El fantasma del tráfico animal
- Laura Wagner Arenas / laura.wagner@upb.edu.co
- 10 abr 2020
- 10 Min. de lectura
Para la fauna silvestre en Antioquia, el tráfico ilegal es una amenaza constante; las medidas de protección, limitadas en el territorio; el destino de los animales recuperados, incierto, y los recursos invertidos, insuficientes frente a un enemigo que avanza sin retroceder.
Admirada, observada, deseada, protegida, traficada y vulnerada: la fauna silvestre en Antioquia pasa de mano en mano, de casa en casa, de un encierro a otro en turbios procesos de captura, comercio y tenencia ilegal. Aunque hoy, a su espalda, interceden un manojo de leyes y una multitud de corporaciones, su amenaza luce invariable y se traduce en nuevos retos. Lo cierto es que el cautiverio no termina en el rescate o entrega a las autoridades ambientales, pues, como un fantasma, deja marcas y limitaciones para el ejemplar.
Animales silvestres que son tomados como objetos, humanos o mascotas; que son transportados y comercializados con indiferencia; que son alimentados con chocolate, pan y arepa; que son vestidos, nombrados y domesticados. Para muchos, la fauna silvestre en Antioquia no es ni fauna ni silvestre, es lo que la ambición, el capricho y la cultura inconsciente quieren hacer de ella. Sin embargo, una vez en cautiverio, la reincorporación de fauna no es tan sencilla como abrir la jaula y liberar al ejemplar, pues sus condiciones físicas y comportamentales difícilmente serán las más saludables a la hora de regresar al hábitat.
Contrario a lo que algunos puedan creer, el tráfico ilegal de fauna silvestre, el tercero más rentable después del de drogas y armas, no se limita a zonas rurales lejanas, pues incluso a la urbe nos llegan los ecos de ronroneos, graznidos y otros sonidos de animales en su momento comercializados y, a veces, maltratados. Ellos, algunos liberados y otros cuidados en colecciones vivas, son el motivo de esta historia.

Un animal cautivo no puede simplemente "soltarse". Infografía: Laura Wagner.
Calles limpias
Entre locales de cacharrería de la Plaza Minorista José María Villa, se abre un pasaje iluminado con filas de jaulas amontonadas de lado a lado, habitadas por marañas de pelos negros, blancos y café, e inquietas y ruidosas bolas de plumas. En medio del movimiento de hombres y mujeres apresurados por el inicio de la jornada, se elevan coros de cacareos, graznidos, maullidos y ladridos; familiares expresiones sonoras de animales domésticos y ornamentales. Aquí, la ausencia de fauna silvestre, antes tan comercializada, no representa más que la imposición enfática de la ley 1333 de 2009, la cual indica las sanciones en materia ambiental.
“Hace tres años más o menos, vendíamos de todo, pero ya no dejan: cerraron un montón de lugares y pusieron multas”, explica una mujer de corta estatura antes de blanquear sus ojos, regresar a su local, el primero a mano izquierda, y comentar: “Yo no sé para qué se pusieron a prohibir eso si son solo animales, ni que vendiéramos marihuana”.
Entre las sanciones establecidas por la ley, se contemplan multas de hasta 5.000 salarios mínimos, cierres de establecimientos y trabajo comunitario. No obstante, estas pueden ser eximidas con la entrega voluntaria de ejemplares en buen estado de salud, condición que no se cumple en todos los casos porque, en medio del transporte y cuidado doméstico, los animales son víctimas de desnutrición, lesiones y maltratos.
Patas torcidas, alas cortadas, dientes extraídos y colas mochas; aún cuando el animal es recuperado por alguna autoridad ambiental, sus nuevas limitaciones le impiden regresar a su hábitat y lo fijan a la estancia en colecciones de zoológicos y parques. Por ello, leyes como la 1774 del 2016 establecen penas de prisión de 12 a 36 meses por maltrato.
Un comercio subterráneo
Aunque en la actualidad el comercio y tenencia ilegales parecen haber perdido terreno, lo cierto es que solo cambiaron de escenarios y modos de acceso. Hoy, entidades ambientales corroboran que el número de animales que recuperan no varía con los años: anualmente llegan alrededor de 700 individuos a Cornare, cerca de 1200 a Corantioquia y 5 o 6 mil al AMVA.
