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Johana Rodríguez Guerra /

Rodrigo D, al presente

“Dedicada a la memoria de John Galvis, Jackson Gallego, Leonardo Sánchez y Francisco Marín, actores que sucumbieron sin cumplir los 20 años, a la absurda violencia de Medellín, para que sus imágenes vivan por lo menos el término normal de una persona”.

Estos son los créditos finales de la primera película colombiana escogida para la Selección Oficial del Festival Internacional de Cine, Cannes - Francia para 1990: Rodrigo D. No futuro. Es un largometraje filmado en 1986 y estrenado en 1991 que, dirigido por el cineasta antioqueño Víctor Gaviria y realizado con actores naturales, es una de las representaciones más importantes de las situaciones que vivían los jóvenes en la ciudad de Medellín en la década de los 90, en la que cualquiera podía ser Rodrigo, un muchacho que padeció el dolor que se propagaba en las calles de la ciudad, pero que decidió buscar en el arte una salida.



Esta película narra el contexto de la ciudad a partir del color frío de la violencia, de los gritos del punk, del paisaje de los adobes y de la jerga paisa; una Medellín que excluye, pero que así mismo integra. Es por ello que esta película, reconocida nacional e internacionalmente, es una ficha clave para la reconstrucción de memoria histórica. Una memoria, la nuestra, que es fundamental para entender y afrontar los problemas internos que se han vivido por décadas; y que permite ver la realidad de los jóvenes con otros ojos... los de ellos.


Después de 31 años de filmación y 28 años de su estreno, Rodrigo D. No futuro fue coloreada y remasterizada para realizar una itinerancia y proyectarse en 9 universidades de la ciudad de Medellín, con el objetivo de, como dijo su director, Víctor Gaviria, “preservar y restaurar para volver a resignificar” la cultura antioqueña.


Entre las anfitrionas de la proyección se encuentra la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB), posterior a la misma hubo un diálogo entre el director Gaviria con el exalcalde, escritor y periodista, Alonso Salazar, junto al coordinador del doctorado en Ciencias Sociales de la UPB, José Roberto Álvarez. Como tema central de la charla estuvo la realidad social y política, todavía presente en diferentes entornos de la ciudad y alrededor de la película, una obra que nace bajo el interrogante de ¿qué está ocurriendo en Medellín que la mayoría de los asesinos o sicarios son jóvenes?, según contó Víctor Gaviria.


Esta es una pregunta que dialoga con el público desde las diferentes maneras de narrar la realidad. En este caso, el cine y la literatur, cuestionan a espectadores y lectores por las peripecias históricas que han marcado, principalmente, a la juventud.


Víctor Gaviria y Alonso Salazar, autor de No nacimos pa’ semilla, concuerdan en que la geografía y la arquitectura de la ciudad son elementos que han trastocado esferas sociales, que, por esa misma distribución de una ciudad montañosa, han quedado excluidos algunos sectores y con ellos su población. El deseo de evitar la propagación de la exclusión como mal social, es el motor de sus creaciones, buscando así, con cada plano o cada conjugación de palabras, la descripción de una realidad social que debe ser conocida para no ser repetida.


Los personajes de las dos obras, separadas por tan solo un año de diferencia en salir a la luz pública -primero Rodrigo D. No futuro y luego No nacimos pa’ semilla- cuentan con elementos en común. El parlache es el más notorio y, a la vez, el lugar que ocupan en la sociedad los jóvenes protagonistas tanto de la película como del libro; están desterritorializados, en un limbo cultural, "los NN culturales", como Gaviria los nombra. Juegan a describir quienes son, haciendo una implosión, bajo el dilema de no tener un lugar en la ciudad, y como el mismo director lo manifiesta, la sociedad antioqueña, en su momento, les había dado únicamente un presente, sin discursos sobre el pasado, por vacíos históricos de sus antecedentes y con un futuro no muy prometedor para ciudadanos que no seguían los paradigmas convencionales.


Ellos con su espontaneidad al actuar, siendo los protagonistas de la producción ficcionada que está reescrita con sus historias personales, brindan lecciones de vida y de humanidad, una humanidad que es cruel, pero también sensible ante la crueldad. Se encargan de contar cuál es el papel que les ha designado la sociedad de manera arbitraria, en la que tienen tres posibilidades, la ilegalidad, la informalidad y el arte, esta última se convierte en la posibilidad para tomar distancia de los fenómenos violentos, escapar, pero también conversar con esa realidad.


Para José Roberto Álvarez, coordinador del doctorado, Rodrigo D. No futuro es un documento histórico que da cuenta de una realidad social que quiso ser ocultada en su época y que ahora sirve para conocer cómo la misma sociedad se encargó de hacerle frente al conflicto desde la cultura, en este caso, desde la música. Ramiro Meneses, actor que da vida a Rodrigo, ayudó a construir el personaje, él junto con un amigo formaron la agrupación Mutantex, una respuesta musical para la agresividad de las autoridades y la ausencia del Estado.


Más que hablar de la pobreza y delincuencia, Rodrigo D. No futuro se encarga de hablar de una realidad existencial, un deseo de soberanía y libertad a través de la estética popular de los 90. Y una vez más pone en evidencia que el problema no es la violencia descrita en No nacimos pa’ semilla, ni las muertes de la película de Gaviria; este radica en ver las producciones que sirven como espejo de lo que está pasando y no hacer nada para cambiar esa realidad y el futuro. Es un problema profundamente cultural, que se ha convertido en paisaje y que permea cada espacio de la ciudad y de la sociedad. Es por esto que los tres invitados al conversatorio finalizaron con el llamado a que la juventud utilice el arte para describir esa ciudad que nos atrapa por sus hermosos, y al mismo tiempo, salvajes paisajes.







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