Un espectáculo de perseverancia grande como una carpa
- Contexto UPB
- 5 jun
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Valeria Hernández Martínez / valeria.hernandezm@upb.edu.co
En el cerro Nutibara es posible encontrar un espacio donde el aire que se respira es fresco gracias a las corrientes de aire que bajan por sus faldas. Lo invade el ruido de la avenida Guayabal, al igual que el revolotear de mosquitos, mariposas y aves que dan cuenta de la biodiversidad de aquel espacio.
Bajo la que antes fue una agujereada carpa roja y azul, viven cinco perros rescatados y trabajan más de 10 personas optimistas y amantes del arte y la cultura. En el extenso lote también se encuentran una biblioteca con archivos relacionados con las artes circenses y teatrales, el único museo en la ciudad sobre la historia del circo. Hay también casetas de comidas y una sala de espera que puede alojar a cientos de visitantes.
En este espacio la música retumba por todas partes, elemento acompañado de unas características luces de colores vibrantes que ambientan el lugar y le otorgan unos característicos aires de espectáculo. A pesar de que la pequeña tarima circular no se eleva más de un par de centímetros sobre el suelo, en ella suceden actuaciones dramáticas de pantomima, payasos irreverentes que involucran al público en sus presentaciones, magos capaces de desafiar los límites de la mente de jóvenes y adultos, malabaristas con precisión y habilidades sorprendentes y acróbatas y aerealistas cuya elegancia y gracia dejan a más de uno con la boca abierta.
En dos horas de show, desde este lugar se transporta a cualquier espectador a una sensación de nostalgia y asombro que fascina a quien lo visite, puesto que allí es posible compartir espacios de familia, celebrar una ocasión especial de manera diferente, e incluso recordar aquellos instantes de la niñez para muchos.
Los cimientos del circo
Se trata del primer circo no itinerante de toda la ciudad: el Circo Medellín. Su director y fundador, Carlos Álvarez, instaló por primera vez su carpa hace más de 15 años. Desde los nueve años, Carlos Álvarez se enamoró del circo al punto de no desprenderse de la idea de fundar uno, por más descabellada que fuera. Basándose en referentes de circos mexicanos, rusos e italianos que visitaban Medellín, por años el joven Carlos montaba carpas con sábanas en la sala de su casa, cuando se caracterizaba por ser el “bromista” de su salón de clases.
En los 2000, Álvarez conoció al padre Rubén Sánchez, quien administraba un hogar caritativo para adultos mayores en el barrio Villa Hermosa, Medellín. Todos los días, Sánchez buscaba alimentos y auspicios económicos para su proyecto cerca al centro de la ciudad. Sin embargo, en su trayecto lograba avistar muchos niños y adolescentes en condiciones de calle y solos. No importaba cuantas veces pasara por allí en un día, siempre estaban en el mismo sitio.
Había niñas embarazadas, jóvenes desplazados por la violencia, niños que nunca habían pisado un aula de clases en su vida… Con el corazón movido, el padre decide expandir su proyecto como samaritano para ayudar a quienes más lo necesitaban. Se propuso crear un grupo que permitiera no sólo alimentar y dar techo a estos adolescentes, sino también generar espacios que giraran en torno a la expresión artística, ofreciendo la posibilidad de adquirir nuevos oficios y pasiones. Esta idea partía de su admiración por las artes escénicas como una herramienta de bienestar social.
El sacerdote conoció a Álvarez en una de sus diversas presentaciones como mimo representativo de la ciudad y acordaron realizar talleres y funciones para los jóvenes, puesto que ambos consideraban el arte como una alternativa para la formación en habilidades sensibles para que los contextos violentos de Villa Hermosa y otros barrios marginados de la ciudad no se apoderaran de sus vidas. Gracias a esto, surgen los inicios de la Fundación Circo Medellín, junto al colectivo circense Titiritrastos.
Un mimo con voz propia
Carlos Álvarez, reconocido mimo y clown oriundo de del barrio Belén, recordado por sus apariciones en la televisión local, se caracteriza por su trabajo en el que combina diversas disciplinas artísticas y teatrales; trabajo con el que ha representado al país en el ámbito internacional. Es el fundador y director del Circo Medellín, en el cual también participa con números de pantomima.
