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  • Miguel Bernal / miguelberc@hotmail.com

“Hacer siempre lo que te hace feliz”

Santiago Cardona es un joven músico y estudiante de Mercadeo que cumplió el sueño de muchos jóvenes: parar sus estudios y viajar por toda Europa, parte de América, Asia y Medio oriente. Esta entrevista recoge algunas experiencias y las lecciones que se derivan de ellas. Esta es la primera entrega de una serie que hemos denominado Rumbos de esta generación, periodismo sobre viajes que habla de los jóvenes de este mundo y esta época.

A pesar del cielo nuboso y grisáceo, me encontré un sábado en la mañana montando en bicicleta con Santiago Cardona en la Universidad Eafit, donde él cursa su sexto semestre de mercadeo. Lo primero que me sugiere entre risas: “monte tranquilo que aquí es como en Dinamarca, no dicen nada”. La seguridad de su comentario nace de su confianza natural, su extraordinaria habilidad empática y el año que pasó viajando.

Su historia fue famosa entre sus amigos y conocidos que se fascinaban y envidiaban con las fotografías que subía a sus redes sociales y los relatos que llegó contando. Además, el resto de la ciudad también conoció su historia, pero por otro motivo.

El viaje lo habían iniciado juntos tres amigos, teniendo en cuenta que estando en Europa cada uno tomaría su propio rumbo. Uno de estos, Daniel Uribe, se extravió mientras pasaba por Israel. La noticia transitó tanto por los medios de comunicación locales y nacionales que no hubo joven en Medellín que no se enterara de la noticia. Las teorías conspirativas, los chismes y las suposiciones erróneas no se hicieron esperar y finalmente todo logró resolverse.

Sin embargo, nada de eso hace parte de la conversación que tuve con Santiago durante las dos horas que me resumió entre sonrisas sus anécdotas, las herramientas que usó, los desafíos y los aprendizajes que él mismo tuvo en su envidiable experiencia personal.

Antes del viaje

La idea de irse por Europa empezó seis meses antes, cuando Santiago representó a su universidad en un congreso internacional efectuado en Argentina. El desafío de superar las cuatro etapas, conseguir el apoyo e imponerse a contrincantes de todo el mundo le dio una satisfacción que hasta el momento no había encontrado en Medellín. Desde allí viajó a Uruguay y durante toda esa experiencia se dio cuenta que la juventud conllevaba una energía, unas ganas de conocer y una capacidad de asombro que nunca se repetirían. Se dio cuenta que debía viajar y debía hacerlo en el menor tiempo posible.

Su primera idea fue viajar a México, luego pensó en conseguir un intercambio pasajero en Egipto. Finalmente, por facilidad y economía se decidió por Europa con todo lo que implicaba.

Junto con sus amigos María del Mar y Daniel Uribe se dio a la tarea de planear un viaje de mochileros por toda Europa con la intención final de que cada uno fuera por su propia cuenta. Era más fácil que cada quien utilizara sus habilidades para su beneficio además, las dormidas, los empleos, así como los intereses podían crear discusiones y discordias que prefirieron ahorrarse.

Algunas de las páginas que utilizaron para planear su viaje y que Santiago recomienda para cualquier viajero novato son las que ofrecen voluntariados Workaway, o la propia plataforma de AIESEC que es conocida por ser una de las organizaciones juveniles internacionales más grandes del mundo. También recomienda plaftaformas como las de couchsurfing, pero advierte que la fama de esta página a veces es un poco exagerada y que se debe tener en cuenta más en las ciudades pequeñas, o en los pueblos, pues en ciudades como París o Roma es casi imposible encontrar quien te reciba.

Mientras Santiago y sus amigos estaban planeando, cada uno hizo tuvo la conversación con los padres para informarles del viaje y pedir recursos. En el caso de Santiago fue muy fácil pues sus padres siempre le han dicho que haga lo que le haga feliz, aunque no le dieron el dinero del semestre para su viaje y él tuvo que “partirse el lomo trabajando” para ahorrar en seis meses los quince millones que necesitaba. Dobló voces, hizo locución, consultoría en mercadeo, vendió dulces, su propia moto y el pedal de su guitarra; dio clases de lo que fuera, trabajó en logística y naturalmente evitó salir los fines de semana. Según Santiago, esto último fue lo que más lo ayudó.