“De la misma forma que tenemos más conciencia ambiental, se han abierto otros canales de comercio de fauna silvestre; por ejemplo, hay grupos de Instagram y Facebook para hacerlo. Es muy difícil combatirlo, ni siquiera sé si hay suficientes recursos, pero sin duda hay que seguir”, concluye Darwin Ruiz, zootecnista del Parque Zoológico de Santa Fe.
Una marca perenne
Amontonadas en una esquina, seis tortugas morrocoy se confunden con el color grisáceo de los muros de cemento del Parque Zoológico de Santa Fe. Su sutil camuflaje y quietud espectral les permite pasar inadvertidas para un gran número de turistas, abuelos y padres con niños al hombro que buscan llevarse grandes impresiones y buenas fotografías a casa. Incluso los pocos que observan la mencionada esquina corren el riesgo de pasar por alto la dimensión real de estas colecciones vivas, de no ser conscientes de ese fantasma del tráfico ilegal del que tantos animales, en total 942 en el zoológico, no pudieron desprenderse.
En el caso de las tortugas, la marca está en sus caparazones: más o menos protuberantes en cada escudo, a causa de las malas dietas durante su cautividad. Piramidismo. Así es llamada la enfermedad que, además de la deformación, conlleva afectaciones pulmonares, artritis e incluso parálisis; todas ellas, condiciones que imposibilitan su reincorporación y, por ende, según la ley 2064 del 2010, las confinan a colecciones vivas de tenedores legales de fauna.
Del hábitat a la jaula del traficante, del transporte clandestino a los sitios de comercio, del patio trasero de una casa a los hogares de paso de las autoridades, de los Centros de Atención y Valoración de Fauna Silvestre (CAV)… ¿a dónde? En el mejor de los casos, de vuelta al ecosistema; si el individuo está limitado fisiológica o conductualmente, a un parque, zoológico o zoocriadero; de lo contrario, si el estado de salud es grave, se practica la eutanasia. Según Andrés Gómez, zootecnista del grupo de fauna del AMVA, de un 3 a 7% de animales recuperados llegan a esto. No hay razón para polemizar, es el fantasma del tráfico ilegal; a fin de cuentas, es sabido que, por cada individuo extraído del hábitat, diez mueren en el camino.
¿Capacidad de carga?

Quelonios o tortugas, psitácidas o loras y una gran variedad de mamíferos son las familias de fauna silvestre que más se recuperan en el AMVA (Área Metropolitana del Valle de Aburrá) del tráfico ilegal. Sin embargo, el 80% de ejemplares no pueden ser liberados en la zona porque no pertenecen al Área Metropolitana, por lo que las autoridades antioqueñas tienen dos opciones: articular procesos de reincorporación con las otras 32 entidades ambientales del país o, en el caso de los individuos exóticos, no procedentes de Colombia, integrarlos a colecciones. En Antioquia, además del Parque Zoológico de Santa Fe, el Parque Temático Hacienda Nápoles y el Parque Explora son los destinos de miles de animales rescatados.
<< Mafias internacionales están detrás del tráfico de animales silvestres. Foto: Área Metropolitana.
No obstante, el problema está en la relación entre el número de ejemplares recuperados y la capacidad de dichos parques y CAVs para recibirlos. Desde tortugas, primates, felinos y otros, el Parque Zoológico tiene un plan de colección de máximo 1100 individuos, cantidad exactamente igual a la capacidad del CAV del AMVA. Hoy, esta entidad junto a Corantioquia y Cornare, esperan no tener que ampliar sus capacidades, mas afirman que es un tema preocupante.
“Hay loras que han pasado 15 o 20 años en un centro de valoración y nunca serán liberadas ni entregadas a zoológicos”, ejemplifica y finaliza Darwin Ruiz.
Procesos de readaptación, procesos inciertos
Los CAV son el destino primario de los ejemplares recuperados del tráfico ilegal: sean manejados en Antioquia por Corantioquia, Cornare, Corpourabá o Área Metropolitana, tienen una misma regulación, la ley 2064 del 2010, y, por ende, fines similares. Primero, revisar y atender médicamente a cada individuo; luego, estabilizar sus niveles de estrés con dietas y acomodamiento adecuados, y, por último, incentivar comportamientos naturales necesarios para su supervivencia en el hábitat.
