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El cielo de los manatíes

Por: Tomás Correa Restrepo* / especial para Contexto


No soy un hombre de religiones, pero si el cielo de los manatíes existe espero que Julieta esté en él. La ya conocida historia de Julieta, una manatí de 450 kilos y más de 3 metros de la especie Trichechus manatus, comenzó el 5 de junio (paradójicamente el día del Medio Ambiente). Ese día Julieta cayó en las redes de unos pescadores en el sector de Bonito Gordo cuando nadaba libremente en las bellas aguas del Parque Natural Tayrona. Fueron los mismos pescadores los que avisaron al personal del Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación de Fauna Marina (CAV-R) que Julieta había quedado enredada en una de sus redes. A pesar de la asfixia que sintió al tratar de respirar a través de la red, logró mantenerse viva hasta que llegaron los salvadores del CAV-R. Una vez rescatada fue trasladada al Acuario del Rodadero, donde pasaría un mes mientras se rehabilitaba para su liberación.


Video: Fundación Omacha.


De acuerdo con información de la organización Save The Manatee, los manatíes «…se dedican a comer, descansar y viajar…» (¡qué envidia!) y habitan principalmente ciénagas y aguas costeras someras. Su alimentación está basada en plantas y algunos pequeños peces, respiran el mismo aire que nosotros (aunque pueden contenerlo hasta por 20 minutos) y su expectativa de vida puede llegar a más de 60 años. Su dentadura no sobrepasa los 6 dientes en cada mandíbula, de los cuales ninguno se cataloga como colmillo. En Colombia, los manatíes están protegidos desde 1969 por la resolución nro. 574 que prohíbe la caza, transporte, comercialización y utilización de los manatíes y de sus productos.


Julieta fue liberada en El Rodadero el pasado 7 de julio gracias a los cuidados del personal del CAV-R, quienes antes de liberarla le instalaron un rastreador para monitorear su feliz regreso a la libertad. Sin embargo, el júbilo creado por el éxito de la rehabilitación y liberación de Julieta fue reemplazado por tristeza, rabia, vergüenza e indignación el pasado 15 de julio, tan solo 9 días después, cuando se conoció que, en su viaje hacia el sur a lo largo de la costa entre Santa Marta y Barranquilla, fue interceptada por pescadores que la persiguieron desde el puente de La Barra en Pueblo Viejo (Magdalena), hasta jurisdicción del corregimiento de Tasajera, en donde además de ahogarla, amarrándola por el hocico, la atacaron con machetes y arpones ocasionándole la muerte… Y sí, estimado lector, Tasajera es el mismo corregimiento de Pueblo Viejo que hace poco más de un año sufrió la tragedia del camión cisterna que transportaba gasolina y explotó mientras los pobladores lo saqueaban, dejando como saldo 45 muertos y decenas de heridos.


La de Julieta es una verdadera pérdida para el patrimonio biológico del planeta, pero más allá de buscar venganzas y culpables, su triste final debe generar preguntas cuyas respuestas conlleven a tomar acciones urgentes para evitar que esta apacible mártir, miembro de una especie en grave peligro de extinción, haya muerto en vano. El hecho debe generar conciencia en todos los eslabones de nuestra sociedad, desde los niños más pequeños hasta los encargados de la toma de decisiones, pasando, por supuesto, por los pescadores.


Preguntar por qué un hecho como estos ocurre en Tasajera es desconocer la situación de miseria y abandono que el corregimiento ha sufrido por décadas. Si sus habitantes son capaces de arriesgar la vida por robar gasolina de un camión accidentado, ¿qué esperanzas de sobrevivir tenía Julieta, que virtualmente representaba un pedazo de carne de 450 kilos nadando lentamente frente a ellos? Como dice Wade Davis en su último libro sobre Colombia, Magdalena River of Dreams, las personas matan manatíes porque tienen hambre y necesitan alimentar a sus familias, así que para salvar a los manatíes es necesario salvar primero a las personas.


¿Por qué un manatí cae en redes de pescadores en las aguas protegidas de un parque natural como el Tayrona? ¿Fue acertado liberar un manatí en pleno Rodadero teniendo en cuenta la actividad turística y pesquera de la zona? ¿Qué acciones están tomando los gobiernos municipal, departamental y nacional para que Tasajera deje de ser fuente de noticias tristes como estas? Esta nueva tragedia exige que las autoridades se pronuncien y den respuestas. No se nos puede olvidar que seres como Julieta, que ojalá nos esté observando hoy desde el cielo de los manatíes, habitan este territorio desde mucho antes que nosotros y, en ese sentido, somos nosotros los invasores.

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* Tomás Correa Restrepo es geólogo, magíster en Recursos Minerales, con especializaciones en Gestión Ambiental y Gerencia de Proyectos. Es amante del buceo y la natación. Trabaja como investigador en el Servicio Geológico Colombiano.


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