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Del estoicismo y sus daemons: Pablo Montoya habla sobre "Marco Aurelio y los límites del imperio" 

Foto del escritor: Contexto UPBContexto UPB

Por: Valeria Hernández Martínez / valeria.hernandezm@upb.edu.co*


El museo MAJA se ha convertido en un espacio lleno de periodistas, quienes esperan a alguna  de las personalidades del arte y la literatura que constituyen el atractivo del Hay Festival en Jericó. Aunque la agenda comenzaba  a las 10:00 a. m., a las 9:55 entró un hombre con pasos lentos pero seguros, haciendo que todas las miradas se posaran sobre él. 


Se sirve un café. Si bien apenas empieza el día, se le nota  cansado. Gesticula usando sus manos con amplitud, bebe sorbos muy despacio y habla con un tono de voz firme que invita a seguir el hilo de su conversación. Se trata de Pablo Montoya, escritor que no está por primera vez en el Festival e incluso menciona que él “debió haber nacido allí”, por el gran aprecio que le tiene al pueblo y a sus personajes históricos. 


Nacido en Barrancabermeja, Santander en 1963, Montoya ha logrado consolidarse como un autor y docente de literatura reconocido en el país. A lo largo de su trayectoria literaria, ha trabajado bajo géneros como la novela, la crónica cultural, el ensayo, el cuento, los poemas e incluso la crítica literaria. Gran parte de su vida y obra se han visto marcadas por los entornos socioculturales que lo rodeaban en Colombia y Francia —lugares donde ha habitado por prolongados periodos de tiempo—, que lo han llevado a ser un gran amante de la historia y del arte en Europa y Latinoamérica. 


Su más reciente novela es Marco Aurelio y los Límites del Imperio, publicada en mayo de 2024. En esta obra, la convergencia entre lo novelesco y los datos del pasado permiten que el lector conozca más a profundidad al emperador Marco Aurelio, quien como gobernante afrontó gran cantidad de vicisitudes, entre ellas, una de las primeras pandemias jamás registradas de la humanidad.  


En vísperas de su participación como panelista en el Festival, Montoya conversó con Contexto sobre los contenidos, aprendizajes y reflexiones de su último lanzamiento, al tiempo que brindó sus puntos de vista sobre asuntos de interés de la sociedad colombiana actual.  


Pablo Montoya también se ha hecho reconocido por su activismo en varias causas, que incluyen el debate por la calidad del aire en Medellín. Foto: Comfama.
Pablo Montoya también se ha hecho reconocido por su activismo en varias causas, que incluyen el debate por la calidad del aire en Medellín. Foto: Comfama.


Usted viene también a hablar de su libro de Marco Aurelio y los Límites del Imperio. ¿Cómo definiría los imperios en la sociedad moderna? 

En el mundo actual hay formas imperiales, digámoslo así, que persisten.  Por ejemplo, la norteamericana. Aunque no es un imperio —es una república democrática—, su presencia en diferentes partes del mundo actual nos podría hacer pensar que se trata de uno, como bases militares más allá de sus fronteras, o el control social y militar en ciertas geografías. Esos son típicos comportamientos de los imperios de la antigüedad. 


Otro ejemplo: China, que tampoco como tal es un imperio, es una república comunista. Es extraña la definición, pero así es. Y lo que hacen China y Estados Unidos en este momento, es que promueven sus formas de comprender el mundo, sus sistemas de vida y su relación entre las personas a lo largo de la geografía del planeta. 


E inclusive, son dos imperios, entre comillas, “que se enfrentan cotidianamente”. Entonces creo que sí hay una continuidad imperial en la actualidad. Yo creo que la permanencia del Imperio Romano en nuestros días, es el poderío militar que sostienen las naciones, pues es una herencia de Roma. 


En el libro usted cita: “Incluso jóvenes soldados asesinan defendiendo ideas que no entienden”. ¿Usted cómo interpreta esta cita en un contexto más actual, y considera que se aplica a otros conceptos diferentes a la guerra? 

Esa frase se la atribuyo a un amigo de Marco Aurelio, quien está criticando un poco la forma en que el Imperio Romano se comporta a partir de la guerra. Evidentemente, cuando se ve el nivel intelectual de los soldados que participan en las guerras, es bastante, bastante bajo, puesto que su comprensión de lo que están defendiendo a través de las armas es limitada. 


Yo creo que sí sigue existiendo ese comportamiento de jóvenes soldados que van a la guerra un poco estimulados por dos cosas: uno, por las hormonas. Los jóvenes sienten que hay que gastarlas de cualquier manera. Y dos, la intoxicación por los discursos guerreros pertenecientes a las naciones actuales. Considero que lo ideal sería tener un ejército de soldados cultos, pero si los soldados fueran letrados, yo creo que no serían soldados y no harían la guerra. 


Es una discusión muy grande, porque también hay soldados o militares cultos, leídos y que creen firmemente en la guerra como una manera de defender un patrimonio determinado. Yo, que soy un pacifista convencido, radical y por momentos, vehemente, pienso que hay que desmontar la guerra como sea posible. Debemos inventarnos otra alternativa para resolver los problemas que tenemos, sean políticos, económicos, o hasta religiosos, pero siempre hemos apoyado nuestra defensa de dichas cosas en la guerra. Esto es lo que hay en la novela, esa conversación que hay entre Marco Aurelio y su amigo es justamente eso.  


¿Qué espera que los lectores reflexionen al leer esta obra? 

