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La unidad que se construyó en el corazón del pueblo


El 19 de marzo de 1953, la inauguración oficial del Estadio Atanasio Girardot inició con la venia del monseñor Jáuregui para escribir una historia que ya se acerca a los 70 años de pasión y tradición.


Por: Felipe García Solano / felipe.garcias@upb.edu.co


Las montañas del Vallé de Aburrá inspiraron la intervención arquitectónica de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot para los juegos suramericanos de 2010. Sobresalen las icónicas torres de iluminación del estadio. Foto: Felipe García Solano.


Antes comenzar la obra del Estadio Atanasio Girardot, en Medellín los espacios oficiales para el fútbol brillaban por su ausencia. Fue en 1937 cuando se pensó en edificar un espacio deportivo, pero fue en 1946 cuando se adquirió el terreno para hacer realidad el sueño de una ciudad: el proyecto del estadio en un extenso espacio deportivo con espacios para los diferentes deportes.


El deporte en Medellín creció a la par del modelo empresarial antioqueño de principios del siglo XX. La actividad física era uno de los pasatiempos de los trabajadores de las grandes fábricas de entonces y entre ellas se destacaba ya el fútbol. En medio de esas circunstancias se gestaron procesos de planeación urbana como Medellín Futuro de 1913 o el Plan Piloto para Medellín de la década de 1940, que buscaban modernizar la ciudad con escenarios en los que se destacó la Unidad Deportiva Atanasio Girardot. Para Juan Esteban Correa, arquitecto con maestría en diseño urbano, la concepción de este espacio siempre tuvo un objetivo: “Su concepción desde el Plan Piloto para Medellín, de Wiener y Sert, fue el reflejo de la implementación de ideas de vanguardia en una ciudad que desde entonces ha sido siempre moderna”.


Pensar en un complejo deportivo era trascendental para la Medellín de 1950. Existía la necesidad de construir el estadio Atanasio Girardot, respaldando la idea de la Sociedad de Mejoras Públicas a finales del siglo XIX, que propendía por la construcción de infraestructura no solo para el trabajo sino otro tipo de escenarios para que la gente se encontrara. “Había que construir otro tipo de escenarios, porque estábamos en una ciudad que no solamente estaba dedicada al trabajo, sino que también existe el derecho al ocio y a la diversión, y la del ejercicio físico dominical”, afirmó el periodista y escritor Reinaldo Spitaletta.


El estadio Atanasio Girardot ha sido escenario de eventos deportivos y sociales que constituyen hitos de la historia de la ciudad y permanecen especialmente en el corazón de los aficionados al fútbol. Foto: Felipe García Solano.


Un proyecto pedido a gritos

Ya existía el balompié profesional y la atracción que despertó en la sociedad antioqueña ratificó lo conveniente de la influencia empresarial que encontraba en el fútbol un espacio de reunión. Como lo dice Spitaletta, también fue un avance y no sólo para asuntos del fútbol, sino para la construcción del barrio Estadio que se hizo alrededor de la unidad deportiva, porque en ese momento en la Otrabanda, el otro lado del río en el occidente de Medellín, todavía no había zonas urbanizadas .


La unidad dedicada al deporte en un espacio con la geografía y el ordenamiento de del centro occidente fue calificada como una decisión visionaria y bien adaptada para Medellín. “Un estadio se hace precisamente cuando hay una necesidad, esto no se hace por ornamentación, sino que un estadio municipal puede hacer parte de la planeación urbana”, expresó Spitaletta. El gobierno local pensó que ya era importante un estadio para albergar más gente y eso también hace parte de la organización de una ciudad.


Como afirma Correa: “Haber reservado este espacio de estas dimensiones, garantizando espacio abierto, de acceso público y que la ciudad no se encostrase en él fue una visión que nos ha permitido tener acceso libre a la recreación y el deporte, a cultivar el bienestar, a crecer como ciudadanos”. Desde el principio, este fue concebido como un espacio abierto, lo que justificó la idea de mejora continua de sus espacios. Spitaletta asegura que: “A mí me parece que fue muy importante esa construcción porque para la ciudad en los años 50 fue hacer un centro de sociabilidad, de encuentro”.


