Medios populares y comunitarios en Medellín: ¿para qué?
- Contexto UPB
- 2 may
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Cristian David Gutiérrez Martínez / Cristian.gutierrez@upb.edu.co
A Colombia, la televisión llegó en 1954, durante el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla. La primera transmisión mostró al presidente inaugurando la televisión en Colombia, después de meses de preparación. Las familias más acaudaladas recibieron el acontecimiento desde sus casas, y se instalaron otros televisores en vitrinas de Bogotá y Medellín, permitiendo que más personas presenciaran el bautismo de un nuevo medio de comunicación en el país.
A partir de entonces, la llamada “caja mágica más querida de los colombianos” evolucionó. Con canales públicos y privados, la oferta televisiva se amplió y cada vez más personas hicieron del televisor un electrodoméstico fundamental en su vida cotidiana. Es común escuchar que alrededor de la televisión se encontraban las familias, y que el entretenimiento que ofrecía era tal que, incluso, contribuyó al decrecimiento de la natalidad en la segunda mitad del siglo XX.
Y en este panorama, cada vez más diverso, emergió en las pantallas de los colombianos y medellinenses un actor raro y disruptivo: junto con otras iniciativas de periodismo alternativo y popular, apareció la televisión comunitaria. MinTIC la define como el servicio de televisión sin ánimo de lucro que tiene por finalidad satisfacer necesidades educativas, recreativas y culturales con énfasis social y comunitario. Canales en donde los ciudadanos se veían a sí mismos y a sus vecinos, en algo alejados de las agendas globalizadas de los grandes medios, pero reconectados con sus problemas y deseos locales.
Con la irrupción de las tecnologías digitales y las transformaciones en los medios de comunicación, la mayoría de las iniciativas de televisión comunitaria desaparecieron. En Medellín, unas pocas propuestas en vía de extinción se mantienen, y Canal Zona 6 TV es una de ellas. Asentados en la comuna 15, Guayabal, se enfocan en trabajar con niños que se forman y producen audiovisuales. Actualmente cuentan con 35 presentadores infantiles, 18 voluntarios y una parrilla de contenidos que apuntan a apoyar procesos comunitarios y construir memoria barrial.
Como Canal Zona 6 TV, en Medellín existen decenas de medios comunitarios con enfoques y formatos distintos. Muchos de ellos son medios digitales y multimediales, como Santa Elena Online; algunos aún se difunden impresos, como Universo Centro y El Guayaquil Times; hay incluso propuestas radiales, como La Esquina Radio y La Cuarta Estación. Pero en todos ellos, y a partir de eso comienza mi conversación con Alejandra Osorio, directora de Canal Zona 6 TV, permanece una pregunta fundamental: en un contexto hiperconectado y globalizado como el actual, ¿para qué medios populares y comunitarios en Medellín?
Descentralizar los procesos de comunicación
Para dar respuesta a esta pregunta, es importante regresar sobre los orígenes de los medios populares y comunitarios en Medellín. Mónica Valle es docente del Politécnico Jaime Isaza Cadavid, y una de las investigadoras más destacadas en el ámbito. Mónica explica que el primer medio comunitario que se rastrea en la ciudad fue televisivo: la Corporación Antena Parabólica Barrio El Salvador, en la zona oriental de la ciudad, con el objetivo de “crecer de mano de la comunidad, tratando de llegar con la señal a toda la comuna”.
Desde entonces, y gracias al impulso de organizaciones como Corporación Región y Comfama, comienzan a aparecer procesos de comunicación comunitaria en los barrios. Surgen como impulsos para la generación de tejido social, herramientas para la difusión de mensajes y construcción de ciudad en perspectiva comunitaria: “digamos, un periódico barrial puede hablar de las personas que murieron en su barrio, puede hablar también de los 15s, de las bodas… Entonces es una forma también de reconocimiento” explica Mónica.
Aunque en el artículo 20 de la Constitución Política de Colombia ya hay una declaración que ampara por los procesos de comunicación en el país, el apoyo gubernamental en Medellín no se asentó hasta 2013, con el acuerdo municipal 073, que sienta las bases para la creación de una Política Pública de Medios y Procesos de Comunicación Alternativos, Independientes, Comunitarios y Ciudadanos (MAICC). Esta propuesta comenzaría a implementarse con el Decreto 2124 de 2019, convirtiendo a la ciudad en la segunda del país en adelantar una política de este tipo, solo después de Bogotá.

