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Los circos se resisten a ser fantasmas

Dicen los artistas que en Antioquia hay por lo menos 30 circos tradicionales que no están en el radar del Instituto de Patrimonio y Cultura. La pandemia aceleró su desaparición. Además, entre artistas y Estado parece haber teléfono roto.


Manuela Suárez Giraldo / manuela.suarezg@upb.edu.co


Colombia es un país que ha visto crecer dentro de muchas carpas a generaciones de artistas que, desde que nacen, tienen el oficio circense tatuado en el corazón. Ahora, ese mismo país es testigo silencioso de cómo dejan apagar una de las tradiciones artísticas más entrañables.


Antioquia, a su turno, es uno de los departamentos donde más se han fundado circos tradicionales y donde se ha peleado contra viento y marea para mantener este legado. Sin embargo, desde que llegó la inesperada pandemia, el panorama se fue haciendo cada vez más desalentador, pues, aunque nadie pudo librarse de la crisis, este sector artístico en Antioquia sigue a la espera de recibir a su audiencia a plena capacidad.


En los periódicos, las noticias cada vez son más esperanzadoras, hay respuestas del Gobierno, reuniones para apaciguar la crisis económica, decisiones sobre teatros, conciertos, estadios; pero sobre los circos no se dice nada.


En Marinilla, Antioquia, el circo de los hermanos Daza se aferra con pasión e ilusión a su legado familiar que lleva tres generaciones y al mismo tiempo -gracias a su mediana carpa ubicada en una de las principales entradas al Municipio- llena de color y de alegría a muchas personas que encuentran dentro un lugar seguro para escapar de la rutina. Además, es hasta ahora el primer circo tradicional del departamento que ha podido volver a escena, aunque la historia ya no es la misma.


Las exigencias para el artista de circo no cambiaron en el marco de la pandemia, por el contrario, incrementaron significativamente, lo que implica que, además de la inversión mínima que debe haber dentro de las carpas, que oscila entre 70 y 80 millones de pesos, Ricardo y Daniel Daza, tuvieron que cubrir otros gastos, como, por ejemplo, una póliza que cuesta alrededor de un millón de pesos, un lavamanos que costó 700 mil, comprar una bomba desinfectante, antibacteriales, mascarillas y otras cosas que sumaban más de 3 millones de pesos. Todo esto a cambio de un aporte voluntario para quienes anhelen entrar a ver el espectáculo.


“Cuando dimos este paso no lo hicimos por nosotros, sabemos que las personas apenas se están levantando de la crisis, y que fijar una boleta era exigir demasiado. Pero también sabíamos que la salud mental de muchos podía estar peor que la parte financiera, y eso nos motivó a invertir los ahorros que teníamos con el fin de reabrir la carpa y traer un poquito de paz dentro del caos”, señaló Ricardo Daza.


Carpa actual del Circo de los hermanos Daza a la entrada del municipio de Marinilla. Foto: Manuela Suárez.


El espectáculo trata de continuar

Las funciones se hacen los sábados y domingos a las 7:30 de la noche y, sin importar cuánto se recoge a la entrada, los espectáculos duran una hora y diez minutos, se hacen con el mismo amor y profesionalismo de siempre.

Aunque esto “trabajar con las uñas” por el amor al arte y a la cultura, no basta el corazón cuando no hay un apoyo desde las entidades encargadas, pues los hermanos Daza aseguran que, después de ocho meses de apertura, no han tenido ninguna visita por parte de la Secretaría de Cultura, ni mucho menos por el Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia, que ni siquiera estaban al tanto de que ya un circo estaba abierto al público.


“No, no sabemos cuantos se han podido reactivar, eso es una cosa supremamente difícil”, explicó Hugo Valencia, profesional especializado para el sector del teatro, del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia en diálogo con Contexto y aclaró: “Nosotros no sabemos cuántos circos tradicionales hay en Antioquia porque como ellos no se comunican con nosotros, la base de datos que tenemos es limitada”.


