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  • Por: Manuela Zapata Roldán /

En Medellín hay espacio para el “corrinche”

Desde Chocó Chiquito, un barrio en proceso de desaparecer, algunas postales de la vida de los afrodescendientes de Medellín, más del 10% de la población total de la ciudad.

Foto: Manuela Zapata Roldán

Por las calles de Moravia es fácil encontrarse escenas que bien pueden pertenecer a la vida diaria en un rincón de Quibdó o de Tumaco, mujeres que trenzan sus cabellos a la usanza afro, niños que juegan con la lluvia apenas llegan del colegio, música del pacífico que ambienta sin timidez a toda la cuadra desde una sola casa, todos en el barrio se conocen, se saludan, son como una gran familia que se preocupan por lo que le hace falta al otro.


Es Chocó Chiquito y está desapareciendo. No obstante, el punto de encuentro es El Hueco, allí se aprecia mejor el cambio del paisaje un viernes cualquiera, cuando todos se preparan para el fin de semana, tiempo de fiesta y comida, muestra de las enseñanzas de cuna que dictan celebrar, a pesar de las adversidades. El sector fue declarado como zona de alto riesgo de desastre y muchas de las familias que lo habitaban debieron ser trasladas para apartamentos en otros sectores de la ciudad.


Doña Hermencia Ramírez ha vivido por más de 36 años en Chocó Chiquito, un barrio nacido a partir del desalojo del puesto militar que estaba ubicado en lo alto del morro de Moravia. Los chocoanos que llegaban a Medellín sabían que allí podían encontrar dónde hacer su rancho y vivir porque tenían conocidos, gente de su tierra. Doña Hermencia dijo que se trasladó para la ciudad de Medellín “por cambiar de vida. Cuando era niña vivía en Medellín, pero me devolví para Baudó en el Chocó, allá me casé, tuve mis hijos y después me devolví para acá porque hay más oportunidades”.


Pero no solo los recién llegados habitaban a Chocó Chiquito. Cada fin de semana, al barrio no le cabía una persona más. Toda la colonia llegaba a la amplia zona de discotecas y restaurantes que servían de espacio para los usos y costumbres de esta parte de la comunidad afrocolombiana.


Los desalojos a las familias que habitaban Chocó Chiquito comenzaron en 2004 cuando el Ministerio de Medio Ambiente catalogó todo el sector de Moravia como zona de alto riesgo por su pasado como botadero de desechos. A partir de ese hecho, la Alcaldía de Medellín emprendió el proyecto de intervención integral en Moravia y las zonas cercanas, que incluía el reasentamiento de muchos de sus habitantes. A medida que las personas iban abandonando el barrio, con ellos se fue desvaneciendo la cultura. Actualmente solo quedan alrededor de doce familias que se han ido desintegrando y separando, para ellos abandonar su hogar ha afectado su tradición.


Según el informe Afrocolombianos, población con huellas de africanía, del Ministerio de Cultura, el 10,59 % de la población en Antioquia es negra. El mayor motivo del desplazamiento de esta comunidad hacia Medellín es en busca de mejores oportunidades o por problemas de violencia en sus pueblos nativos.


Postales negras

En la ciudad hay otros puntos de encuentro para los afrodescendientes. El más reconocido, el Parque de San Antonio, lugar de varios eventos como el “San Pachito”. También está la cancha de Enciso, en la que cada ocho días hay chirimías y las mujeres cocinan platos típicos del Pacífico como banano con queso o tortas de arroz.


Para Yulianny Córdoba Castro, cantante de la Chirimía Citará, los afrocolombianos han creado una nueva costumbre en la ciudad para no sentirse tan alejados de sus raíces. Esta consiste en que varias personas se reúnen en una casa cada fin de semana a bailar, cantar y tocar instrumentos pertenecientes a una chirimía, en un espacio en el que se sienten como si estuvieran en su pueblo.


