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  • Salomé Habib Calderón / salome.habib@upb.edu.co

La caída del Mónaco y las conversaciones pendientes

La demolición del emblemático edificio del narcotraficante Pablo Escobar ha suscitado discusiones que, para los estudiosos del tema, no deben detenerse con la caída del edificio. Está implicada la memoria como reto para toda la sociedad.


La decisión del gobierno local, liderada por el alcalde Federico Gutiérrez y respaldada por Acuerdo del Concejo de Medellín es la demolición del edificio Mónaco, ubicado en el barrio Santa María de los Ángeles, construido y ocupado por Pablo Escobar Gaviria desde 1986 hasta 1988, año en que los hermanos Rodríguez Orejuela, jefes del cartel rival de Cali, detonaron un carro bomba con 80 kilos de dinamita frente al inmueble.


En tan solo cinco meses se elevaron los ocho pisos de la edificación, incluyendo el penthouse, dos piscinas y canchas de tenis. A pesar del atentado del 88, y siete más que ocurrieron después de ese, el Mónaco siguió en pie. Hasta el viernes 22 de febrero.


Después comenzará la construcción de un parque memorial a las víctimas del terrorismo desatado por el narcotráfico: policías, jueces, periodistas y civiles. Se planea trasladar allí la sala Medellín 70, 80, 90 del Museo Casa de la Memoria.


¿Qué hacemos con Pablo?


De izquierda a derecha (en el sofá): Alfonso Buitrago, Lina Botero,Gilmer Mesa, Marta Villa, Carlos Mario Gallego.

La pregunta la propuso la iniciativa Lunes de Ciudad, un espacio para el debate sobre asuntos de interés público, en tertulias convocadas por organizaciones de la sociedad civil, la academia y el sector privado y que también se ha realizado en otras ciudades del país y del mundo. El conversatorio a propósito de la demolición del Mónaco se hizo la noche del 18 de febrero, en la sede de la caja de compensación familiar Comfama, en el Claustro San Ignacio.


En la conversación participaron Marta Villa Martínez, historiadora de la Universidad Nacional y actual directora de la corporación Región; una organización civil que asumió, entre muchas cosas, de la construcción de paz colectiva y de la movilización ciudadana a favor de la paz.


También intervino Carlos Mario Gallego, periodista y caricaturista ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, cofundador de Tola y Maruja y, en su momento, periodista del periódico Medellín Cívico, dirigido por Hernando Gaviria, tío de Pablo Escobar Gaviria.


Participó también Gilmer Mesa, filósofo de la Universidad Pontificia Bolivariana y escritor de la galardonada novela La Cuadra, en la que hace referencia al asesinato de su hermano, atribuido al narcotráfico, y a su adolescencia con temor en la ciudad más violenta del mundo para el año de 1991.


En representación de la Alcaldía de Medellín estuvo Lina Botero Villa, secretaria de Cultura Ciudadana, dependencia que lidera toda la intervención en relación con el edificio Móncao y los proyectos sucesivos para la consolidación del memorial a las víctimas de la violencia del narcotráfico.


El cronista y profesor universitario Alfonso Buitrago moderó la discusión, que para algunos de los participantes fue tardía y en la que se tocaron puntos como si se debe o no demoler el Mónaco, si es pertinente seguir hablando de Escobar y, si lo es, ¿cómo hacerlo?


“El silencio siempre será un derecho, pero hay hipocresía en él. Hay hipocresía en el silencio por que Pablo Escobar nos interpela como ciudad, sus vínculos con el poder político, con la iglesia, con la sociedad hacen de el un personaje del cual hay que seguir hablando”, aseguró Marta Villa durante el conversatorio en en el que todos los participantes coincidieron en la necesidad de reconocer que Escobar existió, de hablar del tema, pero realizando una deconstrucción de su figura mediante la reflexión constante sobre ella.


Discusiones en torno al edificio y más allá


De las dos horas que duró la reunión, se destaca el debate abierto entre Lina Botero, representante de la administración del alcalde Federico Gutiérrez y Marta Villa, directora de la Corporación Región, quien cuestionó la poca participación ciudadana en la decisión de qué hacer con el edificio, apreciación que relacionó con el aplazamiento de proyectos como la segunda etapa del Museo Casa de la Memoria, que viene planteándose desde la regencia de Aníbal Gaviria. De acuerdo con Villa, la intervención del edificio en el barrio Santa María de Los Ángeles no hacía parte del Plan de Desarrollo de Medellín, motivo por el cual requirió al gobierno de la ciudad para que se abran las cuentas de los costos totales de esta ejecutoria.


Con respecto a demoler o no demoler el edificio Mónaco, en la discusión surgieron diferentes preguntas como ¿por qué demolerlo justo ahora? ¿Cómo se decidió hacerlo hacerlo?


La directora de la Corporación Región señaló que se trata de un proyecto del alcalde, no de un proyecto colectivo. La Secretaria de Cultura Ciudadana refirió en concepto técnico que calculó en 30 mil millones de pesos las inversiones que requeriría la rehabilitación de la estructura del edificio.


Por su parte, Gilmer Mesa mostró su inconformidad con la decisión de realizar un parque memorial. Para él, la mejor muestra de que Medellín sigue después de Escobar sería dejar la estructura, porque asegura, con respecto a los narcotours, que estos recorridos seguirán mostrando el sitio, aunque ya no esté el edificio.


Para Marta Villa, directora de Región, la demolición crea la ilusión de que la historia es cosa del pasado,: por su parte, la secretaria de Cultura Ciudadana, Lina Botero, consideró que tumbarlo es poner a las víctimas en conversación, un homenaje.


Los debatientes abordaron el tema del simbolismo, lo que representa el edificio Mónaco para la ciudad. Resaltaron que este no es el lugar más significativo del narcotraficante que cambió la historia y la imagen de Medellín. Algunos de ellos coincidieron en que había algo de ironía en realizar un memorial a las víctimas justo en el lugar en donde Escobar fue también víctima de sus rivales.


“El cambio de relatos se logra pidiendo la legalización de las drogas”, apuntó Carlos Mario Gallego, añadiendo que si los estupefacientes hubieran estado legalizados en los años ochenta, no habría existido el Escobar que conocemos, porque lo más probable es que el narcotráfico no hubiera sido un negocio rentable.


El conversatorio concluyó que debemos seguir hablando de Escobar, pero para reflexionar e intentar cambiar la forma en que lo percibimos como ciudad. Para los participantes quedan más preguntas que respuestas sobre el porqué de la demolición: ¿Por qué ahora y no hace treinta años? ¿Faltó participación ciudadana o fue una decisión de Alcalde? ¿Cómo darle voz a las víctimas? Estudiantes, profesores, ciudadanos que asistieron al conversatorio aplaudieron el cierre de la sesión en que se anotó que la discusión debe continuar.


Un periodista, una servidora pública, un escritor, una investigadora social, un humorista, fueron los convocados a responder la pregunta ¿Qué hacemos con Pablo? Foto: Salomé Habib.


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