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Julián Henao Castaño / julian.henaoc@upb.edu.co

Un virus moral

Si bien se dice que no hay mal que dure 100 años, ni persona que lo tolere, definitivamente esta cuarentena para muchos ya parece un siglo. Sin embargo, nuestro deseo de sobreponernos es admirable. Esta situación nos demuestra cuán importante es el valor de la libertad, del cual perdimos el sentido real. Tal vez lo vivíamos escogiendo ir a un centro comercial o un restaurante para comer; pero hoy lo entendemos verdaderamente cuando añoramos la posibilidad de abrazar con tranquilidad a alguien, sentarse al menos en la acera a tener una charla con un amigo o visitar a los abuelos. Nos damos cuenta que perdimos el sentido de compartir, disfrutar con nuestros seres queridos o amigos, del valor de las cosas simples.


La pandemia ha puesto nuestros ojos y pensamientos en personas y situaciones que solíamos pasar por alto.

Foto: Alcaldía de Medellín.


Albert Camus, en el libro La Peste, hace referencia a que las peores epidemias no son biológicas sino morales. Que en tiempos de crisis, de encierro sale lo peor del ser, pero también lo mejor y aprendemos de ello. El truco está en no seguir cometiendo los mismos errores que nos llevaron a donde estamos en este momento. Este encierro nos ha demostrado lo frágiles que somos, además, que quienes sacrifican su bienestar por el de los demás para cuidarnos, son los verdaderos héroes de la historia. Estos días de confinamiento nos muestran también que todo vuelve a donde empezó: la naturaleza reclama lo suyo, baja la contaminación, vuelven los peces a los canales de Venecia, los animales corren por la calle sin temor a ser arrollados por un carro, vuelve la calma y esta vuelve porque nosotros ahora somos nosotros los animales encerrados.


Tal vez la pandemia por coronavirus que vivimos hace parte de ese grupo de situaciones en las que no hay mal que por bien no venga, porque nos reunió en casa, nos puso a reparar vínculos, permitió que la tierra tomara un muy profundo respiro y pudiera volver a retoñar, mientras valoramos sencilleces como salir, caminar, desempolvar los juegos de mesa y compartirlos en familia. Estamos aprendiendo a las malas que esta humanidad, más que un virus biológico, tiene virus morales y era momento de parar y reparar tanto desde lo ambiental, lo familiar, lo personal y lo moral. Por nuestro propio bien y el de todos, es mejor que se vean los resultados.



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