Corredores verdes... con matices
- Contexto UPB

- 3 sept
- 4 Min. de lectura
Por María Isabel Cardona López / maria.cardonal@upb.edu.co
Siguiendo la referencia de transformaciones urbanísticas como las de Nueva York o Barcelona, Medellín aprendió que el verde no era incompatible con su crecimiento como ciudad. Los corredores verdes aparecieron como una apuesta audaz para contener el concreto, darle un respiro a la ciudad y demostrar que la sostenibilidad podía ser algo más que una palabra de moda. Árboles recién plantados, senderos peatonales y ciclorrutas comenzaron a bordear las estaciones de la Línea B del metro, como si la naturaleza estuviera recuperando, centímetro a centímetro, un territorio perdido. La prensa internacional celebraba la transformación, pero el día a día en las calles mostraba exactamente cómo se producía.
Los corredores verdes son una propuesta urbanística que evoluciona de acuerdo con el contexto de espacios que tienen una historia natural y una apropiación social particulares. Este es el corredor verde en los bajos de la Línea B del Metro de Medellín, entre las estaciones Estadio y Floresta, punto de encuentro del desarrollo urbano y el paisaje natural y social. Fotos: María Isabel Cardona.
Otra forma de la metrópoli
Los corredores verdes nacieron con la intención de transformar el paisaje urbano y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. En más de 30 espacios distribuidos por la ciudad, su implementación buscaba conectar los parques y quebradas con un sistema de arborización y jardines que, según la propuesta, reducirían la temperatura, mejorarían la calidad del aire y ofrecerían espacios más habitables para los peatones y ciclistas.
Según la Alcaldía de Medellín, la Avenida Oriental, una de las vías más congestionadas de la ciudad, experimentó una reducción de temperatura de hasta 2°C tras la siembra de más de 90.000 plantas. Los estudios también mostraban una mejora en la captación de CO₂ y una reducción del material particulado en el aire, lo que representaba un alivio en una ciudad que aún lucha contra altos niveles de contaminación.
Sin embargo, detrás de los datos y los discursos de sostenibilidad, en la vida cotidiana de quienes habitan y transitan estos espacios, la percepción era mucho más compleja.
La nueva zona verde: espacio de trabajo y también hogar
En la estación Estadio, donde los días transcurren entre el bullicio de vendedores y el eco metálico de los vagones del metro, María Clarivel Hurtado Palacio ha visto cómo los corredores verdes crecían a la par de otras presencias. “Lo que más veo por aquí son indigentes y muchos travestis, sobre todo en la noche”, dice con la certeza de quien ha aprendido a leer la calle mejor que cualquier planificador urbano. La maleza, que en teoría debía traer frescura y calma, también ocultaba secretos incómodos. “Ese monte lo deberían limpiar porque ahí pasan muchas cosas que uno no sabe”, agrega.
Desde su punto de vista, el corredor verde no ha logrado mejorar significativamente su entorno laboral. Aunque disfruta del fresco que brindan los árboles y reconoce que más personas caminan por la zona, señala que la seguridad sigue siendo un problema sin resolver. En su caso, la presencia de trabajadores sexuales y habitantes de calle no representa un problema personal, pero advierte que puede generar incomodidad en quienes no están acostumbrados a la dinámica del sector.
En el Velódromo, Santiago López, residente del sector, observa el corredor verde con escepticismo. “La estética mejoró, pero el manejo de basuras sigue siendo un problema. Además, la iluminación en la noche no es suficiente y eso hace que caminar por la zona no siempre se sienta seguro.” López señala que, aunque los corredores verdes han embellecido la ciudad, su funcionalidad está comprometida si no se implementan estrategias de mantenimiento más rigurosas y se refuerza la presencia de seguridad en horarios críticos.
Una propuesta con fondo social
Para entender los corredores verdes, es necesario comprender el proceso de transformación de Medellín en las últimas décadas. A finales del siglo XX, la ciudad era conocida por su alta criminalidad y la falta de espacios públicos adecuados. Con el paso de los años y la implementación de proyectos como el Metrocable y el Parque Biblioteca, Medellín fue construyendo un modelo de desarrollo urbano enfocado en la recuperación del espacio público.
La apuesta por los corredores verdes es parte de esa misma visión: convertir a Medellín en una ciudad más sostenible y habitable. La meta inicial era crear una red de infraestructura verde que integrara el transporte público con áreas recreativas, ofreciendo a los ciudadanos una alternativa para desplazarse y disfrutar del espacio urbano sin depender de los vehículos motorizados.
Sin embargo, la implementación no ha sido uniforme. Algunos corredores han logrado consolidarse como espacios seguros y funcionales, mientras que otros han quedado atrapados en problemas de mantenimiento, inseguridad y falta de apropiación por parte de la comunidad.
Otras Ciudades
Bogotá, Buenos Aires y Barcelona han implementado corredores verdes similares con distintos niveles de éxito. En Buenos Aires, por ejemplo, la Avenida 9 de Julio incorporó vegetación y ciclorrutas como parte de su plan de movilidad sostenible, pero la falta de mantenimiento y el incremento de la inseguridad generaron críticas.
Barcelona, en cambio, ha logrado consolidar sus supermanzanas como modelos de urbanismo sostenible, donde la reducción del tráfico ha permitido que los corredores verdes sean espacios funcionales y seguros. La gran diferencia radica en la gestión y en la apropiación ciudadana, dos elementos que Medellín aún necesita fortalecer para garantizar el éxito a largo plazo de su proyecto verde.
Medellín, ciudad de contrastes, sigue debatiéndose entre el sueño y la realidad. Los corredores verdes, con su promesa de frescura y vida, aún tienen un largo camino por recorrer antes de convertirse en ese Edén urbano que alguna vez imaginaron sus creadores. Las decisiones que se tomen en los próximos años definirán si estos espacios serán recordados como un triunfo del urbanismo o como un espejismo más en la historia de una ciudad que siempre ha vivido entre la esperanza y la incertidumbre.
El reto no es solo de la Alcaldía o de los urbanistas, sino de todos los ciudadanos. La pregunta sigue abierta: ¿qué hace falta para que Medellín transforme estos corredores verdes en verdaderos espacios de convivencia y seguridad? El tiempo, y la participación de todos, tendrá la última palabra. Expertos en urbanismo sostenible destacan la importancia de implementar estrategias que fomenten la apropiación ciudadana de los espacios públicos. Según Juan Camilo Restrepo, el desafío no radica únicamente en el diseño físico de estos espacios, sino en la creación de actividades culturales, deportivas y comunitarias que incentiven a las personas a utilizarlos y cuidarlos.

















































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