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  • Juan Manuel Taborda Gómez /

LA MELODÍA DE ARBOLEDA

“Cuando cae la noche ella cubre el mundo, una oscuridad impenetrable...un frío se eleva del suelo y contamina el aire, de repente, la vida tiene un nuevo significado...” Traducción al español de la canción Dunkhelheit de Burzum.

16 de septiembre de 2018, 6:00 am, Juan Camilo Arboleda se preparaba para la vigesimocuarta versión de la Media Maratón de Medellín. A 50 metros de la línea de meta habría sufrido un paro cardiorrespiratorio y varios corredores le ayudaron a finalizar la carrera, pero no pudieron evitar su fallecimiento.


Después de escuchar y leer sobre él, comprendí que un buen disco de Black metal es la metáfora adecuada para la vida de Juan Camilo Arboleda: mística, crítica y compleja por metódica, en medio del caos aparente del Metal. En la academia y la música estuvieron las principales facetas del profesor fallecido en aquella carrera (las circunstancias las detalla una investigación de sus colegas de De la Urbe), y allí se encuentran sus principales legados.




¿Quién era Juan Camilo Arboleda?

Docente e integrante del Comité de Carrera de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Antioquia, y a su vez coordinador del área digital del medio universitario De la urbe, orientaba cursos como Reportería y Redacción IV, fue uno de los principales líderes del proceso de autoevaluación y reacreditación del pregrado de periodismo en alta calidad. Como parte de su labor fue uno de los impulsores del proyecto Periodismo de Hoy, una plataforma para la capacitación de periodistas, que posterior a su puesta en marcha fue financiada por el Ministerio de las TIC.


Junto con su colega y amigo Juan David Alzate, docente de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia y magister en Historia del Arte, Juan Camilo emprendió en 2005 un proyecto tan grande como apasionante para un amante del rock más pesado: contarle a la ciudad por medio de cifras y datos exactos, la historia del metal en Medellín. El interés mutuo por un periodismo musical verídico y auténtico dio como resultado un programa radial llamado Melodías en acero, transmitido por la emisora de la Universidad Nacional.


Con la idea de hacer algo diferente a la que consideraba como una promoción y difusión frecuentemente vanagloriosa del rock, los dos realizadores plantearon con su trabajo que la música debe no solo difundirse sino también analizarse y mirarse con sentido crítico. Así, a finales de 2006 recibieron el reconocimiento a su trabajo con el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar.


Juan David Alzate narra que su relación con Camilo era única y sincera: “Era una relación de corrección constante; para algunos odiosa, pero para mí no, y es que en el fondo ¿uno para qué necesita un amigo? No para que te de la palmadita en la espalda sino para que te muestre el vacío, era una relación de lealtad, soy leal a decirte la verdad”.


Para Juan David, Camilo era un hombre que simple y sencillamente emanaba misterio, un metalero crítico y arraigado a la escuela del Black Metal, una persona seria, enfocada y analítica. El término a utilizar para describir su forma de ser quizá no sería la simpatía; la empatía encajaba a la perfección.


La crítica que Camilo hacía al periodismo cultural y musical era la misma que tenia del periodismo en general: la falta de datos, la adjetivación por ausencia de los mismos. Arboleda planteaba la importancia de la correcta verificación para poder hacer un análisis pertinente de la música. Igualmente comprendía que dentro de este tipo de periodismo había momentos de promoción, pero señalaba que hay muchos mitos sobre el rock en Medellín, relatos que oscurecen el panorama del rock.


Tanto Arboleda como Alzate tuvieron una conexión diferente: “se vuelve tan normal trabajar con él que, por ejemplo, en estos últimos días pensaba ‘yo como hago para trabajar sin este man’, entonces ha sido un volver a nacer y ha sido interesante también porque, aunque parezca una contradicción, había una relación de dependencia, pero también del reconocimiento de las capacidades de cada uno; éramos una maquinita, se fue una de las bielas del motor, pero el motor sigue funcionando”.


Un apartado la tesis de maestría en Estudios Humanísticos que Arboleda presentó en 2013, planteó:

“El metal trabaja con aspectos transgresores, en ocasiones provocadores, frente a los valores convencionales que prevalecen en la sociedad. Pero tal y como lo vivió el rock, el metal trasciende el campo sonoro, expresa también una forma de conocimiento y una historia de apropiación y de disenso. Alrededor de él se ha generado una identidad que bien vale la pena entrar a concebir como una práctica, toda vez que nos permitirá ganar en comprensión al considerar las diversas dimensiones que la componen.”


Al filo del metal

La música siempre fue determinante para la vida de Camilo, como una brújula que lo guiaba por el mundo y sus senderos. En 2007 se creó un proyecto que pretendía unificar el circuito del metal y sus distintas variaciones: Metal Medallo. Jaime Ocampo, líder de la agrupación Athanator fue el gestor y tanto Juan Camilo como Juan David, colaboraron desde Melodías en acero para fomentar estas iniciativas musicales.


Sus preferencias musicales lo llevaron siempre a los rincones más oscuros del metal, un espacio donde se movía a la perfección y su amor por este género llevó a Juan Camilo a experimentar con su propia interpretación de este, como tecladista y posteriormente vocalista de Exordium, una banda de Black Metal formada en el año 2002, inspirada en las diferentes sonoridades nórdicas, que reflejaban sus ideales místicos, oscurantistas y poéticos.


