Historias al paso por la Avenida Jardín
Juan José Yath Granados / juan.granadosg@upb.edu.co
Comercio, movilidad y paisaje son rasgos clave de la Avenida Jardín. Una vía dentro de la comuna de Laureles que congrega establecimientos de distintos tipos, combinados con presencia de árboles y jardines que es característica de esta parte de la ciudad y representa lo que fue el proyecto residencial con que se concibió Laureles en un principio, el cual hoy integra además el turismo y los negocios. Miradas y voces que conviven en la avenida y conocen lo que es Jardín y el movimiento que hay en su corta extensión.
En una intersección de avenidas hay dos opciones de camino. Uno de ellos lleva a una calle breve, de solo dos cuadras. Sin embargo, este pequeño espacio merece mucha observación: en un momento se observa un restaurante de platos exóticos, giras un poco la cabeza para estar frente a una cadena de comida y luego observas la magnitud de las ramas que dan sombra a los andenes. Es inevitable.
La avenida Jardín se extiende desde una rotonda sin andén que divide otras calles, forma un cruce con la mencionada Nutibara y termina una cuadra después con el Segundo Parque de Laureles. Esta vía fue parte del proyecto con el que se ideó lo que es actualmente la comuna que da nombre al parque. El sector fue planeado con un diseño alejado del estilo tradicional de otras zonas de la ciudad. Pedro Nel Gómez, el arquitecto original a cargo del proyecto, lo pensó como un espacio donde primara el paisaje, el verde de los árboles y grandes espacios para el caminante. En un principio, se pensó como un barrio residencial para familias obreras, pero al final, una emergente clase media - alta fue quien lo habitó en su mayoría. Hechos como estos ayudaron a construir la imagen de Laureles como la “zona de ricos” en Medellín.
El surgimiento de tantos negocios en la avenida quizás ha hecho que se merme la imagen de barrio residencial. Pero eso no quita que aún conserve elementos de su planeación original como los amplios espacios para caminar y los pulmones verdes en forma de árboles. La concepción de Laureles desde su planeación la documenta Sandra Milena Bedoya Mira en el texto “Cooperativas de vivienda y conformación de un barrio para los grupos medios en Medellín. Laureles (1940-1970)".
La avenida aglutina comercio, vida e historias. Incluso las personas que se mantienen cerca de estas calles calle tienen cosas que contar sobre uno de los sectores más representativos de Laureles. En la rotonda, frente al inicio del separador de las calzadas en que se divide la avenida Jardín, varios domiciliarios se parchan a descansar y conversar mientras esperan una notificación de su aplicativo de trabajo, junto a un pequeño puesto de surtido. Uno de ellos es Rafael, de los que más conoce el sector, quien cuenta que es una zona bastante buena para su trabajo porque a cada rato le llegan pedidos de los diferentes restaurantes a los lados de la vía.
“Laureles como tal es lo mejor. Es el área desde donde me buscan todas las aplicaciones, bien sea de transporte, de domicilio. Para trabajar, siempre hay venta, siempre hay movimiento, especialmente en esta área [la Avenida Jardín]. Pero en general todo Laureles tiende a ser así. Bien sea la 70, parte de la 80…”, dice Rafael en medio de bromas de sus compañeros, cuyos cajones para los pedidos tienen marcas distintas.
Al avanzar por las calles se ven los primeros restaurantes. Frente a ellos hay jardineras con distintos tipos de plantas que adornan el andén. Sin embargo, al observar de cerca, aparecen junto a las envolturas y otros residuos de distinto tamaño que hacen un rastro que va hasta una caneca de acero repleta de desechos.
La gran cantidad de negocios en la zona hace que estos contenedores se llenen rápido. Emilce, operaria del personal de aseo en las calles, pasa a limpiar y cuenta que no son solo residuos de los restaurantes lo que termina en las canecas: ella ha visto desde escombros, hasta pañales de adulto mayor. Los habitantes de calle, venteros, incluso los mismos domiciliarios, mantienen el sitio sucio al botar cualquier sobrante en el suelo.
“Mantengamos el jardín limpio, toda la naturaleza limpia para que veamos la ciudad bonita, porque si nosotros limpiamos y ellos hacen y hacen nunca se va a ver la ciudad bonita”, comenta Emilce mientras saca la basura de una caneca verde donde se botan los desechos de mascotas.
No obstante el problema con las basuras en la zona, Emilce también aprecia lo que es Laureles, al que ella llama su segundo hogar, el espacio donde labora desde hace casi trece años. Cerca de ella o pasan algunos cuidadores de autos, los reconoce y se saluda cordialmente con algunos.
