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  • María Antonia González Vallejo /

La moda, reflejos de la mujer

La moda no es tan arbitraria y caprichosa como se la juzgan con frecuencia y, paradójicamente, con frivolidad. La idea es de Tomás Carrasquilla, un hombre de letras de la antigua Medellín, que comprendía el papel de un concepto, muchas veces menospreciado entonces e incluso ahora, que se habla de una industria local en torno a él.

Doña Graciela Giraldo nunca fue escritora como el gran Carrasquilla, pero de letras sí sabe al menos un poco. Nació en Anserma, Caldas; lugar que la vio crecer por la década de 1940 y donde años más tarde conocería la modistería que la sedujo y que pasaría a ser parte de su esencia como mujer.


Cuando llegué a su casa, ubicada en el tradicional barrio de San Marcos en Envigado, esta modista de 80 años me recibió con cuatro volúmenes que describían grandes páginas diferentes aspectos de la moda; un par de ellos eran resúmenes anuales, otros revisaban el tema en el último siglo y uno, más grande, proponía una historia de la moda en los últimos dos milenios.


En uno de estos libros se mencionaba la legendaria diseñadora, Coco Chanel. Ella, que a principios de los noventa afirmó en una conversación con Paul Morand que la moda no se encuentra solo en los vestidos, sino en las ideas, costumbres y acontecimientos de un momento en especial.


Ana María Restrepo no estuvo presente en medio de la conversación anterior. Pero sus palabras resonaron en un café de moda del barrio El Poblado, repasando las mismas ideas que Chanel dijo décadas atrás. Nació en Medellín, en la última década del siglo pasado, aunque vivió parte de su infancia en el exterior y recuerda cómo la cercanía con su abuela la llevo a apasionarse por el mundo del arte. Para ella, diseñadora de vestuario de 23 años, la moda no se basa solo en el vestir, “es más bien – se explica- como una bola de nieve que en su camino va incorporando diferentes situaciones o estilos de vida”.


Hace ya varios días me surgió la curiosidad acerca de qué pensaría una feminista de la moda y me encontré con Virginia Woolf, ella se refirió a la moda como algo capaz de cambiar nuestra visión del mundo y con esto, cambiar la visión que tiene el mundo de nosotros mismos. Y con esta afirmación me surgió una duda ¿Cómo estas dos mujeres se ven reflejadas desde su propia idea de la moda?


Medellín, entre tules, plumas y brillantes. Collage: María Antonia González Vallejo.


Luego de hablar con ambas, mujeres que han dedicado su vida por completo a la moda, pero que al mismo tiempo tienen historias tan diferentes y distantes, me di cuenta que, así como une generaciones, épocas y espacios, la moda también puede ser objeto de estudio en los paralelismos en la vida de mujer.


En el pueblo donde vivía doña Graciela había tres o cuatro modistas para ese tiempo. Una de ellas era su prima mayor, quien después de verla creando los vestidos de sus muñecas le propuso enseñarle a usar una máquina de coser y allí comenzó a comprender la importancia de saber vestir y tendría sus primeras ideas para afirmar años más tarde: “la ropa es la segunda piel de la persona”.


Por su parte, Ana María, al interesarse en un inicio por el arte, creó dentro de sí un sentido amplio de la estética que, con el paso del tiempo, la llevaría a su vocación por el diseño de vestuario, para lo cual finalmente usaría el cuerpo de la mujer como inspiración: “la mujer en la moda ha sido mi musa, alrededor de ella suceden acontecimientos, polémicas e historias”.


Ambas mujeres, separadas por la abismal diferencia de sus estilos de vida, tienen claro que la mujer y la moda se envuelven entre sí de tal manera que dan un soporte no solo a la sociedad en la que vivió doña Graciela, sino también en la que hoy Ana María sigue creando. La moda como la segunda piel de la mujer o la mujer como la infinita musa de la moda. Ambas respuestas nos llevan a reflexionar sobre la relación íntima de los dos conceptos.


El siglo XX jugó un papel fundamental en la importación y creación de la moda en Medellín. No solo por el hecho de que existía más facilidad para importar telas y moldes, sino porque, como lo afirma doña Graciela, en “toda casa donde hubiera mujer tenía que haber una máquina de coser”.


