top of page

“¿Y qué tal si me voy a vivir a la calle?”

  • Miguel Bernal / miguelberc@hotmail.com
  • 13 oct 2016
  • 7 Min. de lectura

Muchos jóvenes sueñan con ir a otros países, conocer sus culturas, aprender sus idiomas e integrarse a sus ciudades. Entre otras razones, esto ocurre cuando se pasa de una ciudad no tan desarrollada a otra que sí lo está como Nueva York, París, o incluso Berlín. Cuando Carlos Arroyabe, tenía diecisiete años, decidió conocer la capital alemana para practicar el idioma, pero descubrió allí un mundo tan distinto, tan completo e increíble que solo pudo despedirse de sus padres, decirles que no volvería a Medellín e instalarse allí por más de cinco años. Última entrega la serie denominada Rumbos de esta generación, periodismo sobre viajes que habla de los jóvenes de este mundo y esta época.


Darle la espalda a su familia pudo ser una decisión bastante difícil, pero lo fue aún más librarse de todas sus posesiones e irse a vivir a las calles de esa ciudad que amaba.


Hoy, cuatro años después de haber vivido como indigente en el centro de Berlín, Carlos cuenta cómo eran sus días, las diferencias que tienen estas personas en Europa con respecto al caso colombiano y cómo un extranjero en estado de logra salir de las calles para reintegrarse a la sociedad.


¿De dónde nació el interés de quedarse en Berlín?

Fue porque me enamoré de la ciudad, Berlín es una ciudad increíble. Hasta ese momento yo solo había vivido en Medellín. Pues yo he visitado muchas otras ciudades, pero solo aquí dentro de América. Entonces cuando llegue a Europa dije “Pucha, qué es todo esto, esto es genial” y me quise quedar. Me he preguntado muchas veces de dónde nace ese deseo pero simplemente fue el momento que uno dice lo voy a hacer y ya uno no se echa para atrás.


Lo que más me impactó fue cuando por primera vez en mi vida conocí a una persona por internet, yo nunca había conocido a nadie por internet, pero como yo allá no tenía amigos…


Conocí a una polaca, Marta con la que recorrí Berlín y nos enamoramos de la ciudad y fue como la experiencia de encontrar por primera vez una compañía que no es la de los papás, porque los papás siempre están ahí, de cierta forma. Eso es lo que más recuerdo.


Berlín es reconocida por sus graffitis y otras expresiones de arte callejero. Foto: Ingeborgkraka (Dominio público).

Berlín es reconocida por sus graffitis y otras expresiones de arte callejero.

Foto: Ingeborgkraka (Dominio público). https://pixabay.com/es/berlin-colores-calle-callej%C3%B3n-1123869/



¿Cómo era vivir en una ciudad que es reconocida mundialmente por haber sido dos ciudades diferentes?

Me tocó celebrar los veinte años de la caída del muro como un alemán corriente. Eso así festejen y celebren las mentalidades siguen siendo muy diferentes. Están absolutamente marcadas. Uno distingue quién es de cuál Berlín así Berlín oriental ya haya dejado de existir. Uno todavía se da cuenta, cómo hablan, cómo se visten.


Berlín tiene dos centros, dos zonas rosas, dos de todo. Usualmente alguien que viva en Berlín oriental no va a atravesar la ciudad hasta el otro extremo para hacer su vida. Aunque hay muchas personas que les gusta cambiar de extremo.


Yo empecé en la parte suroriental, un sector de árabes y turcos, de puros inmigrantes, por decirlo así, estrato 4 de aquí. Es una parte oriental donde lo tumbaron todo y lo volvieron a hacer, no es como el centro oriental con los edificios grises igualitos, tipo rusos, es un sector reestructurado.


¿Cómo fue esa primera familia que lo recibió?

La familia con la que yo viví al principio fueron completamente permisivos y alcahuetas conmigo. Ellos me dijeron: ‘una persona de tu edad (17 años) tiene la capacidad por sí misma para decidir lo que quiere hacer con su vida’, y yo me comí ese cuento, no estaba preparado y por eso fue que terminé en la calle.


