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  • Julián Fernando Caro Orozco /

Una ruta de la música electrónica


Fiesta rave en la Terraza Club. Tomada por: Julián Fernando Caro Orozco


En medio de luces neón, ubicadas en el tapiz negro que cubre la discoteca, el ambiente se vuelve sicodélico para la vista. Las luces y las ondas sonoras emitidas por los bafles sugieren a todos en el sitio a moverse al compás de esta música pegajosa. Mientras más oscura sea la canción, el ambiente es más pesado y hay más tensión; mientras más clara sea la pieza sonora el ambiente es más fresco y relajado. Eso sentí con la música electrónica.


Las personas que comparten este gusto musical bailan acorde al subgénero que suena. Cada golpe de sonido (beat) en la producción sonora, junto con las puestas en escena, conforman estos espectáculos que mueven fibras al escuchar.


Con el sintetizador de sonidos, los discos preseleccionados, la consola y algunos programas de ordenadores, los Dj (del inglés disc jockey, es decir, el que pone los discos) se encargan de aumentar la euforia, incrementar el ritmo cardiaco y poner a bailar al público.


Lo que para algunos es una música pesada y hasta profana, para otros “es un movimiento que va más allá de la fiesta”, como lo afirma Verraco, Dj paisa de techno, un estilo de electrónica creado en Detroit.


Auge de la electrónica

Desde hace dos décadas, el alcance masivo de los medios de comunicación, logrado en su mayoría por la internet, la televisión o la radio, permitió que muchos guardaran en su recuerdo canciones clásicas electrónicas (escuche esta lista) como: ‘In My Mind’, del italiano Gigi D’Agostino o el hit ‘Satisfaction’ de Benny Benassi, canciones del subgénero euro dance; como también el exitoso house ‘Love Generation’ del francés Bob Sinclar.


Gracias a los seguidores y a los activistas de la electrónica (artistas, productores, organizadores, sellos) se creó una gran conexión entre Europa y América para el apogeo de un género musical que defiende la tolerancia y protege las libertades. Aunque es muy precoz decir que en Colombia existe cultura electrónica, sí hay colectivos en pro de ella y con el paso de los años se ha ido moldeando hasta lo que es hoy: una moda musical que atrae masas.


Marcas colombianas en el género

Existen diferentes variaciones de la electrónica y todas con gran acogida alrededor del mundo. El house, creado en Chicago, surge como subgénero principal de la electrónica hacia los 80, actualmente cuenta con el talento ofrecido de Erick Morillo, quien creció en Cartagena y ha pegado fuerte en los Estados Unidos. Asimismo el joven caleño Dj Moska 6, quien, apadrinado por el veterano Tiësto logró ser el primer colombiano en actuar en el festival más grande de la electrónica Tomorrowland.


El tribal house, creado en Norteamérica hacia los 90 y característico por al usar sonidos tribales africanos y sudamericanos sería reinventado por Dani Masi en su llegada a Colombia. Seguido a esto, el subgénero ganó mucha fama en nuestro territorio donde coloquialmente se le bautizó guaracha y se internacionalizó debido al crecimiento del Dj paisa Daniel Quintero Posada, más conocido como Fumaratto Ferroso.


No solo el tribal house se ganó un lugar en la música local, otros subgéneros electrónicos que se caracterizan por tener una intención más profunda en cuanto a su composición sonora como son el techno, industrial, minimal y trance también llegarían para quedarse a la escena musical nacional con representantes icónicos como Adriana López, Magdalena, Julio Victoria o Khomha.


Así llegó la electrónica

Antes que se pudiera disfrutar de esta música y de la imagen precisa o distorsionada en torno a esta, hay un punto de origen. La primera sesión en la que se pudieron escuchar melodías hechas con artefactos electrónicos en Colombia fue el “Ensayo Electrónico” y se realizó en 1965 en el Conservatorio de Música de la Universidad Nacional. El portal Señal Memoria recogió el testimonio de Guillermo Díaz, quien fuera el técnico de sonido de la sesión que, según contó, fue posible tras grabar siete mil pies de cinta en carrete abierta.


Con el tiempo, hacia el resto del país se empezaron a proponer nuevas melodías a partir de sintetizadores, guitarras eléctricas, teclados, y nuevos instrumentos que al fusionarse empezaban a ser parte del montaje de muchas producciones locales.


La electrónica se juntó con el rock

Para la época de violencia que se vivió en Colombia, los jóvenes encontraron en la música un ejercicio catártico. El rock y el metal, cantado en inglés y en español, era la herramienta usada por multitudes optando por un camino diferente al de las armas.


