Guacharacas: la escuela que en un garaje se refugió del abandono
- Contexto UPB
- 27 jul 2021
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En zona rural de Yolombó, a 3 horas de Medellín, está la Escuela Guacharacas, que funcionó sin agua y sin sede por dos años. Las clases se dictaron en el garaje de la casa de la profesora porque el río se llevó el puente que era la única vía de acceso para los estudiantes.
El centro educativo estuvo durante años en medio del conflicto armado, el abandono estatal, la indiferencia y disputas jurídicas entre dos municipios. A eso se le suma el apego de la comunidad por la profesora y su papel para que las clases continuaran aun con dificultades. Hoy la escuela espera su cierre.
Por: Sebastián Carvajal Bolívar / periodico.contexto@upb.edu.co

En este estrecho garaje funcionó por dos años la Escuela Rural Guacharacas. Foto: Sebastián Carvajal Bolívar
En el reportaje La realidad de las escuelas sin agua en Antioquia, Contexto detalló la situación de 539 sedes educativas que no cuentan con este servicio en el departamento. Entre los informes revisados se destacó uno en particular: el de la Escuela Rural Guacharacas, en el municipio de Yolombó, al nordeste de Antioquia. Según el documento: “En la visita de campo se evidenció que el C.E.R Guacharacas no cuenta con infraestructura asociada y que las clases se imparten en un garaje adaptado por el docente para tal fin”.
Más adelante especifica la situación: “No se tiene una infraestructura asociada a la sede educativa, los estudiantes reciben las clases en un garaje ubicado en la vivienda de la docente, el cual no cuenta con conexiones hidrosanitarias ni elementos necesarios para la actividad de enseñanza”.

En una pequeña construcción rectangular de paredes de adobe y tejas de zinc, que no pasa de los 20 metros cuadrados, Mariela Olarte Álvarez, profesora de Guacharacas, improvisó un salón de clases para recibir a sus 18 estudiantes, luego de que el rio Nus se llevara el puente colgante que los conectaba con la escuela.
El garaje solía ser utilizado por su familia como bodega para guardar los utensilios de trabajo. Queda justo al lado de su casa, sobre la carretera que conecta a Medellín con Puerto Berrío y Santander.
<< Así luce el interior del garaje que funcionó como escuela para Guacharacas.
Foto: Sebastián Carvajal Bolívar.
A pesar del poco espacio, el calor del mediodía y los riesgos de estudiar a solo 5 metros de una carretera nacional, esta fue la única opción que le quedó a Olarte para que las clases siguieran. Desde el 9 de mayo de 2019, cuando el puente se vino abajo, ninguna entidad respondió para hacerse a cargo de la situación, hasta hace unos meses.
Pero no era la primera vez que Olarte y sus estudiantes estaban a la deriva.
Estudiar en medio del conflicto
Originalmente, la escuela quedaba en una vieja estación del Ferrocarril de Antioquia, ubicada en predios de la Hacienda Guacharacas en Yolombó, justo en el límite con el municipio vecino de San Roque. El paso del rio Nus sirve para demarcar la frontera entre los dos municipios y al otro lado viven Olarte y sus estudiantes.
Desde la casa de la profesora se ve la vieja edificación, entre las palmeras y los árboles. Además del río, los separa un camino plano de 400 metros donde pasta el ganado y que se suele inundar con las crecientes.
Durante la época dorada del tren, la estación funcionó como centro de acopio para las personas que provenían del Nordeste antioqueño. Tras la desaparición del Ferrocarril y con el crecimiento de las actividades económicas en la hacienda, se estableció allí la escuela para atender a los hijos de los trabajadores y de la comunidad cercana.
Vale la pena recordar que Alberto Uribe Sierra, padre el expresidente Álvaro Uribe Vélez, fue su propietario del predio desde 1976. Allí fue asesinado en 1983, al parecer, por el Frente 36 de las FARC, tras un intento de secuestro.
En 1996, llegaría lo que el expresidente denominó “la tragedia final a Guacharacas”: en la noche del 25 de febrero integrantes del ELN incendiaron la casa principal, robaron cerca de 600 reses y media docena de caballos y mulas.
Olarte tan solo llevaba dos días de haber llegado a la zona, procedente de la zona rural de San Roque. “Esa noche nos hicieron desalojar a todos. Los obreros y sus familias tuvieron que buscar para dónde ir. Algunos se fueron para Medellín y otros cogieron para Cisneros. Mi familia y yo nos fuimos para Medellín y volvimos como a los tres días”, recuerda.