Su primera inversión, además de los pasajes, fueron un Macbook, un celular y una cámara Nikon, ropa especial, un buen morral que lo dejaron con once millones. Sin embargo, Santiago se puso como meta con volver con dos millones de pesos como mínimo para poder recuperar la moto que necesitaría para moverse por la ciudad a su regreso.

Primera parada España

— En los primeros quince días se me fueron millón y medio y empezó el juego—dice Santiago riendo. —Llegamos a Madrid y me gustó muchísimo. Fuimos a Toledo, Barcelona…

Lo interrumpo para hacerle una pregunta crucial que ha causado tantos debates como el fútbol, la religión, o los diálogos de paz en la Habana:

— ¿Madrid o Barcelona?

— Madrid, Madrid, Madrid siempre.

— Yo también prefiero Madrid —le digo entre risas de victoria— pero la gente siempre dice Barcelona.

— No, ¿qué es eso?, nada que ver. Es como en Rusia. A mí Moscú me pareció la tapa y todo el mundo dice San Petersburgo. No sé, usted sabe que a todo el mundo le gusta mucho el relajo o el turismo de lujo y a mí me interesa más una ciudad con más contenido. Eso es algo que aprendí en el viaje, las ciudades tienen mucho más que el disfrute.

Durante la estancia en España Santiago, María del Mar y Daniel seguían juntos, no trabajaban y eran muy desorganizados, “muy primíparos”: pasaban días enteros durmiendo, o días sin dormir, gastaban mucho. Pero también fueron dos semanas que aprovecharon para visitar amigos de Medellín que estaban estudiando allá.

Hungría

Después de España, cada uno tomó su propio rumbo y Santiago se fue en avión hasta Budapest, donde permaneció nueve semanas. Allí empezó a trabajar dando clases de inglés en el colegio Szént István Gimnazium mientras recibía aprendía húngaro. En este punto empieza a explicar que el húngaro es una lengua muy difícil, “las letras de pronto las aprende, pero la fonética es muy difícil. Llevo estudiando música toda mi vida y me demoré quince días en coger el alfabeto, o sea quince días cogiendo un sonido. Eso es muy difícil”.

El contacto con el colegio lo hizo por medio de AIESEC y ya ellos le consiguieron la estadía. Se quedaba con alumnos y pudo recorrer la ciudad con ellos usando el que para él es el mejor sistema de transportes del mundo: bus, metro, tranvía, funicular, bote, trolebús, todo, todo.

Aunque Santiago quedó completamente enamorado de Budapest y viviría allí sin pensarlo, hay varias cosas que no le gustaron como la esperanza de vida que es muy bajita: setenta y cinco años, o la alimentación que es muy mala: a base de agua, pan y grasas exageradas en carnes y quesos. Pero también me aclara que esa dieta la conoció por la familia que lo adoptó al principio; porque después en el colegio conoció una novia, hija de alguien al quien Santiago describió como el "Rafael Novoa húngaro", y se dio cuenta que no todas las dietas eran tan precarias.

En Hungría, Santiago hizo lo que en su opinión es el mejor método para viajar: establecerse en un lugar, trabajar y de ahí ir saliendo cada fin de semana a conocer, teniendo siempre un sitio a dónde volver y pudiendo planear bien las cosas y evitarse así el encarte de las maletas, solo llevar lo indispensable.

De esa forma conoció Republica Checa, Alemania, Eslovaquia, Eslovenia, Austria y todos los países que quedaban por ese sector. De esos, solo en Polonia se sintió inseguro: “mucho turismo sexual, drogas, plazas de vicio y peligro. No es tanto como Medellín, pero igual me dio miedo”.

Se iba en bus, en avión o utilizando páginas donde los usuarios utilizan sus vehículos como colectivos para viajar de un sitio a otro tipo: “voy para tal ciudad, tengo tanto espacio en mi coche y cobro tanto”. Así pudo practicar muchos idiomas hablando con la gente del carro por largas jornadas, esta forma de viajar sobretodo le sirvió para entender el italiano.