La carencia de un registro representa la imposibilidad de tener una base sólida sobre la cual construir una solución. Los hermanos Daza sostienen que en Antioquia hay por lo menos 30 circos tradicionales que no están en el radar de la institucionalidad, por lo que, consecuentemente, no han recibido ningún tipo de ayuda en medio de la contingencia.


Según Valencia, los fondos derivados del impuesto de IVA, destinados para el mantenimiento de inmuebles patrimoniales fueron redireccionados por el Ministerio de Cultura para auxiliar a los artistas en medio de la pandemia. El listado lo integraban danzantes, músicos, teatreros, cirqueros, escritores, artistas plásticos visuales y de otras áreas, reportados por los municipios. El monto que inicialmente ascendía a 3 910 millones de pesos para Antioquia tuvo recortes, luego de que se cruzaran cuentas para establecer quiénes temrinarían recibiendo más de un subsidio. “Eran casi 7.000 personas las que cumplían con los requisitos para darles plata, la cual sí se invirtió. Ahora, qué tan bien haya sido invertido ese dinero por las personas, no lo sabemos”, explicó Valencia.


Los hermanos Daza aseguran que a los circos tradicionales no les tocó nada de ese dinero, lo cual concuerda con el ya mencionado problema de identificación de los artistas.


Las sucesivas prórrogas de las medidas de emergencia por la Covid-19 obligaron a recoger las carpas de muchos circos, algunas de las cuales fueron incluso vendidas porque sus dueños no tenían como pagar un alquiler. Otras familias se vieron obligadas a recibir cualquier peso por todos sus materiales de trabajo, con tal de conseguir algo para poder comer.

Tercera generación: los hermanos Daza siguiendo la tradición en una función empresarial. Foto: Instagram de Ricardo Daza


¿Qué dicen?

“Aquí nunca ha venido un líder de circo tradicional a querer dialogar o proponer cosas, la percepción que ellos tienen de las instituciones es que las reuniones son para cobrarles impuestos, u obligarlos a pagar cosas que normalmente evaden, por eso es difícil identificarlos. La última vez sacamos nueve vacantes para la convocatoria (del Portafolio Departamental de Estímulos a la Cultura), cuatro quedaron vacías y ningún circo se postuló, y son estímulos de casi 18 millones. No hay comunicación”, expresó Hugo Valencia.


Sobre el portafolio de estímulos referido, Ricardo Daza afirma que: “Sacan tres o cuatro convocatorias para más de cuarenta circos, pero en realidad los requisitos que uno debe cumplir para participar son ilógicos, sin contar que por ley les toca sí o sí abrir esos proyectos. Además, no se interesan por nosotros, ni siquiera acá en Marinilla han venido de la misma alcaldía a apoyarnos en algo. No les importa hablar”. Los problemas de comunicación entre los artistas y la institucionalidad son evidentes.


Hasta las carpas están en riesgo, pues el crecimiento urbano deja sin espacio este ícono del circo y la magia un espectáculo que funciona perfectamente bajo estas estructuras. Cuenta Daniel Daza que: “A veces nos toca acomodarnos en lugares indignos con tal de que nos dejen presentar en esos Municipios, sabiendo que uno ve predios grandes y en buen estado desocupados. Creen que la profesión del circo es algo lamentable, cuando es pura magia”. Hugo Valencia reconoce esa problemática de espacio y asegura que el crecimiento de las ciudades y la expansión del territorio urbano ha desplazado más las oportunidades de establecer circos en algunas partes.



La de los Daza es una de muchas tradiciones familiares que sostienen el arte circense. Fotos: Cortesía.


Los hermanos Daza no conciben la idea de bajar el telón de una tradición familiar que les ha regalado la verdadera felicidad. Y así como ellos, hay muchos circos tradicionales en Antioquia esperando ser reconocidos y asistidos por el Estado. Según el vocero del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia, las puertas están abiertas para los líderes de cada circo. El problema es que esa ruptura de comunicación, esa falta de acercamiento, tiene en riesgo una parte de la historia artística del departamento que ha tocado las infancias de millones.

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