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De la carta al emoji: ¿La era digital degrada o complementa el lenguaje?

Estamos en un episodio de la humanidad en donde la digitalización del mundo gana cada vez más fuerza y la percepción de la realidad que tenemos se modifica a la par. Es natural que la forma en la que nos comunicamos también se transforme, respondiendo a una suma de cambios en el entorno social y los avances tecnológicos.


Por: Helena Botero Mejía / helena.botero@upb.edu.co


El lenguaje, entendido como el conjunto de recursos que tiene el ser humano para comunicarse con otros, es un organismo vivo: está en constante transformación, adaptándose siempre a la sociedad que hace uso de él. Los recursos a los que acude, comprendidos como signos, tienen la función de lograr un entendimiento común, pues dentro de un contexto determinado, el mensaje busca ser lo más claro posible y convertir un pensamiento o sentimiento en una expresión que pueda transmitírsele a otro.


Hace unos años, el concepto de esfera digital era mucho más preciso, todavía podríamos marcar las barreras entre esta y otras que define, por ejemplo, el debate voz a voz sobre temas públicos o la que definen nuestros asuntos íntimos como la sexualidad o los hábitos alimenticios. Sin embargo, hoy esas líneas divisorias se hacen difusas y las plataformas digitales se hacen escenario de confluencia de todas estas esferas, para construir una idea diferente de lo que es la realidad y desdibujar los límites sobre los aspectos de la vida que son íntimos, privados y quizá los que deben (o no) ser públicos.


Por otro lado, cada vez más personas utilizan aplicaciones móviles y pasan un mayor tiempo en ellas. Según estadísticas de Hootsuite y We Are Social, para enero de 2022 se estimaba que las redes sociales tenían un total de 4,62 mil millones de usuarios, equivalente al 58,4% de la población mundial, quienes invertirían, además, un aproximado de 2 horas y 27 minutos al día en estas plataformas.


Estos canales de información y de comunicación tienen una serie de nuevos códigos, formatos, elementos y estructuras que responden a unas nuevas necesidades y contextos, pues permiten que confluyan elementos visuales, auditivos y textuales, construyendo una percepción mucho más inmersiva en la información que se difunde y que nutre la conversación. Mediante emojis, stickers, gifs, notas de voz, imágenes y videos complementamos nuestro discurso y decidimos cómo expresarnos.


En la digitalidad, es posible "hablar" más allá de la palabra. Foto: Comunicaciones UPB.


En red, ¿enredados?

“Hay toda una conjunción entre lo oral, lo escrito, lo textual y lo icónico en una misma plataforma, en un mismo medio de comunicación, los cuales anteriormente estaban más divididos: aquí la palabra, allí la imagen, aquí lo textual, allá lo visual. Ahora existe esa convergencia”, apunta Jorge Iván Bonilla, Comunicador Social – Periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana, Doctor en Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia, Magister en Comunicación de la UPB y jefe del Departamento de Comunicación Social de la Universidad EAFIT.


De la misma manera, Paola Hincapié, Comunicadora Social – Periodista de la UPB, docente de la institución y directora de estrategias de comunicación y social media en Agencia El Grifo, señala la importancia que toma la imagen en estas nuevas formas de interacción y comunicación: “Hoy somos supremamente visuales, y es algo coherente porque nos estamos comunicando a partir de pantallas, la imagen se convierte en esa parte lógica, o más cómoda, para trasmitir algo. Cuando uno hace referencia a un meme, o a un sticker, varios en la sala pueden saber a qué se refiere, sin verlo. Entonces eso a lo que está llevando es a que obviamente empezamos a tener una rutina frente a la apatía al texto. No es que sea algo ‘apocalíptico’, no creo que muera el texto, pero sí que empiece a reducirse masivamente el gusto por el texto extenso”.


El “meme”, que Richard Dawkins denominó “el gen egoísta”, haciendo alusión a comportamientos humanos que se propagan a pesar de no tener sentido en una perspectiva evolutiva (puesto que son aquellos que no le apuntan a la propagación de los genes), es un término que se popularizó mucho más al referirse a una imagen graciosa y viral, la cual hoy hace parte también de los códigos utilizados para comunicarnos entre nosotros. Sobre esta forma comunicativa, Juan Esteban Villegas Restrepo, Doctor en literatura de la Universidad de Antioquia, Magíster en literatura latinoamericana y española de Rutgers University y Profesional en literatura e idiomas de Montclair State University, opina que: “Si bien puede ser muy gracioso, lo que hace es reducir la capacidad de pensar las cosas. Te da una cosa y no te da la posibilidad de problematizar o de ver más allá de lo que dice. Ha empobrecido la capacidad argumentativa de nosotros como hablantes”.

