Sobresaltos y variantes en el camino a la educación superior
- Contexto UPB

- 24 sept
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Samuel Osorio, María Antonia Londoño, Camila Giraldo / periodico.contexto@upb.edu.co
En Medellín, hablar de educación superior es abrir la puerta a un universo de contrastes. Por un lado, la ciudad avanza con programas públicos, alianzas entre instituciones y estrategias de inclusión para maximizar, por ejemplo, lo índices de cobertura. Por otro, persisten desigualdades sociales, económicas y territoriales que limitan las oportunidades de miles de jóvenes para educarse luego de la educación secundaria. Para ello, la referencia mayoritaria son las carreras universitarias y, aunque existen alternativas diversas, muchos estudiantes aún se enfrentan a un dilema: ¿seguir estudiando o buscar trabajo? ¿Ir a la universidad o apostarle a una carrera técnica?
En esta materia, Medellín sigue enfrentando desafíos profundos. En el último cuatrienio, la ciudad experimentó un aumento en la deserción escolar: según la Alcaldía de Medellín, en 2022, la tasa fue del 4,9 %, el porcentaje más alto en los últimos diez años, exceptuando el periodo de pandemia. La deserción se concentró especialmente en la educación básica secundaria (5,95 %) y en la transición (5,01 %), mientras que la media registró un 3,77 %. De acuerdo con la información oficial, entre las principales causas del abandono escolar se encuentran la formación temprana de pareja, el embarazo adolescente, la falta de documentación, el cambio de residencia y el desinterés por el sistema educativo tradicional.
Aunque entre 2022 y 2023 se entregaron más de 90 mil computadores a estudiantes de colegios públicos, las condiciones de infraestructura y la calidad educativa siguen siendo dispares. Un 45,2 % de los colegios públicos de Medellín se ubicaron en las categorías más bajas (C y D) en la Prueba Saber 11 del año 2023, reflejando las desigualdades entre lo público y lo privado.
La deserción, la prueba de que el reto no es solo llegar
En el caso de la educación superior, la deserción también representa un obstáculo importante. El sociólogo estadounidense Vincent Tinto, experto en temas de educación superior, clasificó la deserción según el momento en que ocurre: deserción precoz (cuando el estudiante no se matricula tras ser admitido), deserción temprana (abandono en los primeros semestres) y deserción tardía (abandono en los últimos semestres). En su trabajjo ha explicado también que las razones van desde dificultades económicas hasta falta de acompañamiento, choque cultural o desmotivación. Esta situación no solo afecta a las instituciones y a las familias, sino que también tiene implicaciones en la productividad y en la acumulación de capital humano a largo plazo.
Las cifras más recientes del Observatorio de Educación Superior de Medellín (ODES) indican que el 32,1 % de los estudiantes de grados 10 y 11 no planea continuar sus estudios inmediatamente después de terminar el colegio. Esto quiere decir que la situación se presenta en 3 de cada diez jóvenes y el 90 % de ellos cita razones económicas como principal impedimento.
En este contexto, ¿es cierto que los jóvenes ya no quieren ir a la universidad? Esta afirmación, repetida con cada vez más frecuencia, es solo parcialmente cierta. Aunque muchos jóvenes siguen viendo la universidad como una meta deseable, las estadísticas muestran un cambio en sus prioridades: más allá de una falta de interés, se trata de una mirada crítica y comprensiblemente prevenida frente a las dificultades económicas, el acceso inequitativo y la percepción de baja empleabilidad en algunas carreras. Además, según el Ministerio de Educación Nacional, se observa una transformación en las preferencias: las carreras universitarias tradicionales están cediendo espacio a programas técnicos y tecnológicos más cortos y mejor orientados al mercado laboral. Recientemente y en el contexto de Medellín, por ejemplo, la oferta de instituciones como el SENA, el ITM y Pascual Bravo han ganado terreno gracias a sus propuestas prácticas y a políticas públicas como "Matrícula Cero", que ha facilitado el ingreso de jóvenes de bajos recursos a programas de calidad.
El cambio de chip, cuestión de fondo
La psicóloga educativa Paulina Montes opina que, aunque muchos jóvenes mantienen sus sueños universitarios, la presión económica y la falta de orientación vocacional son factores claves que modifican sus decisiones. Según Montes, “la falta de recursos y de claridad sobre el futuro laboral hace que muchos jóvenes no se vean reflejados en los programas universitarios tradicionales, prefiriendo rutas más cortas pero directamente orientadas al trabajo”. Esta tendencia refleja un cambio en las expectativas educativas y laborales de los jóvenes, que están más enfocados en obtener habilidades prácticas y empleo rápido.
El exprofesor y educador Carlos Pérez, quien ha trabajado por más de 30 años en la educación pública en Medellín, considera que la situación de los jóvenes no se puede reducir únicamente a las cifras. Para él, el problema central radica en la falta de estrategias personalizadas para el acompañamiento de los estudiantes, especialmente aquellos de sectores vulnerables. “La educación superior debería ofrecer un acompañamiento más cercano desde los primeros años de colegio, porque muchas veces los jóvenes simplemente no saben qué estudiar y se sienten desbordados por las decisiones que deben tomar a tan temprana edad. Es ahí donde la educación pública debe hacer un esfuerzo por orientarlos y motivarlos a no abandonar el camino”, señala Pérez.