También hay proyección de cine, películas seleccionadas para que los afrodescendientes nacidos en Medellín conozcan su cultura, las costumbres y la gastronomía. En Moravia se han presentado una serie de películas como El vuelco del cangrejo, dirigida por Óscar Ruiz Navia.


Incluso la discusión sobre la diversidad sexual es asumida con un espíritu festivo. Como una forma de promover la tolerancia, cada año se hace también en Moravia el llamado “partido de las locas”, un juego de fútbol protagonizado por hombres vestidos como mujeres, mientras los asistentes disfrutan de grupos musicales y bazares.


Festiafro, Festival Afrourbano y La Noche Afro, hacen parte de la oferta de otros eventos que Medellín organiza para la comunidad negra. El Festival Afrourbano, por ejemplo, se realiza desde el 2009 con el fin de crear un espacio hecho y dirigido solo para la comunidad afro. Allí las personas pueden demostrar los talentos que preservan su cultura.


Marino Rentería, director de la Corporación Malcolm X y organizador del Festival Afrourbano, resaltó la importancia de que se hagan eventos como este en la ciudad: “como la cultura afro está acrecentada en Medellín, a través de todos estos eventos nos encontramos y hacemos esa relación y ese inicio de recordar a nuestros ancestros a través del baile, del canto, entonces esos espacios se dan para eso, para que nos encontremos tradicionalmente”. Este evento se realiza con la ayuda de la comunidad y con el Centro Cultural de Moravia.


Asistentes a la Noche Afro 2016. Foto: Manuela Zapata.

Asistentes a la Noche Afro 2016. Foto: Manuela Zapata.

El tamaño de la comunidad afro en la ciudad y su dinamismo hacen que siempre resulten pocos los espacios y recursos para la promoción de su cultura. Pero la Feria de las Flores tiene la Noche Afro, un espacio que reconoce los aportes de esta población a las tradiciones de la ciudad. En la versión de 2016, los sonidos del Pacífico y ritmos africanos sedujeron a los extranjeros y a los “paisas”, como todavía son llamados los blancos con quienes los afro de Medellín son coterráneos.


Gabriel Palacios viajó desde el Chocó a Medellín solo para disfrutar aquella noche y sobre él expresó: “creo que es un espacio donde hay precisamente la mixtura, la cultura, hay integración, hay fusión, me parece que espacios y eventos como estos deben de conservarse”.

Lindy Vera reside en Medellín desde hace ocho años y también asistió a La Noche Afro. “Me siento identificada con este tipo de eventos, me encanta que lo celebren, nos encanta sentirnos parte de Medellín”, afirmó.


Los espacios festivos y para el encuentro de la comunidad Afro, son también una lucha entre ellos mismos, según reconocen algunos líderes. Dos personas que se dicen “nos vemos en San Pachito”, realmente se desafían a pelear. En varias ocasiones, en estas festividades se han presentado percances con personas que llevan machetes para pelear y resolver problemas pendientes, en lo que corresponde al lado menos amable de la tradición.


Feliciano Córdoba Mosquera, vendedor de chuzos y líder comunitario de El Oasis en Moravia, opinó que quienes protagonizan estas peleas no tienen idea del daño que le hacen a sus paisanos. En alguna ocasión estuvieron a punto de cancelarse por problemas de convivencia de este tipo, según contó Yulianny Córdoba Castro, cantante de la chirimía Citará. Afirmó que el reto de los líderes comunitarios está en “buscar los medios efectivos para que los afros nos acojamos y le pongamos sentido de pertenencia a estas actividades”. Puede pensarse que todo hace parte de la adaptación, lo cierto es que ya la huella afro en Medellín es indeleble y tiene historia, a pesar de que Chocó Chiquito se reduzca al punto de desaparecer.


Lindy Vera y sus acompañantes en la Noche Afro 2016. Foto: Manuela Zapata.

Lindy Vera y sus acompañanates en la Noche Afro 2016. Foto: Manuela Zapata.

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