¿Cómo fue el proceso para quedarse luego de los seis meses?

A vos te dan el papel por dos años (la residencia estudiantil). Podés dejar la carrera en dos meses, pero te podes quedar por los dos años. Así de fácil es. Porque si dejás de estudiar nadie se entera. Todos los organismos de control confían mucho en las personas entonces no hay una supervisión ni están mirando nada.


A los seis meses, la familia que me recibió me ayudó a conseguir un apartamento, en un sector aún más maluco porque tenía mucho menos presupuesto. En ese momento trabajaba para una tienda de deportes de balance, surfing y esas carretas; y tenía la posibilidad de hacerme plata y pagarme un lugar donde vivir.


Estando ya establecido, ¿por qué hacerse indigente?

Muy al comienzo yo conocí la calle y a personas de la calle y ellos me adoptaron. Me relacioné mucho con ellos, me embriagaba con ellos, en los días estaba con ellos. Yo tenía amigos que eran estrato normal, pero no me satisfacían tanto, me gustaba más la gente de la calle. Y en ese punto, un año y medio después, yo dije “¿y qué tal si me voy a vivir a la calle?” No estaba estudiando.


Primero, boté todo. Igual, solo tenía ropa, unos lapiceros y unos muñequitos de lego. Lo boté todo, agarré un morral normal, guardé lo que ahí cupo, cancelé la renta y me fui para donde mis amigos. No fue tan a la deriva. Ya me mantenía con ellos.


¿Cuál fue su primera mala experiencia viviendo en la calle?

La primera mala experiencia fue que pasaron 3, 4 días y yo no me había duchado y yo me pregunté ¿qué estoy haciendo?, pero no pasó nada. Pasaron otros dos días sin bañarme hasta que encontré una ducha pública. Berlín tiene muchos baños públicos con ducha a lo largo de la ciudad, das como un euro, se abre una puerta eléctrica y se sella. En algunas estaciones de trenes hay baños gratis.


Lo otro difícil fue dormir en la calle, porque uno está acostumbrado a un colchón y si salís a la calle tenés que establecer dónde acostarte porque no podés hacerte en cualquier parte porque llega la Policía y te corre. Entonces yo fui para la catedral. Ahí, al lado hay un puente, súper disimulado y con tres amigos dormíamos ahí. Nunca fue problema hasta que llegó el otoño, porque hace muchísimo frío. Uno termina vestido como con 3 o 4 prendas al mismo tiempo.


La alimentación era súper sencilla, porque el estado social en Alemania está muy desarrollado, entonces para las personas que viven en la calle tienen un camión de comida que es un carrito que todos los días entre las 7 y las 9 de la mañana se parquea en un punto específico de la ciudad y la gente va a comprar comida y te cobran 50 centavos por un pedazo de pan, un huevo duro y jugo (gas de jugo, pero algo) y con eso te mantenías parado.


Si me iba muy bien comía Mc Donalds. Las hamburguesas chiquitas costaban un euro. Si te hacías más de un euro te daba para comparar tabaco y Mc Donalds. O me iba para una panadería y me compraba unos panes que valen 20 centavos. Básicamente te alimentabas de pan y agua.


¿Cuánta plata podía conseguirse en un día?

No era difícil hacer un euro. De cinco hasta diez se podían hacer en un día. Declamas poesía con un trapo en el piso. Está el que te tira un centavo y el que te tira dos euros y es muy relativo, pero uno se hace la plata. Aunque uno sabía que de esa plata uno tenía que sacar para comer, ir al baño, bañarse, fumar, embriagarse y esas cosas.


¿Cómo eran sus días?

