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Monólogos de lo que suele doler

Alma Flórez / alma.florez@upb.edu.co


"A veces me gustaría no estar tan sola en esta casa, estar con alguien que pueda poner las ollas para las goteras del techo cuando el cielo se rompe, alguien más que cocine, que limpie el cenicero, que haga café…". Una mirada íntima a eso que es habitarse y sentirse deshabitado; mirarse en el espejo, mirarse por dentro, mirarse estos días. Tres monólogos inspirados en la lectura del libro Voces de Chernóbil de Svetlana Alexiévich.


I

MONÓLOGO ACERCA DE CÓMO LA SOLEDAD SABE DOLERME A veces me gustaría no estar tan sola en esta casa, estar con alguien que pueda poner las ollas para las goteras del techo cuando el cielo se rompe, alguien más que cocine, que limpie el cenicero, que haga café... Y pienso en esto no porque no me guste hacer estas cosas, solo no entiendo, ¿por qué tanta soledad, tanta ausencia? ¿Por qué esto suele dolerme?

Otras veces suelo ausentarme de mí, despierto, 7:00 a.m., me miro al espejo, no estoy, pregunto, ¿Alma, Alma, Alma...? Me busco, no respondo, solo está ante mi esta figura, pesada, piel morena, cabello crespo, ojos grandes y marrones, pero dónde estoy realmente, a dónde he ido. Llaman a lista en clase, ¿Alma? y yo debo responder, “presente”, porque aparentemente soy yo, soy esa a quien llaman, sin poder decirle al maestro que ella no está, que hoy no quiso despertar, que se quedó en el sueño.

Que no está, no está... -No estoy- Hasta yo misma me ausento.

Me ausento de la idea de la soledad abrumadora, esa que espanta, que te hace doler los huesos; la piel arde, yo me dopo para no llorar por compañía, me paro de la cama sin despertar, porque a veces en medio de doler, de dolerme, eso que llaman vida, eso que te padezco, vida, debo continuar.


II

MONÓLOGO ACERCA DE USTED, QUE ME DUELE Quiero expresar aquello que me duele con respecto a usted, a usted que me dejó, a usted que está lejos, a usted que no me lee. Me digo que yo no soy escritora, que no sé expresar aquello que quiero, que solo sé dolerme, sé tumbarme en el suelo de esta casa que le espera, donde las paredes le reclaman, aquí hasta las cucharas le echan de menos y me ponen quejas.

Expresaría si pudiera hacerlo que le odio, que odio sobretodo sus brazos, los odio en las noches que hace tanto frío que quema, odio además sus labios que ahora en medio de la distancia dejan que mi boca se reseque, se agriete.

Expresar que detesto el día que salió a trabajar y yo pensé que volvería a la hora de la cena, como de costumbre, pero no pasó... No sé dónde dormiste aquella vez, dónde estuviste, me lo pregunté una semana, luego de esa semana supe que era un fin, que esa despedida cuando partías hacia el trabajo no era más que una despedida para siempre, que debía aceptarlo.

¡Me confunde esto del amor hacia el otro! Eso de acostumbrarse al tacto, de entenderse con gestos, nunca he comprendido los tipos de apegos. ¿Dónde estarás?, ¿con quién? Sobretodo con quién...

Me perjudica, me quejo, me duele, me dueles, le reclamo a usted, a su ausencia. A usted, que me duele.


III

MONÓLOGO ACERCA DE CÓMO LA DISTANCIA ES PERJUDICIAL PARA EL ALMA

La distancia es dolorosa sobretodo, cuando en medio de esa distancia está aquello que se extraña. No podemos salir porque estamos en cuarentena, estoy a 304km de distancia en ruta del lugar que suele ser mi hogar.

Todo se ha transformado, se ha vuelto virtual, mi padre me manda fotos pixeladas de la casa, hacemos videollamadas y todo se ve en mala calidad por la pésima señal de internet, porque el mundo entero está conectado y todo esto por un virus que nos encerró, no encerró de manera virtual. -Hay virus afuera y virus informático adentro-

Siento mucho más la distancia cuando los buenos días están en el chat y en la cocina hay ausencia, nunca había pensado en la distancia como algo malo, siempre fue y estuvo como algo natural, la distancia del cuarto a la sala, la distancia de la casa al trabajo, era normal, natural. Ahora, me pregunto más acerca de la distancia porque está impuesta, porque nos la exigen, no podemos estar a menos de 2 metros de distancia de alguien en el supermercado, en las filas de los cajeros, en todas las filas.

Entonces el alma siente dolor, siente la ausencia, es algo perjudicial, porque no tiene compañía, ni tacto, todo se ha vuelto impersonal, individual, en solitario, solos, solos... nos dicen que es por nuestra salud y entonces uno se aleja, toma distancia, hace la fila donde debe, saluda con el codo y no con un abrazo o un beso, no sale de la casa, no viaja a su pueblo, olvida a su hogar, permanece en aquella distancia obligatoria, la asume y procura cumplir las normas para no pagar multas, procura no llorar, no volverse loco, no dolerse tanto, además de mantener la distancia.

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Trabajo realizado para el curso Periodismo y literatura, orientado por la profesora Marcela Gómez Toro.


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