No toda la fauna recuperada es apta para su liberación tras dichas etapas, incluso, según Ana María Castaño, subdirectora de Ecosistemas de Corantioquia, hay individuos reincorporados que son reintroducidos a procesos de readaptación más largos, pues reinciden en sus conductas domésticas. En el CAV del AMVA, por ejemplo, un 25% de animales no cumplen las condiciones físicas y comportamentales para ser reubicados. Mientras que, en el único programa de rehabilitación del Parque Zoológico de Santa Fe, hay una mortandad anual del 50% de monos aulladores rojos por las deficiencias físicas con las que llegan.
Lo cierto es que, una vez extraído el individuo, hay diversas afectaciones: en el ecosistema, que requiere de su función biológica, como la dispersión de semillas con sus excrementos; la especie, pues algunas se reproducen en condiciones muy específicas, y el individuo, porque su readaptación es muy demandante e incierta. En esta, durante semanas o años, los animales son enseñados a retomar o aprender por primera vez su conducta natural, ya que la mayoría genera improntas en el hombre ante la carencia materna.
El caso Júpiter
“Es haberme quitado un hijo de 19 años, verlo crecer, ser un hijo, un joven y un adulto, y después separarnos”, lamenta Ana Julia Torres, anterior cuidadora del famoso león Júpiter, un mes antes de la muerte de este. El rostro de la mujer, semioculto por la gorra roja que lleva puesta, aparece en un video del 27 de febrero de 2020 mientras que, intercalados, suceden los planos de un felino agonizante antes de ser trasladado del zoocriadero Los Caimanes, en Córdoba, al refugio de animales del Departamento de Gestión del Medio Ambiente en Cali.
Neumonía, tumores en hígado y pulmones y afectaciones hepáticas: sin la atención médica veterinaria necesaria y confinado a una jaula mucho más pequeña que la de Villa Lorena, su anterior hogar, Júpiter había entrado en estado crítico y perdido más de 200 kilos en un año. No obstante, a pesar de las conocidas objeciones de Ana Julia Torres por su separación de Júpiter, en realidad el cierre de su refugio, de casi 30 años de historia, respondió al incumplimiento de las normas de tenencia de fauna silvestre: 200 ejemplares no estaban registrados, algunos eran tratados como mascotas o bebés e incluso el león Júpiter presentaba una inexplicable diarrea crónica.
De esta forma, sin excusar la deficiente atención y cuidados en los que incurren los tenedores de fauna legales mal regulados, Iván Darío Soto, coordinador del Laboratorio de Genética Animal de la Universidad de Antioquia, recuerda a modo de conclusión:
“La gente se pregunta por qué los rescatamos si ellos se veían muy felices en sus casas, pero es que esos animales nunca debieron estar allí en primer lugar; desde la biología, su comportamiento y forma física no están en función de estar fuera del hábitat”.
Breves contraindicaciones de la tenencia ilegal
Además de las implicaciones en fauna, la tenencia ilegal de ejemplares silvestres involucra importantes riesgos en salud para quienes conviven con estos cual mascotas o seres humanos. No es en vano que los estudios de biovigilancia centrados en la búsqueda del origen del coronavirus SARS relacionaran estrechamente el virus con los murciélagos de herradura e, incluso, según el medio The Conversation, que el propio covid-19 o SARS CoV-2 tuviera un 96% de similitud con la muestra de un virus en estos ejemplares. Ello, a pesar de que la procedencia del último no haya sido confirmada.
“Muchas veces, las personas ignoran el riesgo de la zoonosis, que son las enfermedades que pueden transmitir los seres humanos a los animales, y viceversa”, explica Andrés Gómez, zootecnista del AMVA, y ejemplifica: “Las loras pueden transmitir clamidia; los murciélagos, rabia; las tortugas, salmonela; el burro, lepra”.
Conservación urbana
Ojillos negros muy juntos, melenas cafés detrás de las orejas y graciosas colas largas de extremos peludos, los monos titís gris de la Universidad de Antioquia dan brinquitos desde el ramaje alto, imperturbables al ruido a sus pies. En medio de la urbe, la tropa representa una nueva apuesta a la conservación de fauna en la ciudad, tras haber sido rescatada y sujeto de procesos de readaptación por el AMVA.