A partir de los 80 y 90 grupos como Kraken, Ekhymosis o Bajo Tierra innovaron y produjeron sonidos que no se habían realizado en nuestro territorio incluyendo instrumentos electrónicos. La banda Estados Alterados fue también pionera en materia electrónica cuando en 1991 al producir el videoclip de El Velo en Miami dieron un primer paso en la propagación del rock electrónico hecho en Latinoamérica, logrando la transmisión de la pieza en la reconocida cadena norteamericana de televisión MTV.


De las cumbias y el porro al techno y el tribal

La llegada de programas de sonido como Ableton Live (uno de muchos), que permite mezclar, componer sonidos y producir canciones, se prestó para poner el toque moderno a músicas tradicionales que nos han identificado a través del tiempo.


Algunas de las primeras fusiones entre géneros dieron paso a una mutación del folclor que se dio a conocer con canciones populares como ‘Che Cumbia’ de Checo Acosta en 1995 o incluso ‘Diomedes Díaz Dance Mix’ en 1996.



En el Valle de Aburrá también surgieron fusiones que hasta hoy tienen gran acogida. “Escuchar la electrónica con saxofones y trompetas ya no es raro, es algo gustoso y la gente lo relaciona con algo latino, esas fusiones son las que le han hecho que la música evolucione”, señala Ivan Soul, artista y profesor de la Escuela de Audio y Sonido de Envigado (EAS), para referirse a la evolución del tribal house, que hoy tiene un alcance masivo en plataformas como YouTube con videoclips como: Baila Conmigo (141 Millones de reproducciones) o Me Provocas (84 millones de reproducciones) y en SoundCloud con incontables ‘sets’(mezcla musical de una hora o más) promocionales de sus exponentes.


El techno y house nacional también tuvieron un proceso de recreación con su llegada. Artistas como Dani Boom con canciones como ‘Champeta La Voladora’16 o ‘Los Sabanales Refix’ innovarían en la escena electrónica local. Además, el alcance de las producciones locales de estos géneros ha tenido una gran acogida a nivel internacional, artistas como Julianna Set J., Julio Garcés Set J. G., Memek Set M. o Merino Set M., han dejado en alto el nombre de nuestro país en innumerables festivales locales y globales como los registrados por la plataforma de transmisión de música Boiler Room.


Dos subgéneros que se mueven entre el amor y el odio

Si uno va a una fiesta de tribal house no suena techno y viceversa, ambos son hijos de un mismo género musical, pero no se admiten mezclas entre ellos a la hora de la fiesta; sí en las experiencias de las personas que eligen moverse de un género al otro para lograr admirar la amplia gama de sonidos. Para esta dualidad musical que en momentos se convierte en rivalidad hay una explicación sonora que aclara el choque entre ambos subgéneros.


La crítica más común al tribal por parte de sus detractores se relaciona con una imagen de libertinaje y abusos en las fiestas , que, para los detractores, banaliza el trabajo creativo detrás de la música electrónica, al punto de que una célebre pista surgió de nota de voz viralizada donde se habla de las sustancias alucinógenas más comunes en este tipo de fiestas.


Por su parte el profesor Ivan Soul aclara que: “…no es que el techno sea más selecto para los oídos que el tribal, sino que a nivel musical el tribal es básico de hacer, asimismo como se critica al reguetón por parte de géneros musicales como el vallenato o la salsa que deben tener armonías bacanas y estar bien elaboradas elementalmente”.


Pese a la complejidad a la hora de la realización del techno respecto al tribal, la gente en Colombia favorece al segundo por el toque latino y sus vocales que hacen más digerible esta música para el oído que desconoce la demás electrónica. Para el artista empírico de tribal house formado en Castilla, Tata Dj, es claro que “en Medellín preferimos la guaracha porque es un movimiento muy activo, esa música pone alegre y a bailar a cualquiera”. Acorde con lo anterior, David Ruiz, organizador de eventos de tribal, más conocido como Dr. Sin Límites, asegura que en su discoteca se reunían cada sábado entre 250 y 300 personas alrededor de este subgénero.


Del otro lado está la escena techno, reconocida por su estilo fundamentalmente instrumental que usa sonidos más elaborados y tiene escasa presencia de sonidos vocales. Esta música concentra eventualmente a bastantes personas en festivales como el Baum Fest, el más grande en Colombia, realizado en Bogotá, y el Freedom realizado desde el año 2008, donde anualmente los paisas y fanáticos de todo el mundo se citan entorno al techno en la capital antioqueña.


Sin embargo, para el artista local Verraco, explorador de varios subgéneros como techno, drum and bass, down tempo, break o dubstep, “todavía falta entender que el movimiento y la cultura van más allá de la fiesta y pasarla bien, que también es muy válido, pero hay un trasfondo mucho más grande”. Afirma que a la audiencia aún carece de conocimiento para poder disfrutar al máximo de la electrónica.


