top of page
  • Foto del escritorContexto UPB

En Medellín la comida no basta. Y sobra


Por: Samuel Muñoz González / samuel.munoz@upb.edu.co

El hombre de vestimenta rasgada y cuyo aspecto revela las huellas de la calle, hacía ansioso el recorrido de unos pasos hasta el lugar en donde sacia el hambre todos los días. Terrícola, como le dicen en la Central Mayorista, es un hombre de unos 50 años, con una barba amarillenta que le enmarca un rostro lleno de las huellas de andar por la ciudad sin un lugar ideal para dormir. Persiguiendo la única comida que tiene "segura" en el día, se aproxima al galpón 15, de donde extrae una zanahoria, unas tres papas con varias manchas negras y una mezcla de vegetales entre los que se distingue un cilantro, lechuga y repollo.

Cerca de las 4:30 de la mañana de un martes, La Mayorista se encuentra atiborrada por compradores que se dirigen hacia donde están los grandes distribuidores para surtir sus propios negocios. Estas personas compran en cantidad, pero hay muchas otras que buscan al menos un bocado.

Muchas familias buscan una oportunidad entre los excedentes del comercio de frutas y verduras, ya sea en la Central Mayorista o aquí, en la Plaza Minorista de Medellín. Foto: Esneyder Gutiérrez - Sextante.


El galpón 15, un gran bloque de ladrillos y altos techos de color amarillo, es como una gran despensa de frutas y verduras. En sus corredores externos, siempre ocupados la carga y descarga de productos, se ven en lo alto letreros con los números de cada uno de los locales y el nombre de cada negocio. Dentro de cada local, miles de víveres esperan diariamente para ser comercializados a los grandes almacenes de cadena y a todas las tiendas de barrio de la ciudad.

Humberto, ubicado en el muelle de embarque, apresuraba su paso para lograr descargar el camión antes de que el flujo incesante de clientes terminara por desabastecer su negocio a las seis de la mañana. La Distribuidora de Legumbres Humberto Osorio, ubicada en el local 15 del décimo quinto galpón de La Mayorista recibe diariamente alrededor de 7 toneladas de alimentos, los cuales son rápidamente adquiridos por personas que buscan abastecer sus propios negocios todos los días.

“¡Muévale hombre!”, grita Humberto a sus cuatro trabajadores mientras el camión se aproxima a la zona de descarga. Arracacha, yuca, papa, zanahorias y de todo tipo de verduras provenientes de distintos lugares del departamento son descargadas alrededor de las 2 de la mañana de todos los días para suplir la demanda de alimentos de una gran parte de la ciudad.

Oscar, un hombre robusto y bajito, sorprende con la habilidad que va y viene por ese galpón 15 al que llega al menos una vez por semana para surtir su tienda a dos cuadras del parque de Cristo Rey. Llena su Citroën verde del año 94 con las compras, con la adrenalina de comprar barato par vender barato en algunos minutos cuando lleguen sus compradores. Es entonces alrededor de las 7 de la mañana cuando aparecen los primeros signos de que muchos de los alimentos del local quedarán sin ser comprados y probablemente desechados, mostrando uno de los escenarios más cuestionados del modelo económico capitalista: el desperdicio y el hambre en un mismo lugar. ¿Qué pasará entonces con las toneladas de alimentos que no se venden en este y los demás galpones de la central de abastos?


Una pila de restos de restos que ya empiezan a descomponerse, dan una idea de lo que pasa, pero otra respuesta la dan muchas personas que usualmente desapercibidas entre los cientos compradores y que van por una oportunidad, una que está en otro punto de la central, pintada del color de una pila de alimentos que aún se pueden consumir, pero que no entraron en las compras de los grandes y medianos compradores.

Pero esos víveres sí están en los planes de la Fundación Central Mayorista, una entidad que lleva 29 años en funcionamiento y busca hacer que personas cómo Terrícola no tengan que buscar alimentos sobrantes de una manera ilegal o deshonrosa. Esta organización recupera cada año aproximadamente 6.500 toneladas de alimentos desechados por los grandes distribuidores.

Los "saldos" de frutas y verduras solucionan los problemas de alimentación en una ciudad en la que crece el número de hogares en los que n puede haber tres comidas diarias. Foto: Esneyder Gutiérrez- Sextante-


El desperdicio de alimentos en las grandes centrales de abasto no es algo nuevo. El Departamento de Gestión Ambiental de la central mayorista estima que, solo en este centro de acopio, se desperdician alrededor de 75 toneladas de alimentos diariamente, una cifra que alcanzaría para alimentar una comunidad entera de personas. Según la FAO, a nivel global, ha alcanzado casi el 22% de todos los alimentos producidos.