Los estudiantes de grados 10 y 11 en Medellín tienen claro lo que buscan. Según el Observatorio de la Educación Superior –ODES-, las instituciones más solicitadas son la Universidad de Antioquia y el SENA, que concentran el 48 % de las aspiraciones. Las carreras más demandadas siguen siendo Medicina, Derecho y Psicología, pero las áreas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) están ganando terreno gracias a su vínculo con la Cuarta Revolución Industrial y su promesa de empleabilidad.
En cuanto a cobertura, de acuerdo con SAPIENCIA (Agencia de Educación Postsecundaria de Medellín) en 2020 el 66,2 % de los jóvenes entre 17 y 21 años estaban matriculados en algún programa de educación superior. Sin embargo, esta cifra varía enormemente según la comuna. Mientras que en sectores como El Poblado la tasa supera el 60 %, en comunas como Santa Cruz no alcanza el 20 %. Esta desigualdad territorial refleja las brechas persistentes en oportunidades educativas y sociales.
Aunque el panorama es complejo, Medellín también muestra señales de esperanza. Diversos indicadores apuntan a un cambio en la forma en que los jóvenes se relacionan con la educación superior. La preferencia por carreras técnicas y tecnológicas ha crecido notablemente, impulsada por la necesidad de acceder rápidamente al mercado laboral. De acuerdo al ODES, las disciplinas STEM están siendo cada vez más valoradas por su impacto económico y su potencial de innovación. Se espera que esta preferencia siga creciendo. Aunque la cobertura general mejora, las brechas entre comunas del norte y del sur de la ciudad siguen siendo un reto. La equidad territorial debe ser un eje central de la política educativa. Además, programas como las becas municipales, estrategias vocacionales y los centros de orientación educativa han tenido un impacto positivo, especialmente en jóvenes de estratos bajos. Estas iniciativas deben fortalecerse y mantenerse a largo plazo.
Diversos caminos, cuestión de justicia
Un sistema educativo justo ofrece diversas rutas de formación con igual valor social. Medellín avanza hacia ese modelo equilibrado, en el que tanto las carreras universitarias como las técnicas y tecnológicas son vistas como opciones válidas y deseables. La diversidad de opciones educativas permite responder a distintos intereses, habilidades y contextos. El reconocimiento social de todas las formas de formación, la eliminación de estigmas, los costos razonables y la relevancia laboral son claves. Asimismo, la flexibilidad y la incorporación de nuevas tecnologías deben marcar la pauta en la formación del futuro.
La educación superior en Medellín está en un punto de inflexión. Si bien se han dado pasos importantes para mejorar el acceso a la educación, persisten desafíos estructurales que afectan a miles de jóvenes, especialmente en términos de desigualdad social, económica y territorial. La deserción escolar y universitaria sigue siendo una problemática de gran magnitud, marcada por la falta de recursos, la presión económica y la falta de orientación vocacional, entre otros factores.
Sin embargo, también se vislumbran oportunidades para cambiar este panorama. Las políticas públicas como "Matrícula Cero" y las iniciativas de becas municipales están abriendo puertas a estudiantes de sectores vulnerables, permitiéndoles acceder a programas de calidad que, a su vez, mejoran sus perspectivas laborales y sociales. Además, las tendencias actuales, como el auge de las carreras técnicas y tecnológicas y el crecimiento de las áreas STEM, reflejan una transformación en las prioridades de los jóvenes, que buscan opciones educativas más orientadas al mercado laboral y a las nuevas demandas de la economía global.
Los análisis de política pública educativa desde lo nacional e incluso las directrices de la OCDE señalan que la clave para avanzar hacia un modelo educativo más inclusivo y equitativo será la implementación de estrategias que no solo amplíen la cobertura, sino que también garanticen una calidad educativa homogénea en toda la ciudad. A este respecto, en la ciudad hay realidades contrastantes: la crisis estructural de las principales universidades públicas de la región (Universidad de Antioquia, Politécnico Jaime Isaza Cadavid), los progresos y relativa estabilidad de las instituciones universitarias públicas de carácter distrital (Pascual Bravo, Colegio Mayor, ITM) y el avance de instituciones privadas en la oferta de programas técnicos y tecnológicos (UPB, por ejemplo), además de la amplia oferta de instituciones de educación para el trabajo y el desarrollo humano, muchas de las cuales tienen ya más de 30 años de historia.
Es por esa gama creciente de opciones que los expertos consideran que la colaboración entre el Gobierno, especialmente en lo nacional, las instituciones educativas y la sociedad civil será fundamental para cerrar las brechas y ofrecer a todos los jóvenes opciones que comprendan sus necesidades y se adapten a las realidades del contexto actual, no solo en lo referente a la proyección laboral, sino al contexto en el que los nuevos trabajadores y se forman, inmerso en dinámicas de alta complejidad que cambian sin que se haya terminado de comprenderlas.

























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