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En la UPB hay un patrimonio alado, de todos

 

“La naturaleza es sabia. Las aves se saben cuidar solas. Más bien, cuidemos nosotros el entorno en el que vivimos”. Carlos Iván Restrepo, ornitólogo. 



Por Ana Sofía Araque y Valeria Hernández / periodico.contexto@upb.edu.co



Con los años crece el valor ambiental que tiene para la ciudad el Eco Campus de la UPB en Medellín. Foto: Ana Sofía Araque.


Desde su fundación en el año 1936, la Universidad Pontificia Bolivariana ha pasado por una serie de transformaciones físicas y espaciales en su infraestructura, que no solo han influido en la urbanización del campus universitario, sino que se han combinado con el cuidado de la flora y fauna del lugar, acercando estas últimas a quienes visitan y conviven en el que es considerado un pulmón del occidente de Medellín. El espacio físico ha evolucionado desde sus edificaciones hasta sus alrededores y zonas verdes que contribuirían en el uso sostenible del territorio. 

 

Las primeras décadas de la Universidad estuvieron inmersas dentro de la planeación y construcción de nuevos bloques y espacios de estudio, así como la búsqueda de características que diferenciaran a la institución desde la configuración de su espacio. Más tarde, durante los años 2001 y 2009, el campus buscó formas de estructurarse de manera integral: ya no solo se trataba de la ocupación, edificación y movilidad, sino, de tener presente el cuidado del medio ambiente. 

 

La sostenibilidad del territorio se ha vuelto parte de la relación humana y urbana de la Universidad. Así es como el término “Eco Campus” surge, como señal de que este espacio cumple funciones ecológicas gracias a sus árboles y zonas verdes y los aportes de los mismos a la diversidad en fauna y flora que habitan esta zona de la ciudad.  

 

Esa condiciones permiten la acogida de 77 especies de aves: 59 habitan el campus y 18 migran desde distintos lugares del continente americano. Quienes convivimos en el Eco Campus de la UPB en Laureles hemos sentido la fortuna de apreciar de cerca especies que en otros espacios de la ciudad paenas podemos divisar a lo lejos. Cada avistamiento trae esa sensación de estar en un lugar propicio para estos encuentros, de vivir un privilegio.

 

 

El recorrido a través del campus 

 

En una mañana de abril, la Universidad Pontifcia Bolivariana le abrió las puertas a Carlos Iván Restrepo, uno de sus egresados y director ejecutivo de la Sociedad Antioqueña de Ornitología, quien con 40 años de experiencia en el estudio de las aves, lideraría un recorrido para observar las especies que habitan el Eco Campus.

 

Eran las 8:00 a. m. y todos los que seríamos testigos de la experiencia estábamos en disposición de recibir lo que sería para la mayoría el primer curso sobre aves. Era fundamental tener en cuenta características propias de las especies para saberlas identificar en el recorrido que se haría más tarde.  

 

El grupo, a pesar de ser pequeño, mostraba gran interés por el tema, tan pronto se comenzó a hablar sobre detalles como el pico, el color, el tamaño, el sonido y la forma, para distinguir los individos que iban apareciendo mientras el guía hacía su exposición. 

 

Carlos Iván Restrepo explicaba que al ser Colombia el país con mayor diversidad de aves en el mundo, no es para nada extraño avistar diversas especies en lugares con amplios espacios verdes, como lo es el campus bolivariano. Si bien, muchas veces estas suelen pasar desapercibidas al incorporarse al entorno natural de la universidad y en las rutinas de los seres humanos, es importante detenerse a pensar en los roles que cumplen en los ecosistemas como los que puede haber en cada zona verde de la ciudad.  

 

Tras una hora de charla introductoria, comenzó su recorrido por las zonas verdes ubicadas entre el bloque 10 y el bloque 11, con el objetivo de identificar las aves utilizando, no solo la vista, sino también la escucha, puesto que también se enseñó al grupo sobre los tipos de sonidos emitidos por las aves: vocales, aquellos que son emitidos por la tráquea y mecánicos, producidos cuando el animal hace contacto con un elemento externo, como golpear troncos con el pico o sacudirse en el agua. Estos ruidos ayudarían a localizar dónde se encontraban las distintas especies. 

 

 



El célebre Petirrojo, ave insignia de la UPB, resalta por su colorido entre las zonas verdes del Eco Campus Laureles y es tan vistoso como esquivo para las instantáneas. Fotos: Ana Sofía Araque.