Los guerrilleros dijeron que solo ella podía permanecer en los predios. Meses después asesinaron a un trabajador que quedó a cargo del lugar.
“De ahí en adelante se vivía siempre mucha tensión. Eso fue militarizado mucho tiempo. Entonces yo vivía rodeada del Ejército. Hasta que una señora que vivía en una de las casas de la hacienda, pero que quedaba sobre la carretera, me dijo ‘profe, yo me voy para Medellín, si quieres te vienes para acá para que no te quedes sola’. Me fui a vivir al otro lado para mayor tranquilidad. Realmente solo iba a trabajar, había que cruzar el puente y lo hacíamos los estudiantes y yo”, relata la profesora Olarte.
La maestra cuenta que por esos días la escuela quedaba en una bodega de la Estación Guacharacas y la familia Uribe Vélez se encargaba de hacerle mantenimiento.
El último puente colgante que hubo en la zona antes de que el río Nus se lo llevara.
Foto: Mariela Olarte Álvarez. >>
El rumbo sinuoso de Guacharacas
En julio de 1996 la propiedad pasa a manos de Ganados del Norte S.A., una sociedad de los hermanos Gallón Henao, representada legalmente por Pedro David Gallón Henao, involucrado junto con su hermano Santiago en el asesinato del futbolista antioqueño Andrés Escobar, ocurrido en 1994.
“Los hermanos fueron condenados a 15 meses de cárcel por el delito de ‘determinadores de falsa denuncia agravada’, pero un par de meses más tarde un juez los dejó en libertad tras pagar una irrisoria multa”, indica un informe del CTI publicado por El Espectador sobre el caso de manipulación de testigos contra Uribe Vélez acerca de los hermanos Gallón Henao.
Según los exparamilitares Juan Guillermo Monsalve y Pablo Hernán Sierra, a través de declaraciones dadas al entonces representante Iván Cepeda, en la Hacienda Guacharacas se habría conformado el Bloque Metro de las Autodefensas: “El exparamilitar (Sierra) asegura en la grabación, que los fundadores de aquel grupo paramilitar fueron, además de los hermanos Álvaro y Santiago Uribe Vélez, el empresario ganadero Luis Alberto Villegas Uribe, su hermano Juan Guillermo Villegas Uribe, diputado a la Asamblea de Antioquia, y Santiago Gallón Henao, ganadero y caballista condenado por paramilitarismo”, dice El Espectador en una publicación de 2011.
Las autoridades no han probado la participación de los hermanos Uribe Vélez en la conformación de este grupo paramilitar, mientras que sí se ha relacionado a los hermanos Villegas Uribe y a Santiago Gallón, como lo señala el portal Verdad Abierta.

