Cuando comprar también es sanar
- Contexto UPB
- 21 jul 2023
- 9 Min. de lectura
Manuela Rendón Uribe / manuela.rendonu@upb.edu.co
En los últimos años el movimiento del ‘body positive’ ha traído consigo cambios en la manera en que en Medellín se asume la necesidad de vestir cuerpos gordos. ¿Cuál es el espacio que tiene la moda plus size en una ciudad donde, según ACI Medellín, en 2019 había 4 726 empresas dedicadas a la confección de prendas de vestir?
La declaratoria que hizo en 2022 la Organización Mundial de la Salud (OMS) para que anualmente se conmemore el Día Mundial de la Obesidad se ha convertido en una reivindicación de la lucha contra un sistema de creencias que discrimina, violenta, excluye y niega derechos o servicios básicos a cuerpos de mayor tamaño, de allí que se haya renombrado como Día Mundial contra la Gordofobia, en un trabajo colectivo para resignificar el discurso detrás de la celebración, razón por la cual diferentes grupos y activistas se han tomado las redes con testimonios y reflexiones sobre los cuerpos gordos. “El problema nunca ha sido el tamaño de nuestros cuerpos, sino la discriminación y violencia que se naturalizó y que se justifica señalando que es por nuestro bien”, expresa Manuela Ruiz Florez, activista plus size de la ciudad de Medellín, ciudad donde a pesar de un historia textil, aún se deben hacer grandes búsquedas para encontrar ropa en tallas grandes.
Hablamos de la misma Medellín que en una de sus ferias de moda más importantes como Colombiatex de las Américas 2023, según Inexmoda, logró superar las cifras prepandémicas del evento con una asistencia de más de 27 mil personas y que, según Procolombia, solo entre enero y noviembre de 2021 creció en un 50% sus exportaciones de moda por más de US$900 millones, y que aún así, solo hasta ahora puede visualizar los primeros despuntes de moda para tallas grandes en una ciudad donde este nicho está liderado por pequeñas empresas y emprendimientos.

Son pocos los maniquíes disponibles de tallas grandes en la ciudad.
Los que se pueden encontrar son comprados o separados con rapidez debido a la dificultad para encontrarlos.
Foto: Manuela Rendón U.
Dando con la talla
Los maniquíes gordos no se venden igual. Hay que averiguarlos, preguntar por ellos entre vendedores, buscarlos en internet para importarlos o mandarlos a hacer. Cuando se pregunta el porqué dicen que no se venden igual, que preguntan más por tallas regulares, que son muy escasos en el mercado o que solo se maneja la famosa talla única. Los que se encuentran, en menor cantidad que los de talla regular, no abarcan todo el espectro de cuerpos grandes que existen y sus materiales no siempre tienen la misma calidad.
Pocas veces se ve un maniquí gordo en una vitrina. A los maniquíes delgados se les ve haciendo poses, con la mano en la cintura, con la cadera ladeada o las piernas cruzadas; a los gordos no, son estatuas rígidas sin horma que pocas veces son estéticas y no se prestan para otros ambientes como la alta costura, la exhibición o la fotografía.
Frente a esta necesidad del mercado se han presentado proyectos éticos y sostenibles como el de Ester Gómez donde todos los cuerpos entran a discusión. Su emprendimiento llamado Maniquí Verde, un espacio donde se crean figurines a partir de materiales reciclables pero duraderos, ha sido el aliado de varias marcas de la ciudad para exhibir y fotografiar prendas en figurines gordos. “Quería hacer la diferencia. Investigué el mercado y faltaba la variación de tallas así que hice la diferencia también con la función práctica y estética de estos maniquíes para la alta costura, la decoración, la fotografía y la exhibición de prendas” manifestó la creadora, demostrando así que la sostenibilidad y la inclusión pueden ir de la mano en medio de la industria manufacturera.
La primera tienda donde encontré un maniquí gordo fue en Cedemoda, el centro comercial a cielo abierto de Medellín, donde empresas textiles de la ciudad tienen sus puntos de venta de prendas, insumos y textiles. En medio de sus calles encontré el primer maniquí gordo vestido con ropa de la temporada; sin embargo, la tienda estaba separada en dos secciones: las prendas de talla regular y las prendas de talla grande, las cuales llegaban solo hasta la 3XL.
—Es para separar los públicos —dijo la vendedora. Y procedió a mostrarme la página web de las tallas grandes y todas las opciones que allí se encontraban.
Algunos comerciantes de la ciudad han encontrado la forma de ingresar al nicho de mercado sin perder la segmentación original de su público. Con los mismos diseñadores y los mismos insumos han creado marcas hermanas pensadas para diferentes tallas y cuerpos; ambas marcadas por las tendencias del momento y los colores de moda. Los mismos tonos pasteles de las tallas S y M se utilizan para las camisas y vestidos 2XL y 3XL.
