es Cumbiamba, estamos en tiempos de Cumbiamba, vamos a que esto siga vigente y vamos a enseñárselo a mi sobrino, a mi hijo, a mi papá, a mi mamá, a mi hermano, y se va expandiendo y el municipio crea una identidad de que si cada año, una semana desde Semana Santa, nuestro municipio de Cereté se cree un ambiente cumbiambero”.
María Raquel Pacheco, gestora cultural y participante del Festival desde sus inicios, afirma que: “No es solamente a las personas mayores que van a disfrutar del festival, (...), sino que estas generaciones que se están formando entiendan que la cultura hace parte de la vida, (...) hay unos saberes, hay unas memorias, hay unos procesos históricos, hay unos procesos de construcción colectiva, que son importantes conocerlos para poder entender en qué contexto estamos”.
A lo largo del año, eventos “satélites” mantienen el calor de la cumbiamba: el Reinado Cultural del Algodón, las Fiestas de la Candelaria, el Día de la Cumbiamba y La Rueda del Cumbión de Cereté. Esta última se celebra cada 8 de diciembre como una rueda de cumbia en la plaza del centro cultural.
Considerando todos los puntos, es posible plantear una mirada que, más allá de pretender responder si los procesos actualmente emprendidos en el municipio tienen o no un impacto profundo, duradero y sostenible culturalmente en los diversos grupos etarios, busque preguntarse por el cómo de estos procesos. El relevo generacional puede ir enfocado más que al hacer coyuntural, a la comprensión de por qué el ritmo de cumbiamba, la manifestación de la misma y la representatividad de ésta en el festival, es relevante para el municipio, para los procesos comunitarios y para la construcción de una memoria colectiva a partir de la elementalidad tradicional de un presente cotidiano. Como también lo plantea María Raquel: "que estos espacios educativos, estos espacios de esa agenda cultural, vaya de la mano con esos procesos que permiten que la gente conozca".
La identidad cultural de Cereté, como las aguas de lo que un día fue su caudaloso Caño Bugre, está en constante movimiento; y así como solo es posible nadar en calma un río si vas con su corriente, solo es posible cuidar un legado que se comprende y asume desde su esencia. Los cereteanos herederos de esta tradición que ha crecido, se preguntan cómo manejar el legado que reciben para que se saboree con facilidad, pero mantenga su cadencia.
[1] Zamora, 2016, p.30.
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