Un sábado cualquiera, por ejemplo, quienes pasen por la avenida Jardín en carro y necesitan a alguien que lo cuide pueden acabar en conversa Ángelo. Aunque lleva dos años en la zona , también considera a Laureles su segunda casa. Conoce a muchos de quienes trabajan allí y por eso valora el sentimiento de comunidad que hay.
“Esto es como una familia, es que acá todos nos conocemos con todos. Ya uno ya conoce la del restaurante, la mesera, el dueño, todo”, dice Ángelo, quien, además del tiempo trabajando, tiene recuerdos de hasta veinte años atrás sobre la avenida. Esas memorias le dan conciencia del cambio que tuvo al volverse más comercial. Reconoce que esto ha permitido que florezcan negocios y con ellos muchos empleos.
Pero unas por otras: las filas de autos que se parquean en la calzada hacen aún más estrechos los caminos por donde conducir: “Se volvió una especie de parqueadero, aunque no lo es, es algo ilegal porque estamos en una vía principal, esto dejó de ser casas y se convirtió en esto”, reconoce Ángelo.
Postales de las historias al paso en la Avenida Jardín. Fotos : Juan José Yath.
La segunda mitad de la avenida Jardín repite el patrón de plantas en el andén, así como el movimiento del naranja y el rojo en los chalecos de los cuidadores de carros. Cerca del fin de la vía se encuentra Gerley, un guardia de seguridad de un edificio cerca del Segundo Parque de Laureles. Lleva seis años trabajando en el sitio. Además de estar pendiente del edificio, ha observado el cambio en la avenida hacia amplios andenes y más jardines con plantas de mayor tamaño. La avenida conserva su imagen verde por los todavía numerosos árboles que decoran las medianas, un detalle que la vuelve atractiva, junto a los restaurantes y la seguridad, que Gerley considera buena.
“Digo yo que esta avenida es patrimonio de laureles. Mire esas bellezas de árboles, la gente viene aquí solo por ver la imponencia a esos árboles que hay aquí”, opina Gerley en un espacio de relajo, junto a su taza de café.
Frente a Gerley, está el final del separador, a una calle del parque. Ahí, se asienta de domingo a domingo un puesto de surtido y aguacate. Flor, la dueña, lleva 22 años en la avenida. Mientras habla, cuenta las monedas de la caja y menciona los cambios dentro del sitio. Aunque esté a solo una calle de su compañero Gerley, ella reconoce que la avenida es más peligrosa que otras zonas de Medellín. Lo más importante es no “dar papaya” con los celulares, sobre todo en horas de la noche. Aun así, tampoco niega el potencial comercial de la Avenida.
“Esta avenida yo la describiría como con mucho comercio, mucho trabajo, Gracias a Dios, para las personas. Es un ambiente muy bueno para las personas que quieran venir a comer, a disfrutar un rato con la familia”, dice Flor.
Quienes terminen de recorrer la avenida quizás quieran llegar hasta el Segundo Parque de Laureles, ya sea para descansar, o para que la familia pase el rato en los juegos, como es el caso de Anyelina. Ella es de Republica Dominicana y lleva un año viviendo en Medellín. Junto a su esposo y sus hijos, van seguido a la avenida Jardín para lo que llama “estar en ambiente”, ir a compartir y a pasar el rato. En su experiencia, no le parece peligroso el sitio, ni siquiera de noche. Y, si bien hay congestión en el tránsito, no le afecta al caminar por los andenes. Aun así, ni la avenida ni Laureles son lugares que ella elegiría para vivir, justo por el ruido que genera el movimiento del comercio.
“La verdad, me gusta para visitarlo, lo que he visto de laureles me gusta que tiene el ambiente en cuanto a que uno tiene bastante que ofrecer en comida, pero no me gusta para vivir porque, así como hay tantas cosas, no me gusta el ruido a la hora en que trabajo”, explica Anyelina.
La clave de la Avenida Jardín es que es del tipo de lugares donde no solo basta con moverse, sino pararse a observar a quienes construyen su vida, lo que unos llaman como la familia. Hay más para observar y entender en los veinte minutos que puede tomar el caminarla, pero son muchos los recorridos que por allí se pueden hacer, cada uno con una historia diferente.
Un mapa de Jardín al paso
Dale clic a los íconos de ojo para recorres puntos clave en este viaje por la avenida Jardín.
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