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Carolina Moncada Conde /

Diario de un encierro a prueba de olvidos

A la mama patria

Te hemos visto gloriosa, manchada y con la guerra besándote las entrañas. Te hemos querido a pesar de tus balas. Perdonamos verte desangrada y violentada. Los perdonaste tú, nos perdonaste tú.

Recuerdo cuando te limpiaste la sangre de los hijos que no diste a luz, cuando con machetazos te partían el alma, cuando los de corbata te robaban en la cara. También te recuerdo hermosa, dibujada en el cielo, en aquellos tiempos cuando te creían santa y tu gente te respetaba.

Tengo miedo de ver por tu ventana y dormir en tu cama porque desde hace años los ladrones te violan en tu propia casa. Todo lo incendian y se lo llevan y tú te quedaste mama-ndo en el país en que nunca pasa nada.

Ilustración de la autora.

Banquete

“… Más allá de cualquier zona prohibida

hay un espejo para nuestra triste transparencia”

A. Pizarnik

La muerte ha entrado en nuestra casa. Llegó despacito, como un viejo amante que ha venido a dejar promesas y regalos. Ha venido con los ojos vendados, porque en esta velada no le ha de importar si eres joven o poeta, prostituta o anciano. Mucho menos se interesa en si vistes fino o llevas los pies descalzos.


La muerte ha entrado en nuestra casa. No le importa si aún hay unos ojos a los que no le hayas dicho te amo. Pasó de largo y se muestra indiferente frente a si la vida no nos ha bastado. Da zancadas cada vez más largas y llega bailando al compás del arrepentimiento de las caricias que nunca jamás quisimos no haber dado.


La muerte ha entrado en nuestra casa. Esta vez ha llegado hasta la sala, y aunque las ropas le importen poco, esta noche ha venido elegante, solo para recordarte que nunca es demasiado tarde cuando es ella quien aplaude.

Ilustración de la autora.

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Trabajo realizado en el curso Periodismo y literatura,

orientado por la profesora Marcela Gómez Toro.


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