La Encuesta de Calidad de Vida, adelantada por Medellín Cómo Vamos en 2021, reveló que el 22% de las familias consultadas en ese sondeo señaló que no puede comer tres veces al día. Las cifras del DANE estiman que en Colombia hay casi 6 millones de personas que viven en la indigencia y que, como Terrícola, carecen de condiciones mínimas para gozar de seguridad alimentaria y alejar los problemas de salud pública como la desnutrición.

Así como la Fundación Mayorista, existen otras entidades públicas y privadas que hacen frente a este problema. A nivel nacional, ABACO (Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia) se encarga de reunir a 24 bancos de alimentos en todo el país y “trabaja conjuntamente en pro de la seguridad alimentaria y nutricional de la población en situación de vulnerabilidad, a través de alianzas con entidades públicas, empresas privadas y organizaciones civiles”.

Según datos de ABACO, esta asociación entregó unos 63.590.000 kilos de alimentos en el país, durante 2020, mientras que en el país se desecharon aproximadamente 10 millones de toneladas de alimentos. Así mismo, según la estadística nacional, el 16% de esos alimentos son desechados en los hogares.

Igualmente, en Medellín existen más entidades como la fundación SACIAR, o la Fundación Banco Arquidiocesano de Alimentos de Medellín, ambos con una cobertura “en más de 30 barrios de la ciudad, en más de 10 comunas y en los corregimientos”, además, atienden instituciones ubicadas en un promedio de 20 municipios de Antioquia.

Pero si existen tantas organizaciones que recuperan los alimentos en buen estado, ¿por qué Medellín sigue teniendo cifras tan altas de indefensión alimentaria? Las Hermanitas de los Pobres son una comunidad cuyo hogar ubicado en el centro de Medellín cuida y protege unos 67 ancianos en estado de vulnerabilidad y abandono. Este hogar ha sido beneficiado por años de las donaciones generosas de los grandes distribuidores de las centrales de abastos y de las fundaciones como SACIAR y el Banco de Alimentos.

"De todas las comidas que regalan en ese sitio, muy poquitas salen buenas. La mayoría de las frutas salen podridas y casi todo lo otro siempre está vinagre", dice Terrícola refiriéndose a los alimentos entregados a personas vulnerables en el Banco de Alimentos.

De todas las opciones que hay para alimentar a los 67 ancianos que tienen a su cargo, las Hermanitas de los Pobres también prefieren la de las donaciones que puedan surgir en las dos grandes centrales de abasto de Medellín (La Mayorista y La Minorista):

Una integrante de la comunidad religiosa, que pidió o ser identificada, señaló que el convento estaba afiliado al banco de alimentos. "Antes era gratis y los alimentos los regalaban a distintas organizaciones y a los particulares que lo solicitaran. Ahora se necesita afiliarse con 100.000 pesos mensuales para que le den a uno alimentos de cualquier tipo, pero últimamente la comida que repartían estaba saliendo muy mala entonces las Hermanitas de los Pobres nos retiramos del convenio", señaló.

¿Qué pasa con quienes no están al amparo de organizaciones como estas? Javier Humberto Ramírez, director de la Fundación Arquidiocesana Banco de Alimentos de Medellín, confirmó que las instituciones beneficiarias de dicha fundación pagan un aporte mensual llamado aporte solidario, que equivale aproximadamente al 10% del valor de los alimentos entregados. Así mismo, el Banco de Alimentos confirmó que la calidad de los productos está supeditada a las donaciones que reciben por parte de distribuidores donantes.

"Hay productos, como los frutos y hortalizas, que se hacen recoger, y se les hace una selección, con el criterio de que sólo se les entrega a las instituciones, lo que una persona que seleccionó se comería. Por eso habilitamos un comedor dentro del banco, el cual utiliza productos de donación para determinar si tenían consumo o no. En el banco se han podido obtener excelentes comentarios del tema, las instituciones que han tenido problemas, pueden manifestar su inconformidad por medio de nuestro correo electrónico. Si la inconformidad de la institución es el aporte solidario, es complejo; sin embargo, si se refiere a la calidad de los productos, se entra a revisar cada caso de manera particular", dice el director de la fundación Banco de Alimentos.

El desaprovechamiento de los recursos alimenticios es entonces una problemática recurrente, y que va en aumento. Según el Banco de Alimentos, durante la pandemia generada por la Covid-19, la cantidad de personas consideradas en estado de indefensión alimentaria en la ciudad creció casi en un 50%, una cifra alarmante que habla de un problema que no es nuevo, pero que no ha hecho más que empeorar, así como las paradojas de ver personas pidiendo para un pan, en una ciudad en la que otros se quejan del aumento de basuras que, a primera vista, son en su mayoría envolturas y empaques de alimentos.

Publicaciones recientes
Archivo
Buscar por etiqueta
¡Comparte este contenido en tus redes sociales!
bottom of page