A lo lejos se ve la vieja Estación Guacharacas del Ferrocarril de Antioquia, donde funcionaba la escuela.
Foto: Sebastián Carvajal Bolívar.
Abandono estatal
A pesar de la presencia de grupos al margen de la ley en la zona, Olarte destaca: “Nunca tuve ningún obstáculo ni con los unos ni con los otros”.
A finales de los años 90 la escuela tenía 45 estudiantes. Entonces hubo un proyecto para la construcción de una sede educativa en la Vereda La Trinidad, en San Roque, al otro lado del río Nus, para que los estudiantes no tuvieran que cruzar el puente que “siempre representó un peligro para la comunidad, por las crecientes, porque se desescolarizaba. Incluso hubo accidentes, no de irse al río, pero sí de quedarse engarzado en la estructura”.
Pero la nueva sede educativa quedaba en San Roque y cuando la docente y la comunidad se reunieron con el jefe de núcleo de Yolombó, pensando en afinar detalles para trabajar en el nuevo predio, el funcionario dictó que la profesora no podía trabajar fuera de su jurisdicción.
La solución fue dividir el grupo de estudiantes: “A los que les quedaba más cerquita la escuela de arriba, entonces se los llevaron para allá y a los que estaban más cerquita para Guacharacas los dejaron en Guacharacas”, explicó la profesora Olarte. El centro educativo, bautizado como La Trinidad, queda a un poco más de kilómetro y medio de la casa de la maestra, sobre la misma carretera principal.
Y así, con casi la mitad de los niños, Mariela Olarte continúo dando sus clases en Guacharacas.
“En el momento en que ellos (los Uribe Vélez) venden la Hacienda, la escuela quedó desamparada. Yo les solicitaba a las administraciones anteriores mantenimiento. Ellos decían que no podían invertir recursos en algo que no fuera del Municipio. Entonces de ahí la escuela se fue cayendo, se fue deteriorando hasta que se cayó del todo”.
Entonces fue necesario trasladarla para el edificio principal de la estación, que “se utilizaba para los mayordomos que llegaban a la Hacienda. En ese momento estaba desocupada. Los trabajadores me ayudaron pasando el mobiliario. Nos pasamos para allá. Eso fue en el 2006”, explica.
Así continuó operando la escuela durante la primera década del siglo XXI. Los niños y la docente compartían el edificio con los trabajadores del lugar. Al lado del salón donde se dictaban las clases había una habitación y un baño que era compartido por todos.
En ese mismo año, la señora Marta Lucía Ocampo adquiere la Hacienda Guacharacas y en 2013 pasa a Alianza Fiduciaria como vocera del Fideicomiso Lote Gramalote de Yolombó, para que finalmente en 2015 quedara en manos del proyecto minero del que se esperan extraer 350 y 450 mil onzas de oro por año en una mina a cielo abierto en San Roque.

En el mapa se puede ver la ubicación del río Nus, que separa a Yolombó y San Roque, además se ve la autopista que comunica a Medellín con Puerto Berrío. Mapa: Bing Satellite QGIS
Una escuela, ¿dos predios?
Aunque la Hacienda Guacharacas siempre fungió como “protectora” de la escuela y rodeaba los terrenos donde se desarrollaba la actividad educativa, no es la propietaria de la estación. Aquí surgen dos elementos que hacen complejo el panorama.
Como se ha mencionado anteriormente, la escuela tenía sede en la Estación Guacharacas. Dicha estructura, al igual que el resto de las estaciones ferroviarias fueron declaradas Monumento Nacional a través del Decreto 746 del 24 de abril de 1996. Hoy en día se les llama “Bien de Interés Cultural de la Nación”.
Al preguntar al Ministerio de Cultura sobre la información disponible acerca de la estructura, remitieron un conjunto de documentos que hacen parte del Plan Nacional de Recuperación de Estaciones del Ferrocarril.