A su turno, Ivan Soul afirma que: “depende del gusto personal individual y del gusto personal influenciado por la sociedad, que las personas elijan a un escenario sobre el otro”, dando a entender que lo que más se escucha es lo que más suena y hasta termina agradando. De ahí que exista mayor profusión a lo popular y sencillo para dejar de lado el contenido intrínseco de la cultura electrónica plasmado en piezas mejor logradas debido a un arduo proceso creativo.


El producto local

Este género musical cada vez tiene más aceptación y en efecto más público, eso ha significado el surgimiento de muchos nuevos artistas con ganas de exponer su talento. Para Ivan Soul, “hay muchos Dj en la ciudad y uno esperaría que eso mejorara la calidad pero hay muchos que no avanzan, se estancan y cagan el mercado”, esto se debe a la resistencia a la formación académica.


El profesor de la EAS asegura que la mitad de los Dj que trabajan en el país son empíricos. Para cualquiera con pasión por la música y sed de fama es prácticamente sencillo surgir en este medio. El costo de una consola para principiante oscila entre los 400.000 y 600.000 pesos, los audífonos pueden costar entre 200.000 y 300.000 pesos, la música se puede conseguir gratis en la web gracias a la piratería online y solo necesitará memorias de almacenamiento que pueden costar 150.000 pesos, donde guardará pistas ajenas que usará en su producto. Con un millón de pesos se puede empezar a ser DJ empírico, con poco conocimiento pero con las ganas de hacerlo también se puede escalar al éxito.


Pero allí radica el problema que se plantea el profesor Iván: lo que para él hace a un verdadero artista es su formación académica completa y continuada durante su carrera para así lograr que haya un mejor producto y una mejor industria, lo que da calidad de exportación a nuestros sonidos. Al no recibir la formación adecuada ni profesionalizar el servicio, el empírico tiende a subvalorar las presentaciones en el mercado, desmeritando el trabajo de los que dedican mucho más para ser artistas de electrónica.


Según Dr. Sin Límites, “en el mercado actual de Colombia las presentaciones de un DJ pueden costar entre los 100 mil y los 7 millones de pesos”, todo depende de la acogida que tenga el artista y, por supuesto, del proceso ascendente que lleve su carrera.


La brecha de valoración es grande, sin embargo el progreso de la electrónica en general es notable: cada vez más DJs colombianos hacen giras por distintas partes del mundo como el Ultra (en Estados Unidos) o Tomorrowland (en Bélgica).


Dos pasos para adelante y uno para atrás

El pasar de los años ha sido fundamental en la creación, la difusión y la aceptación de la electrónica en Colombia. “A medida que avanza la tecnología se van encontrando recursos digitales que hacen todo más fácil y potente, haciendo que la música evolucione”, afirma Ivan Soul.


Ese auge se fue dando principalmente en ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Pereira o Barranquilla; paralelamente al apogeo del género se creó el estigma que asocia a los sonidos electrónicos con fiestas de mafiosos, prostíbulos y lugares donde el consumo de drogas es más que habitual. Para el profesor de la EAS, en un 80% de los escenarios electrónicos están presentes las sustancias alucinógenas.



Los espacios de la electrónica paisa


<<Primer escenario 360° en el Freedom Medellín 2020.

Fotografía por: Juan José Mosquera.


A pesar de la preferencia por la guaracha, son pocos los eventos masivos de este subgénero en Medellín, entre esos resalta el Summer Bestival, organizado por Dr. Sin Límites, quien asegura que en 2019 más de cinco mil personas asistieron al Orquideorama del Jardín Botánico de Medellín para danzar tribal por doce horas.


Las principales discotecas para este subgénero en el Área Metropolitana son Zenith, Ícono, Fahrenheit, Eleven o La KSA, además, esta música también se ha hecho popular gracias a la creación de eventos privados en fincas de municipios aledaños a Medellín como Copacabana, Santa Fe de Antioquia o Guatapé, dónde los seguidores del tribal eligen pagar un ‘cover’ entre 20 mil y 150 mil pesos para disfrutar de un concierto exclusivo. Estos privados son el lugar ideal para rematar o seguir las fiestas, tras largas horas de rumba en la ciudad.


Con el techno y house la fiesta es diferente. Los clubes donde se reúnen los seguidores son lugares de menor aforo y para públicos más cerrados como es el caso de Terraza Club, Salón Amador, Baren, Eccentric o Top Secret, donde los artistas locales e internacionales preparan a las audiencias para los grandes festivales que se celebran en la ciudad y que han sido reconocidos mundialmente como el ya mencionado Freedom, Orígenes o Rituales Festival, donde se viven experiencias que hacen que “uno no vuelva a ser el mismo cuando sale de ahí”, según relata Juan José Mosquera, fiel seguidor del techno.



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