Escribí este libro preguntándome lo qué puede hacer un hombre de buenas intenciones: ¿Cómo puede gobernar en medio de la debacle general? Ahora, eso es lo que hace Marco Aurelio en un momento muy difícil en que había muchos conflictos en el imperio, como cuando tuvo que enfrentar la primera pandemia de la historia de la humanidad, lo que llevó al imperio a comenzar a desestabilizarse completamente.  


Marco Aurelio intentó gobernar en crisis climáticas, trató de frenar la guerra y no pudo frenar ninguna de las dos cosas. Y trató de hacerlo, pero él no resolvió sus problemas, porque no tenía los medios indispensables. Yo creo que nosotros, ahora, sí tenemos medios para al menos enfrentar una gran cantidad de cosas.  


Tenemos la posibilidad de construir sociedades democráticas que puedan convivir en paz y que no utilicen tanto dinero en armas o que patrocinen continuamente la guerra. Hoy en día, existen pequeños países que han logrado construir sociedades más o menos perfectas. El nuestro no ha sido capaz, y lo ideal sería cambiar eso. 


¿Cómo considera usted que en un país con una historia violenta, como Colombia, se pueda de alguna manera ir educando a los jóvenes para que no piensen en la guerra como una solución? 

La educación es una ventaja, lo digo como profesor que soy. Si a un niño se le enseña desde la infancia el valor de la paz, lo peligroso de la guerra y se le ayuda a construir espacios sociales de no agresión, de no brutalidad, sería diferente. Ahora, el problema de Colombia, es que es un país donde hay una gran injusticia y desigualdad social. Si se resuelve ese problema, los jóvenes van a tener trabajo, educación, recreación, y no van a tener que buscar el dinero en acciones delictivas. 


Sí, hay que defender la paz, pero hay que defenderla de una manera cívica. Hay que entender que se puede defender de muchas maneras, no con un cañón en la mano. Yo creo que todos tenemos que colaborar para construir ese país “soñado” que aún no tenemos, porque aún estamos divididos por ideas políticas, religiosas, intereses familiares y económicos, pero no pensamos en la colectividad, algo que Marco Aurelio sí hizo, porque para él, un gobernante debe trabajar por el bien común. 


Pasando al contexto de Colombia, ¿a usted le gustaría escribir más sobre el país, o piensa que sus horizontes están más por fuera, en el extranjero?  

Aunque puede que ya no tenga muchos libros por escribir, yo creo que yo me muevo en los dos ámbitos: local e internacional. He escrito sobre Colombia, la violencia, la Operación Orión, la escombrera… en muchas ocasiones metí la cabeza en la violencia de Medellín y en la desaparición forzada. Son temas muy interesantes para la literatura y creo que los escritores debemos asumir dichos temas, pero es cierto que también me interesan mucho los temas que tienen que ver con el arte, con Europa. 


Acabo de terminar una novela sobre el Bosco, que es un pintor europeo del siglo XV. La novela es sobre él, y pretende ser un libro dedicado al arte. Incluso, considero que él, un escritor como yo, se mueve en los dos terrenos (pintura y escritura). Quizás después vaya a escribir otro libro sobre Medellín, sobre Colombia, vamos a ver qué pasa. 


¿Cuáles son los aspectos más destacables de la filosofía y las enseñanzas de Marco Aurelio que le fueron útiles a usted en la escritura del libro para su persona? 

El estoicismo está de moda hoy en día. Toda la gente está leyendo a Marco Aurelio con su libro Meditaciones y buscando qué tomar de ahí. Yo creo que es un libro que enseña y me atrevo a decir que se escribió para no publicarse, sino, que Marco Aurelio lo escribió para sí mismo. 


Por azares de la historia, Meditaciones terminó convirtiéndose en uno de los libros más exitosos de la filosofía. Tiene grandes enseñanzas, y a mí me parece que una de ellas es la fortaleza interior, porque en medio de las dificultades, la enfermedad y los conflictos que hay en la cotidianidad, todo radica en el trato que se tiene con los demás. Siempre hay que mantener, según Marco Aurelio, una actitud de resistencia, serenidad y tranquilidad.  


Los estoicos creían que el ser humano tiene una especie de partícula divina, a la que ellos llamaban daemon, como si se tratase de un espíritu que te fortalece contra cualquier dificultad que se atraviesa, y yo creo que eso es una buena enseñanza para cualquiera.  


Los estoicos también hablaron mucho sobre lo breve que es la vida y de lo necesario que es vivirla con la mayor intensidad posible para aprovechar el tiempo que tenemos, que es muy breve. Es un suspiro, pues uno nace, crece y muere. Y él (Marco Aurelio) dice que lo importante no es vivir 100 años, o 10 o 20… Los que sean, lo importante es vivir con intensidad, con dignidad y siempre buscando el bien. Un bien que no es el bien tuyo, porque el bien tuyo recae fuertemente en los demás 


Estas enseñanzas ayudan mucho a los hombres de hoy en día. ¿Por qué fascina tanto Meditaciones?, me pregunto yo, y eso es porque meditaciones es un libro escrito por un hombre que no te impone una religión ni un dios. Este texto es de un hombre que dice: “Mira en ti mismo como hombre, como mujer, como ser humano. Mira la fuerza que tú tienes en tu interior y que ella te impulse a vivir el día a día de la mejor manera."  


*Contexto asistió al Hay Festival en Jericó por invitación de Comfama.

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