En el inventario de la Estación Guacharacas se expone que fue inaugurada el 7 de agosto de 1907, su número de matrícula inmobiliaria es 038-7356, cuenta con un edificio de 438 metros cuadrados que es de uso educativo y tiene una bodega aledaña.
Niños de la Escuela Rural Guacharacas en la Estación del Ferrocarril. Foto: Mariela Olarte.>>
Los registros indican que el predio corresponde a la zona y terrenos de la Estación Guacharacas. Desde 1935 ha pertenecido a las diferentes empresas que han administrado los ferrocarriles nacionales, hasta 2007 cuando pasó a manos del Invías, tras la liquidación de Ferrovías.
Sin embargo, al consultar la base de datos de las escuelas en predios sin legalizar de la Gobernación de Antioquia, aparece que la sede Guacharacas se encuentra bajo la modalidad de comodato en un terreno con matrícula inmobiliaria 038-15481, diferente al de la estación Guacharacas.
Según reza en su certificado de libertad y tradición, esa matrícula corresponde a: “Un lote de terreno con todas sus mejoras y anexidades, área rural del municipio de Yolombo, con un área aproximadamente de tres mil setecientos setenta y ocho metros cuadrados (3.778 mts2) y que presenta en general los siguientes linderos: ‘por todos sus costados con la hacienda guacharacas, propiedad del señor Pedro Gallón’. Lote destinado para Centro Educativo Rural”.
Se evidencia en el documento que el terreno pasó a ser propiedad del Municipio de Yolombó tras un proceso de prescripción adquisitiva de dominio contra personas indeterminadas que se desarrolló en 2011, cuando el Juzgado Promiscuo del Circuito de Yolombó dictaminó que la administración municipal adquiría 25 predios rurales donde funcionaban distintas sedes educativas, entre las que se encontraba, supuestamente, la Escuela Rural Guacharacas.
Según la sentencia el Municipio argumentó en cuanto a la adquisición que: “Yolombó es poseedor material de este inmueble, ya que dicha entidad territorial no posee título alguno registrado, dicha posición la ejerce el Municipio desde hace aproximadamente 25 años”. Además, dice que cuenta con una edificación de aproximadamente 142 metros cuadrados construida por el Municipio para la prestación del servicio educativo.
Lo que se ha podido constatar a partir de los certificados de libertad y códigos catastrales es que este predio es diferente al lugar donde funcionaba la escuela hasta antes de que se cayera el puente. Consultamos en la Secretaría de Educación de Yolombó sobre este tema, pero aún no hay respuesta. Lo que es claro es que Yolombó tiene un predio en el paraje Guacharacas para uso educativo, pero allí nunca ha funcionado la escuela.
En esta galería:
-Captura de pantalla del inventario que realizó el Ministerio de Cultura a la Estación Guacharacas del Ferrocarril donde funcionó la escuela hasta 2019.
-Apartes del fallo del Juzgado Promiscuo del Circuito de Yolombó sobre la pertenencia de 25 predios rurales.
En busca de alguna solución
A pesar de los enredos alrededor del predio, Mariela Olarte Álvarez continuó con sus clases. “Con la comunidad nos tocaba recoger entre todos. Hacer eventos para recolectar dinero y cubrir las necesidades de la escuela”.
Esto se daba porque la administración municipal de Yolombó “no hacía nada”, como ella dice, argumentando que no era un predio de su propiedad. Aunque como lo ha expuesto esta investigación, el Municipio sí tenía una propiedad en el lugar, pero no era en la estación donde funcionaba la escuela.
“Yo iba a Yolombó y ellos me decían que no podían construir en lo ajeno, que no tenían niños de Yolombó. En San Roque me decían que había escuela ahí cerca y decían que nosotros no nos queríamos ir para allá y la comunidad quería quedarse conmigo y si yo me iba para allá, aceptaban”, cuenta la profesora y sobre el puente que conectaba la escuela dice: “Se lo llevó infinidad de veces el río, pero cuantas veces se lo llevó, cuantas veces la hacienda lo reconstruía”.
Pero luego de que fuera arrasado no se volvió a levantar. Olarte explica que como la hacienda ya es propiedad de Gramalote ellos no quisieron reconstruir el puente y tampoco han atendido sus solicitudes para solucionar el problema, a pesar de estar en su área de influencia.
Además, su casa y las de sus vecinos están en un proceso de reasentamiento porque en el futuro se espera que la vía sea doble calzada y Gramalote, dueña de los predios, debe entregarlos desocupados a la ANI. Esto obligó el traslado al garaje y la búsqueda de ayuda de las autoridades locales. Ya son dos años de un llamado sin respuesta.
Para Yolombó, reconstruir el puente no era una opción. “La construcción del puente puede costar entre 300 – 400 millones de pesos. El año pasado había 12 estudiantes —18 según la profesora y el informe de EPM—. Todos pertenecen a San Roque. La población que se está beneficiando es de San Roque”, argumenta Fernando Muñoz, secretario de Educación yolombino.
Una solución era facilitar el transporte de los niños a una sede cercana de Yolombó, pero esto abría la posibilidad de que se perdiera la plaza de Olarte porque a ella no se le daría traslado. Por otro lado, a la estación del ferrocarril, según cuenta el funcionario, habría que hacerle muchas adecuaciones en caso de que los estudiantes pudieran retornar.
“A raíz de eso, solicitamos una visita a la Gobernación y, a partir del tema de las escuelas sin agua, enviaron un comunicado para ver si era viable o no mejorar esa escuela. Yo hablé de que el Municipio no tenía los recursos suficientes para construirla o construir el puente para estudiantes que no son del municipio”, dice Muñoz.