Por estos antecedentes, la existencia de otros escenarios sustituiría la importancia de la unidad deportiva Atanasio Girardot, así como la presencia de esta no interfiere en la construcción de otros escenarios deportivos en la ciudad. “No creo que tengamos, ni el espacio, ni la necesidad de otra unidad de las mismas dimensiones, pero sí la de llevar escenarios para la formación y la práctica del deporte con escenarios de calidad en todas la ciudad”, confirmó Correa. De hecho, otras unidades deportivas satélites como las de los barrios Belén o Castilla, convertidas en centros concurridos para la práctica deportiva, así lo demuestra.

La unidad Deportiva Atanasio Girardot está llena de íconos para los medellinenses, uno de ellos es la célebre fuente del Parque de Banderas. Foto: Felipe García.


La unidad deportiva, intocable

Entender el trasfondo que tiene este espacio deportivo es conocer que se convirtió en un patrimonio para Medellín y que descuidarlo no está en planes ni de la administración ni de la sociedad, como dice Spitaletta: “Sería un atentado no solamente contra la cultura y la educación del cuerpo y de la preparación física, sino además contra la historia. Hay que respetar la historia de las ciudades en desarrollo”. La Unidad Deportiva Atanasio Girardot se hizo para el ejercicio, como lugar de encuentro familiar no sólo de los deportistas de alto rendimiento sino el aficionado de a pie.

En definitiva, como lo aseveró Correa sería una catástrofe, dejaría siglos atrás a la ciudad en el panorama internacional tanto en lo relativo a lo deportivo y recreativo, como en la cantidad de espacio abierto. Bien lo entiende: “Hoy, simplemente el hecho de derribar estos escenarios o privatizarlos sería el oxímoron más grande de la historia y un despropósito ambiental y social”, pues al eliminar esta cantidad de espacio público no habría dónde reemplazarlo. El mismo Correa afirma que estaríamos condenados a una ciudad enferma, seguramente más oprimida y mucho más desigual de lo que hoy somos.


Es por esa importancia que generan temores los anuncios recientes de intervención de los 163.700 metros cuadrados de la unidad deportiva Atanasio Girardot para convertirla en un referente deportivo del continente. El alcalde de Medellín, Daniel Quintero, anunció el 14 de octubre de 2020 que: “Este es uno de nuestros proyectos estratégicos”, y los detalles de la intervención que se propone incluyen aspectos relacionados con lo que se llama la industria del deporte, a la par de los aspectos relacionados con su impacto social: "La oferta en torno al deporte, el bienestar y la recreación es uno de los principales por lo que los tomadores de decisiones se inclinan para mover sus sedes y sus empleados, la calidad del espacio urbano abierto es tan o más importante que las ventajas tributarias”, explica Correa. No obstante, como lo asegura Spitaletta: “Ya no hay más espacio, ya no hay más espacio para la expansión de la unidad deportiva que ya se quedó, a mí me parece, chiquita para una ciudad que ha crecido”, esto demuestra que, pese al deseo por crecer y brindar mejores oportunidades, no se puede sobrepasar más allá de lo que se puede evidenciar y hoy es claro que la Unidad Deportiva Atanasio Girardot no tiene como expandirse más.


Si se mira el recorrido histórico por el cual ha pasado este complejo, la satisfactoria acogida que le ha dado a eventos notables como los Juegos Suramericanos de 2010, los numerosos encuentros futbolísticos nacionales e internacionales, carreras ciclísticas o certámenes más del corazón local como el Festival de Festivales del deporte infantil, se entiende cómo este espacio ha construido su valor con el pasar de los años y cómo se resignifica cada tanto como centro principal de reunión, en lo que parece una dinámica recurrente que bien resume Spitaletta: “La felicidad de los pueblos es muy elemental, pero muy necesaria”.

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