La Política acoge, además, a otro tipo de medios que no encajan en el concepto de lo popular y lo comunitario. Mónica Valle, que hizo parte de la construcción de la Política, explica por ejemplo que las denominaciones de alternativo e independiente permiten la acogida de medios que no tienen vocación comunitaria e, incluso, que son operados por una sola persona. Aram Aharonian, periodista uruguayo, contribuye al esclarecimiento de estos conceptos: lo comunitario es cuando el medio está cerrado a unas fronteras, a una delimitación de territorio; lo popular, en cambio, excede incluso eso, pues tiene vocación de narrar a la población, al mundo.
Así, la comunicación popular y comunitaria, explica Aram, se opone a la comunicación corporativa o corporada, en la que caben los llamados medios masivos: comunicación que no busca informar ni liberar, sino servir a intereses privados. Por tanto, este trabajo se centrará en los primeros, descartando otros medios nombrados como alternativos, independientes, masivos y demás.
A pesar de la Política Pública, en la actualidad los medios populares y comunitarios atraviesan dificultades, principalmente de tipo económico, que ponen en velo su existencia.
Financiación, juntanza y subsistencia: cuestiones de postura
Periferia Prensa es un medio popular impreso. Tienen sede en la Comuna 10 de Medellín, pero sus ediciones tienen cobertura en varias regiones del país. Aunque cuentan con una página web y redes sociales consolidadas, tienen claro que el periódico impreso posee características de lectura que la digitalidad no logra cubrir. Por eso, 20 años después de su fundación, Periferia lleva 179 ediciones imprimiendo un periódico que no es ni corto, ni endeble, y que distribuyen a clientes suscritos al medio y casuales que lo adquieren por 4mil pesos o de forma gratuita.

Llaman la atención por un modelo de gestión que se distancia de la perspectiva que posee gran parte del gremio en la ciudad. Domingo Builes, mejor conocido como El Flako, es su administrador, y explica que ellos no hacen juntanza, ni buscan aliados; sencillamente tienen amigos que les acogen y les permiten existir: habitantes que les ofrecen posada en sus territorios, organizaciones que esperan mensualmente cada edición del periódico y vecinos que les recibieron en sus litografías. “Esto es un equipo, un periódico y una corporación que se hizo con amigos, porque creemos que la amistad es fundamental”, explica El Flako.
Desconfían, además, de las formas de financiación basadas en recursos públicos. Conocen algunos ejemplos de medios que se recostaron en este modelo y eventualmente quebraron. Por eso, miran con escrúpulo a la Política Pública de Medios, y se resisten a habitar de forma directa espacios que intentan cobijarlos desde lo público. Defienden la autogestión a capa y espada, pero sí se presentan a convocatorias de estímulos lanzadas desde la Alcaldía. Así no hay riesgo de censura, ni asistencialismo.
Alejandra Osorio, en cambio, se ubica, por decirlo de alguna manera, en el otro lado del espectro. Además de dirigir Canal Zona 6 TV, está al frente de la Mesa de Medios Comunitarios de Medellín, una juntanza creada con el fin de fortalecer los medios de comunicación y hacer seguimiento a los apoyos gubernamentales, principalmente a la Política Pública de Medios.

En opinión de Osorio, el colegaje o juntanza entre medios es fundamental para asegurar la existencia de estos actores:
Alejandra explica, además, que la Política Pública de Medios y el Presupuesto Público Participativo ha beneficiado a los medios populares y comunitarios, permitiéndoles expandir su acción en los territorios. El camino no ha sido fácil, pues los cambios de administración y la demora en la implementación de la política retrasa algunos procesos; pero la iniciativa y veeduría constante de la Mesa de Medios ha permitido que el apoyo gubernamental se mantenga.
Las voces alternativas, las voces de la periferia
El 12 de septiembre de 2024, en el marco del Encuentro Nacional de medios alternativos, comunitarios y digitales, el presidente Gustavo Petro causó revuelo al hacer una separación tajante entre la función de los medios tradicionales y alternativos. Según el presidente, unos tratan de “manipular la conciencia popular hacia los intereses exclusivos, y egoístas muchas veces, de los propietarios de esos medios”, y los otros, en cambio, buscan “lograr que cada ciudadano tenga una apreciación más subjetiva de diversas fuentes de la realidad”. Seguido de esto, anunció que el 33% de la pauta oficial del Gobierno Nacional se destinaría a estos últimos, lo cual marca un hito en la financiación de este tipo de medios.
Apenas unos días más tarde, El Espectador publicó un editorial problematizando esta visión. En él, explican que el panorama es, seguro, más complejo, y recordaron que a menudo la historia de Colombia ha mostrado lo contrario: medios alternativos asentando el poder y la injusticia, y medios tradicionales cuestionando y acogiendo la diversidad de voces. Esta visión, además, pone de frente una problemática que en Periferia Prensa enuncian: a menudo los apoyos gubernamentales conllevan a la censura y autocensura, y con ello se pierde la vocación independiente y disruptiva de los medios populares y comunitarios.
Al preguntarnos entonces por la función de los medios populares y comunitarios, habría que partir por esa aclaración. Existen medios que, bajo estas y otras denominaciones, continúan reproduciendo lógicas de poder, o como dice El Flako: “hay mucha gente que dice que es popular y alternativa sin el sentir de las comunidades. Y así, terminan destinando dineros públicos en intereses muy privados”. Alejandro Echeverri, editor de Periferia Prensa, piensa algo parecido: “no solo por uno llamarse alternativo, popular o comunitario, ya per se eso lo va a hacer a uno contrahegemónico. Creo que con el enunciado no basta”.
Pero también los hay que, genuinamente, buscan eso de comunicar las historias y necesidades de las comunidades. “El relato fabricado sobre lo que es Medellín, sobre lo que es Antioquia, es un relato con muchas falsedades, muchas hipocresías, muchas inconsistencias, muchas desigualdades, muchas blanquitudes, de negar la diferencia… Y creo que si los medios comunitarios y populares existen es precisamente para disputar ese relato” explica Alejandro. Por eso, dicen, se llaman Periferia; no porque pretendan “dar voz” a alguien (expresión victimizante y discriminatoria, porque supone la carencia de voz de una comunidad), sino porque buscan un periodismo reposado y enfocado en aquellos que históricamente han sido invisibilizados por los medios de comunicación masiva.

