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Natalia González Vergara / nagover_12@hotmail.com

Un deporte en 3D

Para ella, el agua es existencia, es pasión, es lo “más profundo de su alma”; gracias a los recuerdos de su infancia y trayectoria, el agua pasó a ser su piel, su complemento, ese que ha marcado notablemente su vida y que a diario le evoca sonrisas y triunfos.


Sale de su vivienda, ubicada en el barrio La Floresta, en la carrera 85 # 46 con 35. ¡Sí! Un apartamento, un segundo piso. Ese que está al lado del “Parque La Floresta”, que para ella, “es de los más bonitos que hay en Medellín”.


Los árboles recrean un buen ambiente y paisaje, en compañía de los niños y demás familias que usan dicho espacio, para “mecatear, caminar o pasar la tarde”. Todo es para ella “un paraíso” que puede deleitar por ese ventanal grande, que permite además dejar entrar los rayos de luz a su hogar.


Pero su vista se torna pesada, al recordar dos personajes que le irrumpen su paz: “una señora que tiene alzhéimer, y grita todo el día; y, un niño malcriado que solo vive peleando con su mamá”.

El reloj marca las 7:20 cuando abandona aquel cuadrado verde, de un tono pastel que contrasta con el verde pasto de los árboles. Cruza las calles rápidamente y camina hasta llegar a su segunda casa, esa que alberga un sinfín de historias, aventuras, risas, llantos, exigencias y unas que otras rabietas.


15 minutos dura su recorrido. Ese que mientras lo realiza, lleva bajo su mano derecha dos aletas azules, que ella llama “sus nuevos pies”, y dentro de su mochila negra de ‘Adidas’, reposa toda su “vestimenta o traje” para dar inicio a su fiesta.


Como de costumbre, se sienta con sus compañeros en el suelo de una cafetería, ya en proceso de terminar sus servicios y cerrar; allí en un ‘círculo’, antes de iniciar sus rutinas, comparten sus historias del día. Cotilleos, risas, chismes o “les tengo la primicia” se oyen cruzar constantemente entre ellos. Pero su algarabía termina, cuando ven pasar a su entrenador en pantaloneta de baño, que es ya para ellos, la señal de que ha terminado el “recreo” y es hora de comenzar la función, de recrear su otra vida, y sumergirse en su pasión: el agua.


El rugby subacuático femenino de Colombia ha tenido recientes figuraciones notables en lo internacional. Aquí, la selección sub-21, triunfadora en el Campeonato Nórdico Abierto de Rugby Subacuático de 2015.

Foto: Facebook sub21uwrcolombia.



***

En compañía de las caricias del viento, una gran luna, y el cantar de uno que otro pájaro, que entre la oscuridad no alcanzaba a identificar, me encontraba allí, justo en frente de la ventana. Aún estaba sola; el agua guardaba la calma, y corría por sí sola. Profunda, azul, profunda. Así era, así la observaba, así me sentía. Ansiosa, por ver tal ‘espectáculo’, con la cámara sobre mis manos, esperaba el momento en que comenzaran a aparecer, como ‘pecezuelos’, todos los jugadores.


¡Y vaya! Primera cosa sorprendente: la cancha. 5 de ellos, descendían a la par con una lámina dividida en dos; a ambos lados, una cesta rígida. La acomodaron y esta quedó completamente sumergida.


Inmediatamente, solo veía por la ventana, aletas y más aletas. Estaban posicionándose para comenzar el calentamiento. Aquella agua que en un principio solo era calma, se turbó y ahora se movía al compás de las aletas, y pequeñas burbujas salían del snórkel de cada participante. Duró 20 minutos, y como lo explicaba Jorge Franco, entrenador de la Categoría Sub 21, “se habían trabajado apneas, velocidad y resistencia, con diferentes series de ejercicios que nosotros vamos coordinando, dándoles las respectivas salidas, y, finalmente realizar los juegos-partidos”.

Dos equipos. Dos colores. Azul oscuro o negro y blanco. Así estaban divididos aquella noche cálida de jueves.

***

¿Y quién era ella? ¿Quién era ese número 28?


Una joven. María Camila Henao Marín. Estudiante de segundo semestre de odontología, amante de la música, soñadora, entusiasta y entregada con su familia.


Su historia comenzó aquel 21 de septiembre de 2006, a los 10 años. Pequeña e ingenua, esta chica había iniciado uno de sus grandes anhelos: pertenecer a un grupo de Nado Sincronizado, aquel que ya no era un simple deporte, sino que se había convertido en su más grande pasión.


Día a día, esta joven con su fuerte entrenamiento y dedicación incrementaba su nivel, a tal punto de ser partícipe en grandes competencias, dentro y fuera del país (Bogotá, Cali, Pereira, Perú…), realizando “Solos”, “Equipos” y “Dúos”, de los cuales siempre resultaba triunfante.


Cada oportunidad de crecer la llenaba de gozo y plenitud, pues el esfuerzo que este requería era desmedido; sus entrenamientos diarios sobrepasaban las 6 horas y las rutinas eran complejas. Pese a esto, aquel 20 de marzo de 2012, se vio en la ardua situación de abandonar su sueño, pues las múltiples responsabilidades y cargas estudiantiles, impedían su entrenamiento.


