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Alicia en su mundo de las pesadillas


Un relato "curiosesco" sobre efectos de la pandemia sobre los que poco hemos hablado.


Por: Edda Mitchell Newball / edda.mitchell@upb.edu.co

Érase una vez una niña llamada Alicia. Alicia se encontraba un día sentada entre el basural en el que se le estaba convirtiendo el jardín de su hogar, respirando el aire contaminado que circulaba en su ciudad, bajo la fantasmal sombra de un árbol y charlando con su gatita Pandemia que, como suele ser costumbre en los gatos, no sabía hablar. Acariciándola cuidadosamente, Alicia dijo:


“Si yo pudiese tener mi propio mundo, los animales y las flores hablarían, y se indignarían con los humanos, así nada sería absurdo.”


De este modo reflexionaba Alicia y por ello no se extrañó cuando La OMS le pasó por delante. Sacando un reloj del bolsillo, miró la hora y echó a correr diciendo:

—¡Aún no es tarde! ¡Voy a llegar tarde!

—¿A dónde va, señora OMS?—preguntó Alicia.

Ella, muy apurada, apenas respondió:

—¡Aún no es tarde! ¡Tengo prisa!


Corriendo, la OMS se adentró en las medidas de bioseguridad y desapareció. Alicia sintió curiosidad por saber a dónde se dirigía. Aquello, sin duda, era realmente extraño: ¡Una OMS que usaba reloj! Desde luego, Alicia nunca había visto algo así antes y, por ello quiso descubrir qué significaba. Miró entre las medidas de bioseguridad y, viendo que eran seguras, decidió seguir a la OMS. Se puso su tapabocas para llegar sin COVID-19 y…


—¡Ay! ¿Qué pasa?—exclamó Alicia sorprendida.

Comenzó a caer entre los plásticos de un solo uso revividos por la pandemia, algo muy raro; había bolsas, tapabocas, guantes y botellas de desinfectantes, además de otras cosas que iban desde las calles, pasando por las alcantarillas. Alicia caía y caía sin rumbo, y cuando ya se había acostumbrado a caer y pensaba que iba a salir por los mares, llegó a Medellín. De pronto, se encontró en una sala en la cual había una puertecita por la que estaba saliendo la OMS, siempre diciendo que aún no era tarde. Alicia intentó abrir la misma puerta, cuando la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) protestó:

—¡Ay! ¡Que me retuerces el comunicado!


Alicia, sin apenas extrañarse más de lo que estaba, explicó a la UNCTAD que quería pasar por la puerta. Como no cabía, la UNCTAD le dijo que hicieran algo porque cerca del 75% del plástico generado por la pandemia de COVID-19 se convertirá en desechos que llegarán a vertederos y mares con un grave costo a la economía. Alicia quiso hacer caso a la UNCTAD, pero también a las medidas, así que ingirió un brebaje de Prevención y Acción, donde quiso comunicarle a todos sobre la pandemia, pero se hizo tan pequeña que no habló de este problema. La UNCTAD, entonces, le mandó a no comer miedo e instó a los gobiernos y las empresas a identificar sustitutos al plástico que no sean producidos a partir de combustibles fósiles. Alicia, de nuevo, quiso obedecer a la UNCTAD, pero quizás se confundió al hacerlo, porque parece que el problema seguirá hasta hacerse enorme.


—¡Ahora nunca podré pasar por la puerta!—exclamó Alicia, que estuvo llorando tanto, que se tuvo que quitar el tapabocas y lo tiró al suelo. Así, este fue a parar junto con sus lágrimas a los embalses de Porce ll, Riogrande y Miraflores, de donde se retira la mayor cantidad de residuos plásticos.


Macacos intentan devorar un tapabocas hallado en las calles de una ciudad malaya. Foto: Mohd Rasfan, AFP. >>


Alicia bebió de nuevo del frasquito para intentar volver a su forma y se hizo tan pequeña, que cabía incluso por el ojo de la cerradura. Al otro lado, encontró unos cuantos animales nadando en los embalses y, tras el baño, se empezaron a intoxicar, porque ellos obviamente no usan guantes ni tapabocas. En medio de aquel corro de animalitos, Alicia volvió a ver a la OMS corriendo, mirando como siempre el reloj y diciendo que aún no era tarde.


La OMS salió corriendo en dirección a su casa para guiar a la joven Alicia, qué, sin dudarlo, corrió detrás hasta que le perdió de vista por tergiversar ocasionalmente, a su modo, lo que esta le decía, confundiéndose en el camino a seguir entonces. En aquel justo instante, oyó una risotada. Alicia miró hacia arriba y vio a una vacuna que hacía muecas a los científicos desesperados por encontrarla, y decidida le preguntó hacia donde podía ir.


—Eso depende de adónde quieras llegar—contestó la vacuna—. Hacia la derecha, caminas ciega y hacia la izquierda, está lo que quieres ignorar. ¡Ambos caminos están locos!

La vacuna soltó otra carcajada y desapareció. A mediados del 2021, sin embargo, su aguja surgió en el aire y preguntó:

—¿Vas a vacunar a los que te convienen? Allí nos veremos.

Más adelante, una vez retomado de nuevo el camino, Alicia llegó al castillo.

—¿Por qué pintan estas cifras?

—Pues porque esto ha sido así siempre, pero resulta que ha empezado a notarse por equivocación.

Y en aquel momento, Alicia oyó el maullido de Pandemia.

Se había despertado y se encontraba de nuevo en casa, en el basural de su jardín, bajo los tapabocas que se había puesto el árbol.

—¡Qué pesadillas más extrañas!—se dijo, contaminándose.

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