Ahí está una clave para la existencia de los medios populares y comunitarios. Mónica Valle coincide en ello: “son útiles porque siguen siendo espacios de expresión y difusión (…). Tener medios comunitarios que nos estén hablando de los intereses de las comunidades, de sus problemas, de sus opiniones respecto al gobierno, lo empresarial, lo cultural, lo ambiental… Eso siempre será bien recibido, porque lo que menos favorece a una democracia es la única voz o el único medio”.
En los medios populares y comunitarios encontramos, por ejemplo, algo parecido a lo que Jesús Martín Barbero describía como mediaciones: los lugares en donde se producen los sentidos que sostienen las culturas. En ellos, las comunidades se reconocen, encuentran oportunidad de leerse y fortalecen su ciudadanía participando de los debates públicos.
Además, alrededor de este tipo de medios se gestan oportunidades de educación y cultura que unen y fortalecen a las comunidades. Ese es el caso de Canal Zona 6 TV, La Esquina Radio y Mi Comuna 2; proyectos que, incluso más que como medios, se perciben como procesos en los que, contando con la comunicación como excusa, agrupan a niños, niñas, adolescentes y adultos interesados en expresarse y construir ciudad a partir de la palabra.

Pero, aunque su valía esté justificada, los medios populares y comunitarios continúan enfrentando un reto esencial: llegar a los públicos e involucrarlos en sus iniciativas. Así lo reconoce Alejandro Echeverri:
Mónica Valle, como docente e investigadora, reconoce también que la difusión es una cuestión transversal y fundamental para estos medios. Explica, por ejemplo, que la relación con las universidades es débil, y que a menudo sus estudiantes no conocen los medios asentados en sus barrios y comunidades. Esta sensación se relaciona con los resultados de la investigación que Mónica adelantó en 2012: en general, un medio es tanto más valorado en cuanto se acerca y relaciona con las comunidades a las que intenta impactar.
Este debate toma especial importancia en el contexto hiperconectado y globalizado en que actualmente vivimos. Los medios comunitarios deberán pensar e implementar estrategias que atiendan esta problemática. En este sentido, iniciativas divergentes como las propuestas que adelantan en la Mesa de Medios Comunitarios, podrían esbozar caminos a imitar.
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Los medios populares y comunitarios son espacios privilegiados para la construcción de ciudad y la apropiación de la palabra. Por ello nacieron, y por ello siguen existiendo.
Como otros tipos de organizaciones sociales, son actores frágiles y cuya existencia parece discurrir en un constante estado de emergencia. Por eso, es tan difícil encontrar medios en la ciudad que cuenten con más de 10 años de trayectoria. Iniciativas como la de la Política Pública de Medios y la Mesa de Medios Comunitarios pretenden robustecerlos y prevenirlos de la desaparición; pero también queda trabajo por hacer, de parte de los ciudadanos y de los responsables de los medios.
Y, sin embargo, como explica Mónica Valle, de alguna forma los medios populares y comunitarios han existido siempre, porque apuntan a la necesidad humana de expresarnos, de comunicar. A través de ellos imaginamos otras formas de vivir, otros modelos de mundo, de ciudad. En ellos, las comunidades, incluso las más periféricas, reconocen que sus voces son valiosas y merecen ser escuchadas. Para eso necesitamos medios populares y comunitarios en Medellín. Por eso hay que defenderlos.
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