El segundo maniquí se encontraba a tres cuadras del Parque Berrío, en la tienda Santa Fresa, una tienda que funciona principalmente por medios virtuales pero que posee un pequeño showroom en Medellín. La tienda maneja desde la talla 14 hasta la 20 y su especialidad son las camisas y los vestidos.
Natalia, la asesora, me pasa un vestido talla 16 que me resulta muy ajustado en el área del pecho, pero a diferencia de una tienda de tallas regulares, hay más opciones y estilos que pueden servirme y no debo conformarme con la talla más grande que tengan disponible. Me acomodo en un vestido talla 18, del que Natalia me enseña más referencias, colores y diseños; no debo adaptarme, eso me ha quedado claro y la rubia me lo hace saber:
—No te preocupes, dale hasta que te acomodes.
Natalia me pide mi número para avisarme de los nuevos vestidos y anota mi talla para tenerlo en cuenta, me muestra cómo le queda la camisa que me gustó a la modelo de la marca y me explica desde cuántas prendas consigo un precio al por mayor. Su maniquí viste un deportivo verde con beige y lo han vestido con la talla idónea de ropa; es más gordo que el figurín anterior, tiene los brazos rellenos y el estómago ancho, puedo verme por primera vez en un maniquí que no me resulta grotesco o exagerado.
Como Santa Fresa hay muchas marcas que se distribuyen y dan a conocer a través de plataformas digitales, lo que las ha ayudado a llegar a públicos específicos y a zonas del país donde nunca antes habían llegado, para consumidoras como Leidy Johana Colorado, la búsqueda de tiendas y ropa por Instagram le han facilitado la compra porque “me metía a buscar cualquier cosita y me aparecían muchas sugerencias. Entonces ya con la publicidad uno busca una cosa y le aparecen muchas más. Así conocí muchas, muchas páginas, con ropa muy bonita, con una gama mucho más amplia de tallas y mucho más fácil para adquirir las prendas”.
El tercer maniquí lo encontré al frente a la antigua Beneficencia de Antioquia, hoy el edificio de la Lotería de Medellín. Un almacén de Gorditas y Gorditos Sexy da a la calle, en su vitrina hay un ejército de figurines gordos, todas con pelucas baratas pero vestidas con diferentes prendas. Al lado de la entrada hay un cartel donde se recuerdan a sí mismos las tallas. Para ellas una talla 14 equivale a una XL y una talla 18 equivale a una talla 3XL; para ellos los números cambian: una talla 42 se entiende como una XL mientras una talla 56 se considera 8XL.
La asesora me ofrece agua fría mientras busca entre los estantes jeans de mi talla.
—¿Hay para mí? —pregunto. Pues como muchas otras he adquirido la mala costumbre de preguntar si hay ropa de mi talla antes de entrar.
—Sí, claro que sí, ¿en qué estilito lo buscas? —me pregunta. Me muestra jeans tiro alto, bota campana, con estampados y descosidos. Con el pasar de los años la marca ha evolucionado y ha ingresado a su inventario ropa más juvenil y a la moda. Sin embargo gran parte de sus estanterías aún están dedicadas a los diseños más conservadores y sencillos que comunmente conocemos como señoreros, los cuales están dirigidos a lo que aún es su público principal; camisas holgadas, con mangas largas y boleros en los bordes se mezclan con jeans con mariposas y manchas de pintura.
—¿El vestido lo tendrás en otro color? —pregunto pues solo lo he visto en naranja y rosa.
—Solo en colores de temporada —responde la asesora. Y acierta, pues en el centro de la ciudad se observan camisas y camisetas azul rey, rosa, naranja o verde, los colores que marcarán, por un par de semanas, la tendencia de moda en la zona, inclusive en las tiendas donde todo puede valer entre $10.000 y $20.000.
A la entrada de la tienda hay dos jóvenes. Uno está parado sobre una escalera vigilando a todos los compradores mientras el segundo anima a todo aquel que pase por la acera para entrar al negocio. Es una tienda de ropa de todo a $10.000 y $20.000, las vendedoras organizan mercancía y caminan entre cajas mientras asesoran clientes. No hay nada por talla, solo por diseño o color.
—¿Manejas solamente tallas únicas?
—¿Qué tallita estarías buscando?
—Como para mí —respondo.
—Solo esas de allá arriba —y me señala una hilera de camisas anchas, de licra, llenas de brillantes y estampados que chillan contra los vestidos colores pastel y los buzos tipo crop top que cuelgan en las demás hileras.