Esta situación claramente ha cambiado, las mujeres ya no van a la universidad a estudiar como ella lo hizo “Economía del Hogar”, una carrera traída por los norteamericanos que pretendía enseñar a las mujeres a cocinar, coser y atender los niños de la manera más eficaz. Por el contrario, las mujeres ahora buscan sus horizontes mucho más lejos de ese lugar clásico y es desde aquí que se aprecia más el contraste en cómo las dos mujeres en cuestión hacen de la moda un arte.


Algodón, lana y nylon eran las telas más pedidas en el almacén donde doña Graciela era vendedora cuando tenía quince años, en su natal Anserma. Las personas iban a comprar los "cortes" para luego ir donde la matrona de la casa a que ella, con algunos moldes que se prestaban entre las mujeres del pueblo, hiciera la ropa que la familia debía usar diariamente. El vestuario prêt-à-porter o listo para usar, se quedaba en algunas pocas tiendas de mucho renombre en aquella época y solo podían ser comprado (o en su mayoría alquilado) para situaciones de suma importancia.


De lana y algodón se ve muy poco en el vestuario que Ana María hace para sus clientas; en su gran mayoría, prendas totalmente personalizadas. Para ella, antes de empezar a crear, es importante recorrer toda la variedad de telas que se puedan encontrar en la ciudad. Ahora aquella que se vea diferente es la que más resalta durante la fiesta. Entre tules, transparencias y brillos, la joven diseñadora crea un estilo, como ella lo define, “para una mujer femenina y libre”.


Es así como las últimas dos décadas comenzaron de la mano del vestuario prêt-à-porter, la gran producción en masa de la moda se ha tomado el mercado del vestir diario. Pero las horas de trabajo en una máquina de coser, los detalles realizados a mano y la compra de telas específicas, se han guardado especialmente para las ocasiones importantes.


En medio de nuestra conversación, doña Graciela recordó que, a pesar de que para ella la máquina de coser había brindado “autonomía y poder de decisión”. A la mujer de su tiempo muchas veces no se le permitía elegir la tela o los diseños que iba a usar. Al almacén de telas de Anserma entraban ensombrerados los hombres dispuestos a elegir cómo debían vestir sus familias, lo que incluía claramente a su esposa e hijas. El ejercicio de la creación del vestir propio de la mujer quedaba relegado al hombre, ellas solo se disponían para hacer la producción.


En la actualidad ello resulta impensable, como lo constata la reacción de Ana María a esta referencia durante una conversación en la que ella resaltó la gran diferencia con el estilo de vida que llevan las mujeres que viste. En un mercado donde la gran mayoría de personas se ven igual, estas mujeres se apropian de su irreverencia para resaltar por medio de su vestuario, siendo el mismo un retrato de las dinámicas feministas que se dan en la actualidad: buscan los detalles, buscan aquello que represente una conexión con sus creencias más arriesgadas. La opinión del hombre queda, en la mayoría de los casos, olvidada en este ámbito de sus vidas.


Pero no todo entre ambas mujeres es tan diferente, tal vez porque simplemente su género y su pasión las unió. Ana María procura en cada creación resaltar el cuerpo de la mujer, la sensualidad y la feminidad son parte de su sello. Aunque doña Graciela no tuvo estos aspectos como eje en sus creaciones, sí tenía claro que a la mujer siempre le ha gustado vestirse bien y, como ella lo dijo, “verse limpia y ponerse al menos algún detallito”.


Doña Graciela recordó que, a pesar de que para ella la máquina de coser había brindado “autonomía y poder de decisión”. A la mujer de su tiempo muchas veces no se le permitía elegir la tela o los diseños que iba a usar.


Es entre estos paralelismos, coincidencias y curiosidades, que recuerdo y encuentro particularmente fascinante la afirmación de Lipovetsky al comentar que, aunque las ideas de belleza cambien y las mujeres hoy tengan grandes cargos en sus manos, mantienen con gran prioridad la dimensión estética. Tal vez porque, sin importar qué tan diferentes seamos unas de otras, en la moda hay algo que nos atrae, el arte que nos une en nuestras fibras más sensibles y femeninas, que nos permite con sutilidad crear la imagen que deseamos con todas nuestras pasiones que vean de nosotras.



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