El día, totalmente despejado, iluminó el paisaje y todos los expedicionarios estaban atentos, en total silencio y calma, tratando de que la emoción no jugara en su contra. Un minuto después, un primer sonido atrapó la atención del grupo.  

 

Las miradas se posaron completamente en un color rojo intenso que volaba de una rama a otra con gran velocidad. Así es como la primera especie del recorrido se dejaba ver: el individuo, conocido como Petirrojo, era un macho, pues su color vivo es aquel que le sirve para atraer a las hembras. Su plumaje carmesí llamó inmediatamente la atención de los presentes, quienes no contruvieron exclamaciones de asombro, mientras el pajarito iba de un sitio a otro en cortos periodos de tiempo, saltaba entre las ramas, pero cantaba poco, lo que sorprendió a los observadores, quienes esperaban oír al ave emblemática de la Universidad; pero se dieron cuenta de que era tarde, pues el guía explicó que suelen cantar en horas tempranas del alba y es considerada como un ave mañanera. 

  

Mientras aves como canarios, tórtolas y sirirís se posaban en las zonas verdes del campus, el ornitólogo Restrepo comentaba acerca de sus características: los patrones en su plumaje, el tamaño de sus picos y los diversos sonidos que emitían. Al mismo tiempo, el grupo se quedaba observando de arriba hacia abajo y esperaba que cualquier ave se posara para capturar una imagen de la misma. 

    

 Después de alrededor de diez minutos, el grupo siguió su recorrido hacia el bulevar de comidas; lugar que, por su ubicación y tamaño, se encontraba lleno de personas. Ese detalle complicó en cierto grado el captar los sonidos de las aves; aun así, se podían escuchar a aquellas cuyos cantos eran más fuertes, como los sirirís, al igual que el movimiento de las ramas donde algunas especies se posaban. 

  

Mientras caminaban, Carlos Iván Restrepo explicó que el mes de abril representa el final de la época de anidación para las aves, al igual que uno de los meses en los que se puede ver la mayor cantidad de aves migratorias en el año. Termina el invierno y llega la primavera, sin duda, un clima favorable para que las aves migren hacia los cálidos países del sur para procrear y encontrar mayor cantidad de recursos. Por esta razón, se concentra un mayor número de especies en el país. 

 

Al pasar por la biblioteca y las zonas verdes del bloque 12, la siguiente parada fue al frente del bloque rectoral y el Aula Magna. Allí se escucharon distintos sonidos vocales como cantos y llamados, pero también sonidos mecánicos como el picoteo de los pájaros carpinteros, difíciles de registrar en imágenes por la altura a la que permanecen y su habilidad para esconderse entre los árboles grandes del campus, pero su rastro sí pudo verse en el que había construido usando un tronco en mal estado, que es más fácil de perforar y en el que se alojancon más frecuencia los insectos que sirven de alimento.  

 

En este punto, el sol y el calor cada vez se sentían más entre los caminantes que, al acercarse a los parqueaderos cerca de la entrada al colegio UPB, pudo tener una vista más general de los lugares recorridos y reconocer cómo la diversidad de árboles distribuidos por todo el campus permitía ver aves diferentes en los distintos momentos del recorrido y otras que habitan varios puntos del campus, el célebre petirrojo, por ejemplo, se vio tanto en el bloque 10 como en la parte trasera del bloque 7.  

 


Esta especie, conocida como Canarios costeños, también es otro ingrediente vistoso en el paisaje del Eco Campus de la UPB.

Foto: Ana Sofía Araque.

 

Al terminar el recorrido y regresar al bloque 10, casi tres hors después de haber comenzado el encuentro, ya era claro el papel de las aves en el ecosistema del campus de la UPB, entre otros, que dispersan semillas y regulan las poblaciones de insectos, así como también polinizan y fertilizan gran parte de la vegetación. Más allá de plumajes llamativos y coloridos o melodiosos cantos, las aves son increíblemente diferentes entre sí y fundamentales para la vida en la ciudad y la cotidianidad en el Eco Campus UPB.  



Los visitantes al Eco Campus también están familiarizados con los territoriales Alcaravanes, conocidos como Teros en el sur de América, En la parte superior de untrocno podado se observa el orificio abierto por un caprinetaro, al que se escucha trabajar en las tardes apacibles del Eco Campus UPB. Fotos: Ana Sofía Araque Panesso.


 


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