Una en frente de la otra. Ella, siempre con su perspicaz sonrisa, y su mirada profunda. Yo, observando cada detalle y peculiaridad de esta ‘jovencita de 19 años’, que una vida particular tenía. Mientras disfrutábamos de un helado, comenzamos a interactuar y platicar sobre su historia. ¡Sí! sobre su vida, aquella que nunca había planteado mirar, desde afuera. Esa que ahora yo, estaba retratando.


-¿Cuál es el papel qué desempeñas dentro del equipo?- pregunto, observando la pulsera de plata que lleva puesta, y que tiene como dije un delfín.

-Yo soy portera. Desde que entré mi entrenador me perfiló a eso. No creía que fuera capaz, por mi tamaño y mi peso, pero hasta hora me he desempeñado muy bien.

-¿Y por tu experiencia, cuál consideras es la principal fortaleza, o cuál debe ser el perfil de una portera?

-¡Eh…! Bueno… La portera tiene que ser un poco agresiva- deja soltar una pequeña sonrisa, y continúa- la verdad eso a mí, me ha costado bastante, y me ha costado varios regaños, porque eso no hace parte de mi personalidad en la vida cotidiana. Como el deporte es de contacto, tú literalmente le tienes que dar ‘pata’, a todo el que veas que se acerca. Es una actitud más brusca, determinante, fuerte, y de mucha agilidad para girar en el arco.

-¿Y por qué Rugby Subacuático, y no otro deporte?

Mira sus manos, mira a su alrededor, y por variar, deja escapar una sonrisa. Piensa durante un par de segundos, y una vez aclaradas sus ideas, dice

-Cuando estaba en Nado sincronizado, y decidí salirme, me quedé medio año sin hacer nada, intentando buscando otro deporte, porque eso lo tenía muy claro, yo quería seguir con mi disciplina deportiva, pero nada me llamaba la atención. Y decía ‘yo no me puedo quedar sin agua’, pero pensaba: ¿Clavados? No, ya estoy muy grande para eso; Polo, no me llamaba la atención, y rugby al verlo tan diferente, me llamó demasiado la atención. Era algo que yo ni siquiera conocía, y tenía dos conocidos en el deporte que me ayudaron a comenzar, por medio de unos semilleros. Vi que me estaba gustando mucho…

La interrumpo, y lanzo una pregunta de inmediato

-¿Pero… no es un cambio bastante fuerte? ¿De nado a rugby?

-Totalmente. A medida que estaba más inmersa en el deporte, comenzaron a salirme morados en todo el cuerpo, ya la delicadeza del nado sincronizado y toda la parte artística se iba perdiendo. Pero ahí me quedé, seguí intentándolo, hasta llegar al grupo élite, y se ha convertido en una adicción, porque todos los días uno quiere aprender algo nuevo, quiere que lo corrijan, que el entrenador diga ‘muy bien’ o ‘muy mal’, pero que a fin de cuentas, lo importante es seguir intentándolo.

-¿Y cómo fue ese medio año sin estar en tu pasión, en tu medio, tu columna vertebral si así le podemos llamar? ¿Sentías que te faltaba algo?

-Era muy duro, porque como te digo, desde pequeña siempre he tenido esa disciplina. Ese medio año sin hacer nada, yo iba a estudiar, llegaba a casa y ya el tiempo no me rendía en absoluto. Las tareas que hacía en dos horas, ya me demoraba todo el día…Cambia mucho la vida.


***

Este deporte, como lo confirmaba el entrenador, Jorge Franco, “es el único que se juega en las tres dimensiones: largo, ancho y alto”. Estando allí de nuevo, comprendía mejor la dinámica y los rolesde todos estos jóvenes; ya reconocía quién era quién, porteros, guardas, delanteros… Yo podía sentir e imaginar, los roces de las aletas y el agarre con las manos, esa opción que se tenía de quitar el balón, lo hacía un poco brusco. Tanto mujeres como hombres, se encontraban en el terreno de juego. Iban y venían como tiburones en busca de su presa, que era entonces esa pelota color marrón, rellena de solución salina.


Un juego que no solo requiere de entrenamiento bajo el agua, sino también físico. Un entrenamiento de pesas, en el que se trabaja la potencia, la fuerza de los hombros, brazos, piernas y espalda.


“Acá te dicen que no te van a poner bonito, que te van a poner mejor- dice esta joven, mientras juega con sus dedos, y un anillo de gema negra, que desliza suavemente, y vuelve a ubicar en su sitio. Lo ideal sería las 5 veces a la semana, durante una hora. Yo lo he estado haciendo 3 y 4 veces a la semana, pero tengo días en que por el estudio, no puedo hacerlo, entonces vengo un sábado y trato de compensarlo”.


Para el número 28 del equipo, el agua ha sido su vida, su medio de escape, de descanso. Para ella, su deporte, y más que eso, su pasión, es una forma de salir de todo lo cotidiano, de lo que le rodea, de tal vez, alguna preocupación o problema que tenga. Cuando desciende al agua, siente que está en otro mundo, su mundo, en el que se siente en paz, y guarda todo, en lo profundo de su alma.




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