Una reseña del único disco publicado de la banda que se lee en el portal web Rockombia describe: “Mística musical con que se crea y deconstruye el mundo. Poética insana que suprime el valor de toda imagen y palabra para enaltecernos en la tierra de los corderos de dios… lugar de fuego y destrucción”. Por otra parte, el website Metal Archives, repositorio que compila datos y reseñas de bandas de todas las vertientes del Metal en el mundo, enuncia que Juan Camilo Arboleda, dentro de su agrupación, se identificaba con el nombre de Mortizum, alter ego que creó por su afición a los solistas Mortiis y Burzum.


Arboleda era un gran apasionado de la música y de saber cuestionarla, mirar el otro lado de las cosas y confrontarlo era algo que, como académico y como persona, bien se le daba según sus amigos. No expresaba afinidades por algún partido político, pero se oponía a ideales hegemónicos en lo religioso y sociales. Juan David Alzate narra que Camilo se consideraba abiertamente satanista, pero su postura nunca fue religiosa, sino filosófica, aquella que plantea que el hombre es lo suficientemente fuerte para ser sí mismo, y que al fin y al cabo lo más importante siempre será tomar una posición en pro del humanismo.


Por otra parte, como docente, Juan Camilo era visto por sus alumnos como una figura de respeto, temido en ocasiones por su rigurosidad al calificar, pero respetado por cumplir correctamente con la labor de enseñarle al estudiante con claridad, donde tenía su error y cómo podía mejorar.


Así mismo lo describe Raul Osorio Vargas, comunicador social y profesor de la Universidad de Antioquia, colega y amigo, quien dice de Arboleda que era un hombre disciplinado, sistemático, riguroso y comprometido con sus trabajos: “Era un devorador de textos, al tiempo que era un hombre práctico que reflexionaba profundamente en las teorías del conocimiento en el área de comunicación…era muy crítico con respecto a las narrativas que se hacen frente al periodismo”.


Narra Osorio con nostalgia que Camilo era un hombre muy sensible, y que no era fácil romper esa barrera de la confianza con él, mas no por engreído, sino por centrado, asegura el profesor; pero cuando dicha barrera se rompía, Arboleda solía ser una persona muy afectuosa, con un humor extraordinario, único y ácido.


“Yo nunca percibí que fuera radical frente a algo, o tal vez porque él era muy respetuoso sobre las ideologías de los otros, nunca hablamos explícitamente de política, nunca percibí eso de él, era un hombre crítico, nunca le oí un comentario sobre algún candidato o nunca percibí que fuera de izquierda o de derecha. Eso sí, era radical con respecto a la música o al metal; sí sentía que cierto tipo de música le podría parecer absurda, pero no era un hombre odioso en la crítica, era un conocedor”, relata Osorio.


Sobre la pérdida de Camilo, el profesor Raúl Osorio señala: “Es un vacío muy grande y creo que será muy difícil de llenar ese vacío desde el punto de vista intelectual”. Señala que los aportes de Arboleda al estudio de las narrativas periodísticas y al periodismo musical fueron bastante relevantes.


Otras metas

Después de su maestría, Arboleda se encaminó al doctorado en Humanidades en la Universidad EAFIT en 2015. Jorge Iván Bonilla, profesor del Departamento de Comunicaciones de la institución, magister en Comunicación y doctor en Ciencias Humanas y Sociales, había sido profesor de Arboleda mientras realizaba su maestría y se convirtió en el director de su tesis doctoral.


La propuesta se refiere a las narrativas del mal en el periodismo colombiano, una mirada a través de ciertos cronistas reconocidos, en perspectiva de la no ficción y de una manera bastante crítica: la hipótesis de Arboleda es que había más una celebración del escritor netamente por las firmas, que conduce a la deshumanización de las historias.


Como candidato a doctor, Arboleda trabajaba en el asunto desde diciembre de 2017 y, antes de la fecha pactada había entregado el segundo capítulo de sus tesis, con el objetivo de poder adelantar con más tiempo un próximo capítulo y mantenerse un paso adelante de su propio trabajo. El profesor Bonilla había expresado desde un principio a su dirigido lo valioso que sería publicar ese trabajo.


Jorge Iván Bonilla revela que Juan Camilo siempre estaba muy pendiente de las observaciones que se le realizaban en materia de cambios, cada vez que en esa labor recibía referencias de un autor o un referente, no solo lo analizaba, sino que lo reseñaba y lo adaptaba críticamente en su trabajo. “No había que empujarlo, Camilo caminaba solo”, comenta Bonilla sobre lo que considera un disfrute, que le permitió forjar más una relación de colegaje con su dirigido.


“Él era un hombre tranquilo. Cuando lo conocí, lo conocí con su figura de metalero más acentuada. El Camilo que yo conocí en la maestría era un Camilo bastante metalero, el Camilo de hoy era una que, sin dejar de lado ese estilo del metal, estaba más en un tránsito hacia un Camilo académico”, explica Bonilla.


El 16 de septiembre pasado terminó abruptamente un trabajo de aportes a la academia, al crecimiento de la música en Medellín y a la formación de futuros periodistas. Quienes reconocen esa herencia coinciden en que casi todas sus tareas estaban terminadas. Dejar un norte claro para la transformación de un laboratorio de periodismo en su universidad y su propia tesis doctoral, dan fe de ello.


Una figura con el misticismo que rodea a la del profesor Arboleda, la del músico, la del estudioso, le da credibilidad a los que algunos de sus allegados interpretan como mensajes más allá de su existencia, de la pasión y el método que profesaba en las marcas de su cuerpo: hay que saber culminar las cosas, hasta para morir, hay que dejarlo todo preparado. Incluso aquella mañana de septiembre tuvo que atravesar la línea de llegada antes de marcharse tranquilamente, no sin antes verificar el tiempo de carrera en su cronómetro.



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