Me levantaba a las 8 o 9 de la mañana y nos íbamos del puente a caminar a mirar gente, a sonreír, a conversar con cualquier persona que nunca falta: turistas, niñas puppys que te dicen que sonrisa tan linda para ser gamín y cuando empieza a hacer hambre y no tienes nada para comer te vas para una estación del tren a declamar poesía. Son sitios turísticos donde la gente te tira monedas. Había músicos, bandas de bajo presupuesto.


Entonces me buscaba un lugar donde no se me distrajera la gente, cerca de una entrada o de una salida, porque obviamente el que tira una vez moneda es difícil que le tire al segundo o al tercero.


Aquí la indigencia está asociada con la drogadicción, ¿cómo es el consumo entre indigentes en Berlín?

Allá el consumo de psicoactivos es muy caro. Un gramo de marihuana, que no es nada, vale 15 euros, eso es algo a lo que un gamín no tiene acceso, entonces así que drogas súper artesanales que polvo de ladrillo y esas cosas se ve muy esporádicamente. Allá los que estamos en la calle bebemos cerveza o licor de manzana que es como el maracuyoso de acá. Si no bebes ni fumas, te mata el frío.


¿Y el amor?

Durante el tiempo que estuve en la calle, nada de eso, pero uno mantiene sus enreditos. Nosotros nos íbamos para una plaza donde iban las niñas ricas que se creían punkeras, uno les echaba el verbo y ellas te daban trago, plata, y si estabas muy de buenas una de ellas te decía: ‘hey vamos para algún lado’. Lo logré solo una vez, pero con una pelada que estaba completamente loca y desquiciada que vivía por decir algo en El Retiro. El papá era un diplomático, la mamá una diseñadora loca. Tenían varios carros, que eso allá es todo un lujo. Ella incluso llegó a pasar una noche conmigo debajo del puente. Decía que se sentía diferente, que ese era un mundo de magia.


¿Cómo era la seguridad?, ¿también se considera que el indigente es el malo, el atracador?

Yo tenía un amigo, Pauel, y él tenía una perrita que se llamaba Nely que era una chanda. Ellos anduvieron un tiempo conmigo y él un día agredió a una persona a puño y lo encarcelaron por 15 días, 15 días que me encarté con esa chanda, porque a mí no me gustan casi los perros. Si un gamín se pasa de la raya lo encierran.


¿Cuándo y por qué decidiste salir de esa vida?

Unos siete meses después dije: ‘¿sabe qué? Me debo poner a estudiar’. Fue como un llamado moral. Yo vivía muy feliz, tenía un círculo social, muy bonito y todo eso, pero en un momento fue el llamado moral. Ya iba a cumplir 20 y no había hecho nada con mi vida, yo sentía que yo era un extranjero y no me podía quedar allá todo el tiempo. Me estaba arriesgando a que me sacaran y si me sacaban como un gamín yo volvía a Colombia completamente derrotado, sin nada que contar.


Me puse a estudiar viviendo en la calle. Volví a trabajar, mi antiguo jefe me dijo que pa’ las que sea, me devolvió mi trabajo, entonces yo ya era un gamín con plata. Me recontrató y me volvió a pagar lo mismo de antes. Empecé a ganar plata y a estudiar y en esas conocí a mi novia con la que viví 2 años. Yo salí de la calle para vivir con ella. Ella se enteró mucho tiempo después de mi historia.


Nunca cambió la relación con mis amigos de la calle. Nunca dejaron de ser mis amigos y así consiguiera amigos con plata me seguía relacionando con ellos.




Lea las otras entregas de la serie Rumbos de esta generación:



- Un retrato en China


Publicaciones recientes
Archivo
Buscar por etiqueta
¡Comparte este contenido en tus redes sociales!

Universidad Pontificia Bolivariana • Facultad de ComunicaciónSocial - Periodismo / Dirección: Circular 1ª Nº 70 - 01 Bloque 7, piso 3 /

Teléfono: 354 4558 / Twitter:@pcontexto / Correo electrónico: periodico.contexto@upb.edu.co / ISSN 1909-650X.  ® 2015 creado con Wix

 

bottom of page