El problema podría ser que, en muchos casos, debido a que los formatos de estas plataformas promueven contenidos más cortos, hay una reacción inmediata solo la superficie de un tema. Sucede, por ejemplo, en Twitter, que es una red social muy reactiva y emocional, como la describe Paola Hincapié y, así como la mayoría de las veces no hay un trabajo reflexivo extenso y previo antes de compartir una opinión o información (la mayoría de las veces), tampoco lo hay al momento de reaccionar a algo que vemos. No hay misma dinámica en todas las plataformas, pero leer para responder y reaccionar se presta para muchos malentendidos y discusiones aque se salen fácilmente de cauce.


"Like"

Silvana Serra, Doctora en fonoaudiología, profesora e investigadora de la Universidad Nacional de Córdoba, en su TED Talk: ¿La comunicación en riesgo por el uso de las tecnologías? refiriéndose a la variedad de códigos y formatos con los que contamos hoy, afirma que: “Estamos en una zona y tiempo de oportunidades. Y, claramente, nos define como ciudadanos de una época en la que no es una era de ausentes - presentes, sino que tienen la clara convicción de qué herramientas quieren usar para resolver las dificultades. Que también involucra a la idea de que comunicándome me identifico y pertenezco a un colectivo determinado”.


Otro de los temas tratados en la charla de Silvana Serra es el del uso de emojis, mensajes de voz, imágenes y demás códigos que incluimos o utilizamos para dar un mensaje, pues hay una decisión consciente, intencional y estratégica en el momento en el que decidimos enviar un mensaje de voz en lugar de un mensaje de texto, en si incluir o no íconos, dependiendo de la seriedad de la conversación y todas esas son alternativas y herramientas con las que contamos para liberar la “tensión” que representa la necesidad de comunicación de los seres humanos. Esto hace de la palabra solo un recurso más, entre tantos, para expresar un suceso, un pensamiento, una emoción.


Asimismo, es importante tener presente que la posibilidad de contar con un dispositivo móvil todo el tiempo, conectado a internet, acumulando información y con varias conversaciones al tiempo, es una muestra de la celeridad con la que se vive en la era digital. Sucede entonces que las formas de comunicación también le apuntan a lograr un mayor impacto en menos tiempo, los textos deben ser claros, breves y lo suficientemente persuasivos o impactantes, porque además compiten con el resto de información que pueda aparecer en la pantalla del receptor, quien bien sabemos que puede estar haciendo otras tantas cosas en el momento de recibir un mensaje.


Ahora bien, cuando la inmediatez prima sobre la reflexión previa en la elaboración de un contenido o en la redacción de un mensaje, es entonces natural que se pasen por alto algunas normas de escritura, ya sea confiándose en el corrector automático, acudiendo a formas de acortar las palabras o simplemente no dándoles tanta importancia, pues no siempre se cuenta con el tiempo necesario para elaborar lo que se comparte. Frente a eso se ha expresado un poco de preocupación, pues algunos piensan que esto puede contribuir a la degradación del lenguaje o a perpetuar su “mal uso”.


Explicamos emociones haciendo alusión a memes, a chistes en Internet, a referencias de TikTok, a una imagen viral, nos desahogamos en historias en Instagram, contamos nuestras intimidades en audios de WhatsApp, ponemos fotos de nuestros logros en estados... Cada vez nos valemos de nuevos métodos, pues tenemos una variedad amplia de medios cuando de llegar a los otros se trata, porque contamos con una tecnología llena de posibilidades. La experiencia de comunicación es cada vez más inmersiva, personalizada y mediada por una tecnología que también nos lee a nosotros, luego cambia y también nos cambia.


"Ola ke ase"

En el curso de verano en la Universidad Complutense de Madrid, en el 2017, Darío Villanueva, director de la RAE en ese entonces, habló de las abreviaciones, y de que no son un recurso reciente y no tendrían que ser un motivo para temer el deterioro del lenguaje, pues los manuscritos medievales las llevaron y, si venimos a una época más cercana, los telegramas también, ambas por cuestiones de tiempo y dinero. Sin embargo, apuntó que no le preocupaba una posible degradación de la lengua por el uso de estos usos nuevos de la comunicación “si, por supuesto, el sistema educativo explica, justifica y ejercita en los ciudadanos el uso de la lengua estándar a un nivel culto que es el que corresponde a las personas educadas”.