De acuerdo con las estimaciones de David Echeverry, coordinador de Bosques y Biodiversidad de Cornare, no es de sorprender que, a pesar de los años, primates como los monos de la ciudadela universitaria reincidan en comportamientos aberrantes, como bajar a tierra y recibir alimentos, debido a que su proceso de deshumanización es uno de los más difíciles. Contrario al de las tortugas, serpientes y anfibios, que se supera en el 100% de los casos, y al de las psitácidas, que tiene una tasa de éxito del 70 al 80%.
Además de los retos de supervivencia, la tropa de monos titís en la Universidad de Antioquia supone también una solución de reincorporación a la progresiva disminución de hábitats naturales por la sobrepoblación humana. El profesor Iván Darío Soto concluye:
“Antes, la conservación urbana de fauna estaba prohibida, pero ahora, con el AMVA, hemos convenido en que es una necesidad”.
“Nadie puede asegurar que, una vez liberado, el individuo no va a ser traficado de nuevo. Lo que sí podemos es educar y sensibilizar a las comunidades en el entorno”.
- Ana María Castaño, subdirectora de Ecosistemas de Corantioquia.
Otras alternativas
“Bienvenidos al mundo natural”, anuncia una mujer en un vídeo al abrir la rejilla y dar paso a unos dubitativos monos aulladores rojos que, tras kilómetros de viaje en carretera, a canoa y mula, se enfrentan a un hábitat desconocido, la Hacienda Miraderos en Venecia, Antioquia. Múltiples ojos y cámaras apuntan a ellos con atención hasta que se pierden de vista. Las imágenes corresponden al 2013; las autoridades, el Parque Zoológico de Santa Fe con apoyo de Corantioquia y el AMVA.
Como el único proyecto de este tipo en el Zoológico de Santa Fe, desde el 2006 el Programa de Conservación, Recuperación y Rehabilitación del Mono Aullador Rojo ha recibido hasta 294 individuos y liberado 162. De acuerdo con el zootecnista Darwin Ruiz, las reincorporaciones se realizan en la actualidad de forma blanda, con procesos paulatinos de adaptación al entorno, y tras haber terminado procesos de rehabilitación de dos a cuatro años. Ello, sin mencionar las investigaciones y análisis de impacto ambiental en el territorio.

Las liberaciones son el último paso de un proceso largo y difícil. Foto: Área Metropolitana del Valle de Aburrá.
Muchos esfuerzos para pocas garantías
Mas, según Brian Bock, profesor de Biología de la conducta de la Universidad de Antioquia, hay dos graves inconvenientes frente a la liberación de fauna rescatada: primero, la poca seriedad de algunas corporaciones al ejecutar reincorporaciones en reservas naturales a pesar del riesgo de contaminar o infectar a las poblaciones nativas. Y, segundo, la precariedad del seguimiento y monitoreo efectuados una vez reintroducido el ejemplar.
“No contamos con muchas herramientas relacionadas con el manejo de información que nos permita ejercer una vigilancia mayor o mejorar el tráfico ilegal”, reconoce David Echeverry, vocero de Cornare. Él aclara que, a falta de recursos para hacer marcaje y seguimiento satelital, se consulta a la comunidad cercana sobre sus observaciones de los individuos.
Así, debido al costo de los equipos tecnológicos, el seguimiento a ejemplares termina siendo el último gran obstáculo que sortear. El caso del AMVA, se reduce a tres cifras: 20 millones de pesos, 4500 animales y 5 mil millones de pesos. La primera es el valor de un collar de telemetría, de medición de datos; la segunda, los individuos reintroducidos por año, y la tercera, el presupuesto anual. Por lo tanto, de ejecutarse un seguimiento por individuo, se requerirían alrededor de 9 mil millones de pesos. Pero incluso de tenerlos, Ana María Castaño, subdirectora de Ecosistemas de Corantioquia, enfatiza a modo de conclusión:
“Nadie puede asegurar que, una vez liberado, el individuo no va a ser traficado de nuevo. Lo que sí podemos es educar y sensibilizar a las comunidades en el entorno”.