Los niños de La Trinidad entrenan futbol en una cancha improvisada. Foto: Sebastián Carvajal Bolívar.
La determinación de la Gobernación de Antioquia, a través de una carta firmada el 23 de abril de este año, fue solicitar el trámite a Yolombó para que se cierre la Escuela Rural Guacharacas y se traslade a los estudiantes y la profesora a la Escuela Trinidad de San Roque, “establecimiento educativo que, debido a su cercanía y a las condiciones de infraestructura que se requieren, garantizaría la adecuada prestación del servicio educativo”, expone la misiva. Esa es la misma escuela que fue construida hace más de 20 años y dividió a la comunidad estudiantil.
Según Juliana Diaz, directora de Permanencia Escolar de la Secretaría de Educación departamental y quien firma la carta, la solicitud se hizo el 8 de junio por parte de Yolombó. Ahora se espera que la dirección de Talento Humano haga efectivo el traslado de la profesora.
Rodolfo Franco, secretario de Educación de San Roque, explica que la sede no tiene la capacidad suficiente para recibir a los niños. Lo que se tiene previsto es acomodarlos en el restaurante escolar —que está bajo techo, pero al aire libre— para que no queden confinados en el aula de clases. El funcionario solicitó al ente departamental que se pueda construir una nueva aula en el futuro.
Por ahora, los padres de familia prevén organizarse entre ellos para buscar estrategias de transporte desde Guacharacas hasta la nueva escuela, porque desde la Gobernación aclaran que no hay recursos para ello.

Aunque los separan menos de 2 kilómetros del lugar de estudio, los estudiantes tienen que caminar por la berma de una vía nacional, a centímetros de vehículos que con frecuencia pasan a más de 80 kilómetros por hora.
<< Autopista Medellín-Puerto Berrío a la altura de la entrada a la Escuela La Trinidad.
Foto: Sebastián Carvajal Bolívar.
A la fecha de esta publicación, no es oficial el traslado de la profesora Olarte. Según indican los funcionarios, el decreto ya está listo, pero falta la firma. Esa es la misma respuesta desde hace un mes, dice ella.
Pero los estudiantes sí están matriculados en La Trinidad desde hace varias semanas, aunque no todos asisten. Es el caso de Juan. Su madre, Luz Álvarez Ruiz prefiere esperar a la profesora. Ella tiene una hija de 12 años que hizo toda la primaria con Olarte y ahora el niño de ojos azules cursa segundo, pero va muy atrasado por las condiciones en las que han estudiado en medio de la pandemia.

“Como ella no vamos a volver a tener una profesora, eso es lo que me amarra a mí a la vereda. Me he ido a vivir a otras partes y me ha hecho regresar el estudio de los niños”, asegura. Álvarez muestra poco optimismo por el traslado, pero agradece que sea con la maestra de toda la vida.
Durante la pandemia, Olarte trabajó con guías porque en la vereda no hay señal de internet. Hubo que desistir de la alternancia por falta de condiciones sanitarias. Foto: Mariela Olarte. >>
Olarte explica que las familias de la comunidad son muy apegadas a ella. La mayoría de sus estudiantes son hijos de exalumnos que tuvo en el pasado y todos resaltan su labor como docente. Además, señala que ella es la única representación del Estado para aquellos niños que carecen de acompañamiento psicológico y social por parte de otras entidades.
Aún falta por ver cómo se van a acomodar en La Trinidad, pero hay esperanza de que finalmente tengan una sede fija y con la garantía de no quedar a la deriva.
“A mí la intuición me dice que la escuela ha sido un estorbo para todo el mundo. Para la finca, para Gramalote. Porque nadie nos ayudaba, nadie nos daba la mano, a nadie le dolía. Toda la vida hubo un atropello con la escuela”, lamenta Olarte, que sigue a la espera de su traslado.

Restaurante escolar de la Escuela La Trinidad, de San Roque, donde serán reubicados Olarte y sus estudiantes. Foto: Sebastián Carvajal Bolívar.
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