Para él, el circo y la educación van estrechamente de la mano. Si bien ambos términos pueden no parecer relacionados, Álvarez considera que el circo puede ayudar a enriquecer a toda la población interesada en el arte teatral, dice que el aprendizaje va más allá de los títulos otorgados por instituciones educativas. Considera que su carpa es un espacio para todos, catalogado incluso como un lugar de inclusión social, en el que tanto espectadores como personas interesadas en aprender son bienvenidas.
Carlos Álvarez comprende la importancia de reivindicar la historia y reputación de la ciudad, la cual tiende a estar manchada por fenómenos como el narcoturismo entre otros. Es por esto que proyecta espacios que puedan ser atractivos turísticos mediante nuevas dinámicas sociales que fomenten el arte por sobre la violencia. Para Álvarez el circo cambia vidas, proyecta los seres humanos como ciudadanos íntegros y sensibiliza a las personas que aprenden en este espacio.
En una cuerda floja
El Circo Medellín, igual que otros establecimientos dedicados al arte, ha atravesado diversas dificultades desde su consolidación. Un escenario, cuyas luces parpadeantes y sus dos pequeños parlantes pueden acompañar hasta a 200 personas, pasaba semanas y meses con una asistencia de entre cinco y 10 espectadores. Si bien, una parte del financiamiento del circo radica en proyectos y auxilios brindados por la Alcaldía de Medellín, la mayoría se espera de los asistentes: la boletería de funciones, la contratación de los servicios circenses para eventos privados, la venta de alimentos y mercancía dentro de sus instalaciones, entre otras fuentes. A pesar de estos y otros esfuerzos, parece no ser suficiente para que el espectáculo continúe.
Debido a la falta de público, y por ende, de recursos financieros, a Carlos Álvarez se le dificultó un reto clave para todo circo: tener una buena carpa. Los siete años de vida útil de la anterior pasaron de largo y el principal rasgo que tenía eran los agujeros que filtraban el agua de las lluvias, dejaban pasar el caluroso sol cuando no era el granizo de las temporadas frías del año. Por eso a inicios de 2025 se lanzó la iniciativa Circotón, una jornada de espectáculos, servicios y alianzas que buscan permitir a los ciudadanos dejar su grano de arena y aportar monetariamente para la permanencia del circo de la ciudad.
Más allá de recuperar y embellecer el espacio que alberga al circo, se trata de mantener viva la tradición como forma de entretenimiento para todo público, especialmente para las nuevas generaciones que tienden a empaparse de placeres que, en su mayoría, están en las pantallas digitales. Esta iniciativa nace de la importancia de tener espacios de cultura en la ciudad, de permitir que sus artistas sigan soñando y viviendo a costa de lo que disfrutan y de que el arte resista y se reinvente conforme pasen los años.
Para Álvarez, mantener vivo el circo se ha tornado en una especie de círculo vicioso: al no haber suficientes recursos, se realizan funciones, al no haber público, se decide contratar a un publicista para generar contenido que dé a conocer las actividades del circo. Sin embargo, para ello, no se tiene el dinero suficiente y la sinsalida se repite constantemente.
La preparación constante de los artistas es de los ingredientes que mantiene la magia del espectáculo, más allá de las dificultades.
Fotos: Valeria Hernández, Estefanía Osorio, Guillermo Machado.
El logro de la Circotón
Diversas asociaciones y empresas relacionadas con las artes teatrales y circenses se sumaron ofreciendo espectáculos con sus propios artistas como invitados en el circo, sin necesidad de recibir parte de las ganancias generadas. Asimismo, la recepción del público ha sido sumamente positiva, con el número de audiencia ascendiendo en gran medida desde el anuncio de la campaña, empresas que aportaron monetariamente y un seguimiento que supervisa e incentiva a visitar el circo.
Así se cumplió su meta principal de recaudar $50 millones para el primer paso: conseguir una nueva lona. Se han comprado insumos, se han contratado profesionales para la instalación y, gracias al apoyo de empresas de plásticos y talleres de elaboración de carpas para camiones, se ha podido saldar los gastos necesarios tanto para la confección, como para la desinstalación e instalación de la antigua y nueva cubierta. A la fecha, el en Circo Medellín reluce la nueva carpa, resultado del empeño de Carlos Álvarez, sus colaboradores y aliados.
Sin embargo, la Circotón no finaliza aquí. El circo aún precisa de dinero para su personal, la mejora de su escenario, el pago de servicios y arriendo y demás gastos. Si usted desea realizar un aporte, puede asistir a sus funciones todos los domingos y festivos a las 4:00 p. m.
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