Las relaciones

— ¿Por qué no te fuiste para Suiza?

— Ya lo tenía todo, tenía quién me recibiera: una caleña hermosa que estaba de embajadora de la ONU allá con 23 años y que me daba todas las garantías, pero cuando ella me dijo yo iba para Florencia y después para Roma, Venecia y entonces no hubo forma. Después ella me dijo que la recibiera en Budapest, pero yo allá estaba con Fruzsi Scherer (nombre inentendible con acento húngaro). No la podía recibir.

— ¿Cómo era la relación con las europeas?, ¿es verdad el mito de que son más relajadas?

— Uf, qué diferencia: cada quien paga lo suyo, no hay que llevarla, a mí me encantó eso.

— ¿Y para estar con ellas?

— Más difíciles.

— ¿Sí?

— Más difíciles y más fáciles. Ser novios es muy difícil. O sea, si te presentan a los papás, estás hecho. A ellas les impresiona mucho la inteligencia; en cambio la plata no hace la diferencia.

San Petersburgo, “ la ventana de Rusia hacia el mundo occidental"

De Hungría, Santiago voló a San Petersburgo donde se estableció casi doce semanas. Dice que ama la ciudad, aunque prefiere a Moscú. Para él, la capital rusa es la meca económica, el colmo de la excentricidad, según dice haciendo la salvedad de que no conoce a Nueva York. Dice que los rusos petroleros son el colmo: “todos los carros del mundo, todas las tiendas, el lujo, el billete, en Moscú hay mucho billete”. Santiago no logró conocer tanto en Rusia, se concentró más que nada en las dos ciudades principales porque es un país y las distancias son enormes.

La fotografía fue uno de los principales pasatiempos de Santiago Cardona durante sus correrías.

El ruso es el idioma que más le gustó. Mientras lo aprendía, daba clases de inglés e introducción al mercadeo. Logró machacar el idioma, pues no hablaba tanto en inglés como uno pudiera pensar. Según Santiago, la clave para aprender una lengua es desarrollar el oído y la gramática, lo otro se puede conocer por Internet.

Después de Rusia se dedicó a viajar por el norte de Europa: Finlandia, Lituania, Estonia y los exsoviéticos. No visitó Ucrania, aunque tenía dónde llegar y es un país barato, porque estaba en furor la guerra. A respecto de eso le pregunté sobre la imagen de Putin y me dijo que se parecía a la de Uribe, había quienes lo querían y quienes lo odiaban, pero que se diferenciaban en que todos sin excepción admitían que el tipo es un teso.

Israel y los judíos

— Fui a Israel y me quedé en un hotel cocinando. Llegué en avión desde Polonia y me quedé veintitrés días.

— ¿No fuiste a un kibutz?

— No, no, Israel no me gustó.

— ¿No?, ¿por qué?

— No me la llevé con los judíos. No sé si sea por la religión, pero ellos son muy avaros y yo no me la llevo con la gente que se va a pelear por un peso. Eso ya es peye. Ni los rusos que son los más fríos del mundo.

Para Santiago Israel es muy caro. No visitó los países fronterizos por las situaciones de conflicto en que estaban, o porque eran muy costosos. E incluso así, Jerusalén le pareció igual de caro que París.

Sin embargo, reconoce que los judíos no ortodoxos, que eran minoría, le cayeron muy bien y que esos eran los que mejor acogían a los extranjeros. Había mucho latino en Israel, dice. Ese fue el punto del viaje donde vio más colombianos. Su teoría es que se parecía más a Colombia: basuras en las calles, ruido, codicia con el dinero..., explicó.

Abandonó Israel para hacer un eurotrip por la parte central del continente: Francia, Bélgica, Holanda, entre otros. Se lo pudo costear con unos ahorros que le quedaron de Rusia y Hungría, porque en los dos países no gastó casi nada. Su peor experiencia en Europa occidental fue en Ámsterdam, donde le robaron la maleta con la cámara, le quedaron mal con el hotel y por ello estuvo tres días sin poder dormir. Pero con ayuda de Maria del Mar y Daniel pudo organizarse y seguir con su viaje, aun sin su maleta.

