Diario de un miedo
Miércoles 25 de marzo 2020
Hoy fue un día extraño. Es como si el tiempo no pasara, pero a la vez las horas pasan como eternidades y yo no dejo de pensar en si realmente es posible volver a la “normalidad” o si esta es la nueva “normalidad” de mi vida.
Intento respirar, mantenerme en paz, tolerar, pero cada vez el encierro imaginario nos pone a prueba a mi familia y a mí. Hay gritos, peleas, quiero salir corriendo.
Me siento agotada, pero al mismo tiempo no siento el cansancio. Me siento perdida en un laberinto cuya salida conozco, pero es como si no quisiera salir.
Ni siquiera sé cómo me siento, pues todos a mi alrededor anhelan que todo vuelva a ser como antes, pero yo me niego a desperdiciar los días en un anhelar algo cada vez es más lejano.
Todo pasó de repente. No entiendo cómo, ni cuando, ni por qué. Es como una película. Un virus invisible ha sido el único en lograr que las personas dejen descansar a la tierra, por primera vez.
Es la única vez que no haciendo nada se puede salvar a la humanidad. Y yo que pensaba que para salvar al mundo debía tener grandes acciones que dejaran huella. Todo está al revés. Al parecer enloqueciéndome hallaré la razón.
Viernes 3 de abril 2020
Hace días no escribo, me sentía agobiada, como sin fuerzas para enfrentarme a mis pensamientos.
Dejé de anhelar “mi vida de antes” pues esta es mi vida ahora, y no sé hasta cuando vaya a ser mi realidad.
Puede que las cosas nunca cambien… pero sé que no puedo salir de esto siendo igual. Aprovecho el tiempo para analizar que quiero cambiar de mi vida, de mi entorno y me he dado cuenta de que la que debe cambiar soy yo.
Agradezco que mi mayor preocupación del día es estudiar y preguntar “¿qué hay para comer hoy?”, ansiando que no se repitan las recetas. Mientras que otros deben preguntar “¿hoy hay para comer?”.
No es justo que no todos estemos en las mismas circunstancias en esta época tan difícil. No es justo. He ayudado a más de 150 familias a que tengan alimentos en sus casas en estas semanas, pero eso no es nada frente a toda la gente que sufre y la cantidad de pobreza que veo a mi alrededor. Tengo mucha impotencia, mucha, y me niego a quedarme quieta, a callarme. Las palabras se han quedado atascadas en mi garganta.
El planeta descansa y los hombres mueren, sufren y lloran. ¿Todos merecen este castigo?
Sábado 4 de abril 2020
Hoy recuerdo cuando me ponía el corazón en la nariz para ir al hospital y ya no puedo. Siento impotencia de saber que no puedo visitar a tantos niños que están luchando con sus enfermedades, enjaulados por sus enfermedades. Han vivido el encierro desde hace mucho tiempo. Para ellos no es nueva la monotonía de los días, mientras se agradece la existencia, pues la muerte ronda por los pasillos.
Ahora es mi turno de sentir el encierro de mi alma para fortalecer la esperanza en mi interior, y aprender de los nuevos días. Ahora es mi turno de perderme en mi interior para encontrarme y de permitir que esa nariz de “payaso” continúe salvándome en los momentos en que más lo necesito.
Domingo 12 de abril 2020
Hace días que no escribo, pues la constancia de los diarios me recuerda el tener que enfrentar la realidad de mis actos, la monotonía de los días, la impotencia del encierro. Ahora mi mente está nublada, cansada, pero al mismo tiempo, libre. Siento como si ahora viviera una nueva vida y los meses pasados se alejan de mí con una rapidez absoluta. Me siento vacía del mundo, pero llena de mí.
Es como si me estuviera conociendo y ya no tengo miedo de pasar el tiempo conmigo, mientras aprendo nuevas cosas no solo del mundo, de mi familia, de la realidad, sino también de mí. Me sorprenden mis actos, por lo bondadosos o llenos de odio que son, dependiendo de la situación. Me sorprenden mis palabras que logran ser tanto sanadoras como rencorosas. Me sorprende la vida que sigue siendo complicada aun dentro de mi habitación de 10 metros cuadrados, donde estoy protegida. Pero sobre todo me sorprende el ser humano, que continúa siendo egoísta a pesar de que ve padecer a los demás a su alrededor.
Martes 14 de abril 2020
Hoy fue un día tranquilo, como si me hubiera acostumbrado a la monotonía del encierro. Los días pasan, a pesar de todo lo que logro hacer, es como si estuviera en una burbuja deseando conocer lo que hay al otro lado del mundo.
Es como si las plantas crecieran con dificultad, las horas se alargaran y las canciones estuvieran cansadas de tanto ser reproducidas. El ser humano necesita del mundo, pues se ahoga en el silencio de la soledad.
Jueves 16 de abril 2020
Me siento cansada, abrumada por la vida. Pensé que ya me había acostumbrado al encierro. De nuevo mi debilidad humana me demostró la impotencia que se siente al no manejar la vida, sino esperar a que ésta te de una sorpresa.
Siento que la libertad está detrás de mi ventana, pero me debo limitar a desearla. No solo libertad de salir, sino de la mente, ella se empieza a nublar.
Viernes 17 de abril 2020
Nunca pensé que podría desconfiar tanto de las personas que me rodean. Siempre intento ver algo bueno en ellas, aunque no las conozca, y trato de que los prejuicios no nublen mi razón.
Pero en esta época es difícil confiar. Y más cuando cualquiera que se acerque puede ser un arma, nuestro enemigo llega sin avisar, es invisible y toma a las personas que más queremos como rehenes.
Ya ni me acuerdo de la última vez que hablé con Óscar, el portero que es como mi tío. En mi casa nos hemos encerrado a convivir entre los que nunca hemos salido. Y como Óscar es el único puente con el mundo, con los domicilios, con las visitas… Mis papás temen cada día que se contagie y tras él todos nosotros. Por lo que no me permiten verlo, ni visitarlo.
He vuelto a crear mi mundo dentro de mi casa, donde las únicas personas que existen son mis papás, mis hermanos y Nubia, que no alcanzó a volver a su pueblo. No sé cuánto tiempo tengamos que vivir esto, solo sé que el ser humano es capaz de acostumbrarse a todo, por bueno o malo que sea.
Sábado 18 de abril 2020
Creo que estoy aprendiendo a vivir con lo que soy y con lo que son las personas que me rodean. En lo último que pensamos es en arreglarnos, en salir, en comprar… Si salimos iguales después de esta experiencia creo que desaprovechamos una gran enseñanza. No nos define lo que tenemos sino lo que somos, lo que hacemos por los demás, lo que reflejamos. Quiero ser diferente. Tengo que cambiar, tenemos que cambiar, el mundo tiene que cambiar.
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Trabajo realizado en el curso Periodismo y Literatura, orientado por la profesora Marcela Gómez Toro.