Inclusive en espacios donde la ropa es mas asequible, no es fácil encontrar la misma oferta y variedad para tallas grandes puesto que no entran en los estándares de la conveniente talla única que tanto habita el centro de la ciudad.

Elena plus clothing, Áttika Closet y Nation Plus Denim son algunas de las marcas que le apuestan al diseño exclusivo para tallas grandes buscando responder a las necesidades específicas de la gente gorda.
Foto: Manuela Rendón Uribe.
Un trabajo delicado
Entre los factores que pueden afectar una experiencia de compra para mujeres gordas no solo se encuentra que los cuerpos se sientan representados en los diseños y los maniquíes. También está el trato de los vendedores, la experiencia con el espacio y la poca estandarización de tallas en la industria hasta el punto que las marcas consideran que abastecen la demanda plus size de la ciudad ofreciendo ropa que llega hasta la talla 14 o 16.
Para Eliana Hérnandez, creadora de Gorditas Modernas Boutique, la venta a una mujer gorda debe ser una venta que debe hacerse de manera muy precavida. “Son personas muy delicadas. Es una venta que hay que hacer con muchísimo tacto, encontrar como la terminología adecuada para saber llegar a ese corazón que está aporreado por una industria que nos ha aporreado de una manera demasiado evidente, entonces es empezar también como a hacer un trabajo de amor, de sanación y de irlas como enrutando a ellas en lo que realmente deben usar y sobre todo en qué talla deben usar”.
En el espacio de Eliana todo es grande. Los vestieres, las habitaciones, los sofás, la oferta de ropa y las ganas de ver a sus clientes más allá de una transacción. Es un espacio pensado para mujeres gordas que buscar una experiencia segura y cómoda de compra: “antes de ver las personas como clientes, vemos la necesidad de un ser humano, un ser humano que ha sido flagelado, que ha sido estigmatizado. Entonces queremos que cada una de las niñas, chicas, mujeres que vengan a nuestro espacio se sientan demasiado cómodas, confortables, que sientan que el espacio que están pisando, que están ocupando, realmente es un espacio que merecen y que no están ocupando un espacio que le está haciendo falta a otra mujer, porque si tú te das cuenta normalmente cuando uno llega a un local comercial, uno siente que eso tiene como un espacio el cual ya tú no cabes, como que no es apto para muchas personas”.
Eliana remarca algo importantísimo para las experiencias de compra: el trato del vendedor. Debe ser empático, que escuche activamente al cliente y que entienda sus necesidades, sus miedos, sus inseguridades y lo ayude a sentirse cómodo en una experiencia que puede generar ansiedad o para clientas como Jessica Mileydy, inclusive resultar negativa. “No compraba, o sea, no salía. Odiaba, literal, salir a comprar ropa, porque pues siempre era como una negativa. ‘No, para ti no hay talla’, o me mostraban la ropa de señoras pues de 80 años y obviamente uno no la desmerita, pero yo en ese momento no tenía 80, ahora tampoco. Entonces no veo por qué tendría que vestirme así, horrible. Siempre fue muy maluco para la ropa interior, para los jeans, para las blusas, para todo en general”.
Lo más importante para consumidoras como Mileydy y vendedoras como Eliana es que el vendedor sea conocedor del producto que vende, las hormas, los estilos, los tipos de cuerpo y lo más importante es que entienda que no buscamos ocultar el cuerpo sino favorecerlo.
Aunque el panorama reafirma la idea de que la moda para mujeres gordas aún es un nicho bastante pequeño en comparación a las grandes industrias de la moda en la ciudad, las marcas emergentes y el cambio de discurso y perspectiva ha permitido que las usuarias finalmente desarrollen un estilo propio, aunque no tengan a la mano la misma oferta que pueden tener otros tipos de cuerpo. Para Mileydy, aceptarse como es la ha llenado de tranquilidad y amor propio: “cuando encontré la ropa también decidí aceptar mi cabello, que yo me lo alisaba siempre y ya dije: ‘No más’ esta soy yo: soy gorda, soy crespa; así voy a ser y ya es mi estilo. Ya no me pongo nada ancho, me pongo crop tops que pensé que jamás en la vida yo me voy a poner algo así. Entonces ya no me tengo que ocultar y ya no me tengo que acomodar a la ropa, sino la ropa a mí, si no me sirve una talla, pues pido otra y ya, ya no es el problema porque ya no me pego a la talla, ya no estoy como traumatizada de que ‘ay no, es que tengo que ponerme un 20 entonces subí 80 kilos’. No. Eso ni siquiera tiene que ver con el peso, tiene más que ver con la tela, con la horma de la prenda entonces ya entendí que no soy una talla”, afirme la crespa con seguridad.
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