Turquía

Finalmente se despidió de Europa y llegó a Turquía, se quedó tres meses: un mes en Estambul y otros dos en una granja en Hendek, cuidando a unos niños y enseñándoles inglés por seiscientos dólares al mes. Encontró el trabajo por Internet, fue y aplicó. No tuvo que hablar casi inglés y aprendió a defenderse en turco y conoció de primera mano a los musulmanes.

“Turquía es la tapa del frasco. Espectacular, la estructura, la gente, las mezquitas, la comida, los bazares, todo tan único... Estambul es la única ciudad, en turismo, que yo repetiría toda la vida”. Las mezquitas fue lo que más le impresionó, sintió que era una religión más personal con Dios. Le gustó mucho y al momento de la entrevista llevaba el rosario musulmán, se sintió muy identificado y de momento se considera más inmerso en esa religión que en la cristiana.Durante los dos meses en la granja pudo pasar una experiencia muy familiar, de mucha tranquilidad y reflexión espiritual. Hacía trabajos en el campo lo que le ayudó a tonificar su cuerpo. Pero, a pesar de sentir eso, para ese momento Santiago ya estaba extenuado física y mentalmente. La capacidad de asombro se estaba perdiendo igual que la energía y el gusto a lo que estaba haciendo.

Suramérica

En un vuelo de veinte horas llegó a Brasil. No le gustó mucho por la comida. Trabajó dos meses en un asilo y terminó de perfeccionar su portugués, al que ya considera su tercer idioma. Le pareció que era un país con muchas culturas, muy fuertes todas “es un continente allí dentro”.

Después voló a Bolivia donde estuvo cuatro días y quedó fascinado por la belleza, por la gente, por lo económico y por la buena logística turística. Lo mismo Perú, que fue su siguiente destino. Allí conoció Arequipa e hizo algunos tures, pero no conoció Machupichu. Llegó hasta Lima y de ahí tomó un vuelo a Colombia.

— ¿Y al llegar cómo lo sentiste todo?

— Una mierda. Todo lo de la familia, la comida y eso me gustaba mucho. Pero con la gente fue muy duro. Los paisas tienen una mentalidad muy ventajosa y la gente dice cosas como "qué miedo los musulmanes con las bombas" y yo a ellos los defiendo ante el que sea, porque viví con ellos y sé cómo son y me parece que son mejores que todas las culturas. El corazón más limpio es el de ellos. Además, muchos de los que me preguntaban por el viaje solo piensan en rumba y en viejas y eso me la volaba. Conocí 10 000 culturas y religiones y lo único que me preguntaban era por las mujeres.

¿Qué se aprendió?

De todo su viaje, Santiago dice que sacó tres grandes enseñanzas:

  1. "Hacer siempre lo que te hace feliz. Si uno hace lo que lo hace feliz lo va a hacer mucho y de hacerlo tanto se va a volver indispensable. Por perseguir tus sueños no vas a ser pobre, esa es una percepción colombiana".

  2. "Dios existe. Definitivamente, y te lo dice la persona que era más atea del mundo. Es que me tocaron unas coincidencias o unas cosas que de lo raras o imposibles no podían pasar. Con todo me pasaba así y lo espiritual me fue saliendo solito. No soy de ninguna religión, pero estoy más seguro que nunca, más seguro que mi mamá, que Dios existe".

  3. "Querer es poder. La plata está hecha y cuando uno quiere con todas sus fuerzas el universo conspira a tu favor".

Santiago concluye que imposible escoger un país como favorito pero que, siguiendo las etapas de la vida como turista, estudiante y residente, diría que en el primer tipo están Turquía y Rusia, en el segundo Francia, Italia y Holanda y en el tercero Dinamarca y Hungría.

Después de esto, me confesó que tenía pensado volver a Hungría este año, conocer los países balcánicos. También más adelante regresar a Rusia y también conocer China. De repente, se despidió apurado y salió a toda velocidad en su bicicleta porque corría el riesgo de llegar tarde a una reunión.

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