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  • Néstor David Gómez Salazar /

No se pudo evitar lo inevitable

Es increíble cómo calles que anteriormente estaban llenas de personas yendo para sus lugares de trabajo, dando una vuelta conversando con sus amigos o incluso paseando a sus mascotas, hoy no son solo más que calles deshabitadas, son calles fantasmas.

Parque principal de El Santuario, Antioquia. Foto: Alcaldía de El Santuario.

Ese es el caso de un pueblo ubicado en el Oriente antioqueño llamado El Santuario. Con cerca de 30.000 habitantes, es un municipio caracterizado por su increíble movimiento en el sector textil y agropecuario; o bueno, lo era. Desde que se confirmó el pasado sábado 14 de marzo el primer caso de coronavirus en el Oriente antioqueño en la ciudad de Rionegro, la Alcaldía de El Santuario velozmente tomó cartas sobre el asunto y acogió de manera inmediata el Decreto N’. 064 el 16 de marzo de 2020, tomando así las recomendaciones del Ministerio de Salud y Protección Social con el fin de mitigar los riesgos de contagio en la población santuariana.

En el transcurso de la semana, las medidas se fueron intensificando cada vez más, al punto de optar también por el simulacro de cuarentena desde el día viernes 20 de marzo hasta el día martes 24 del mismo mes, cuarentena que después se extendería hasta el lunes 13 de abril respaldada por el Gobierno Nacional. El lunes 23 de marzo en horas de la noche el alcalde también decidió cerrar las fronteras con los municipios aledaños para prevenir que el virus fuera importado.

Lo frustrante de todo esto es, que pese a todas las labores de prevención que se realizaron lo que más se temía sucedió: alguien infectado con coronavirus en el municipio de El Santuario. Un joven de 15 años proveniente de Frontino, quien por el receso escolar vino al pueblo a pasar vacaciones al lado de su mamá traía consigo el virus. Después de manifestar los síntomas y hacerse los respectivos exámenes médicos se confirmó el martes 24 de marzo que este joven era positivo para Covid-19. Desde ese momento los rostros de los habitantes se notaban agobiados, se podía evidenciar ese pánico en los pobladores santuarianos, pues cosas que hacían antes con normalidad hoy son casi que prohibidas. La gente que anteriormente se saludaba en los supermercados al hacer las compras para abastecer sus hogares en medio de esta crisis ya solo se mira, son desconfiadas a la hora de tocar un producto y de recibir el dinero, en los hogares ya se evita en la mayor medida de lo posible el contacto con los familiares y se juzga de manera inmediata a alguna persona que medio tosa, se percibe la angustia que sienten porque son conscientes de que en cualquier momento puede aparecer un nuevo caso, o peor aún, pueden ser ellos.

Sin embargo, gracias a esto, el pueblo está más unido. Alcaldía, bomberos, policías y demás trabajan con un mismo objetivo: detener el coronavirus. Pues saben que con la ayuda de la Virgen de Chiquinquirá y el Corazón de Jesús podrán superar esta y cualquier adversidad, tienen presente que son personas que pueden lograr lo que sea si trabajan en equipo y que ,a pesar de no poder ir a misa por la cuarentena, todos los días le piden a Dios que la situación mejore lo más pronto posible, deseando que después de la tormenta finalmente llegue de nuevo la calma que por tanto tiempo tuvieron.

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