Además de eso, habría que preguntarse si el uso de nuevos códigos que buscan reemplazar los gestos y elementos de la comunicación presencial podría “degradar” el lenguaje, o si la rapidez con la que se responde afectaría la calidad del mensaje, pues es claro que cada vez se utiliza menos la palabra escrita. A veces la mirada es un tanto apocalíptica, pero es importante evaluar que la transformación del lenguaje y su estudio no son asuntos nuevos, la historia nos ha demostrado que la palabra siempre estará supeditada al uso que se le da, y muchísimas de las que utilizamos hoy provienen de vocablos fruto de migraciones, y en algún momento fueron consideradas incorrectas.


Frente a lo que pudiera pasar en el futuro, Jorge Iván Bonilla describe un posible “efecto Babel” en el que conviven múltiples lenguajes y formatos, en el que este se contamina de una manera positiva, dejando de ser tan “sacralizado y puro” y dándole paso a que cada vez más personas hagan parte de la conversación: “Es una babel en la que conviven y compiten una serie de sujetos que anteriormente no eran tenidos en cuenta y que eran excluidos del diálogo, de la palabra, del debate público”. Igualmente, advierte sobre el riesgo de que esta variedad de formatos complique o entorpezca el ecosistema del lenguaje, llevando a las confusiones del dictamen bíblico.


Paola Hincapié, desde su mirada al usuario que hoy hace parte de la esfera digital, piensa que tendrán más fuerza la imagen y el sonido que el texto, en una relación en que el individuo está más metido en sí mismo: “Todo lleva a lo inmersivo, cada vez exigiremos más sentir el contenido”. Sin embargo, no cree que el libro muera, sino que, por el contrario, será un recurso de desconexión frente a todas estas nuevas formas y que, además, por temas ambientales, también acabará siendo un lujo.


Como en una plana

Con una mirada un poco más histórica, encontrando transformaciones del lenguaje en hitos como la Gramática de la lengua española de Nebrija en 1492 y más tarde los vocablos utilizados por Cervantes en el Quijote, en 1605 y después el manual de Andrés Bello, publicado en 1843, Juan Esteban Villegas cree que los tiempos son cíclicos, que en algún momento agotaremos una forma para volver a otra anterior, pero incluye: “Ahora bien, no sé si otros desde otra perspectiva lo verán y dirán que ya estamos condenados única y exclusivamente al terreno de lo visual y ahí se quedará. (…) Volveremos a lo que era antes y eso va a cambiar y nos seguiremos moviendo así”. Finalmente enfatiza en que se habla de un fenómeno mutable, y que es difícil afirmar una predicción de una manera estricta.


Si algo queda claro es que estamos viviendo una serie de cambios en la manera de interactuar entre nosotros, que estas herramientas vienen con la posibilidad de expresarnos de nuevas formas y que todo esto se adhiere a nuestra comunicación. Y la forma de hablar estará siempre conectada a la forma que pensar; un mundo y una realidad que son pensados distinto, serán expresados distinto. El lenguaje es solo una muestra de que lo que está cambiando es mucho mayor, y que, aunque podamos valernos de la historia para analizar algunos aspectos, también es necesario entender que eso tiene un límite y que la tecnología y los avances vienen con muchos elementos que no tienen precedentes.


La mutabilidad del lenguaje nos enseña que es herramienta, pero es también reflejo del funcionamiento de la sociedad y, sobre todo, del pensamiento. A lo mejor sí usemos cada vez menos palabras para comunicarnos, y que con pocas logremos hacernos entender por otros; sin embargo, a esas palabras debemos sumarle las demás posibilidades a las que recurrimos, pues hacen parte también del lenguaje, y sin saberlo estamos aprendiendo signos que nos permiten entender y hacernos entender.


Decir que el lenguaje se degrada es una visión que deja por fuera muchos detalles de lo que está pasando y decir que se transforma es hacer alusión a la característica más elemental de este; lo que está sucediendo va mucho más allá y muestra que medir esta transformación es tomar solo un fragmento de algo más grande, pues tanto las maneras en que nos acercamos a los otros, como nuestra comprensión del mundo y el cómo enfrentamos la realidad, están cambiando. Estamos inmersos en un modo de habitar la realidad que no tiene precedentes, tenemos además un mundo que se adapta a nosotros porque nos lee y tiene los instrumentos para hacerlo.



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