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  • OPINIÓN. Juliana Gil Gutiérrez /

MOVERSE PARA QUE EL AGUA FLUYA



Los discursos de la contaminación, la sequía y El Niño se están volviendo paisaje. De tantos hechos lamentables que se muestran en los medios alrededor de la escasez de agua y las muertes asociadas a la sed de algunos, los otros, en su mayoría citadinos —quienes aún tenemos la dicha de abrir la llave y ver fluir el líquido sin mayor misterio— quedamos en una etérea frontera entre sentir pesar y ser un sujeto pasivo o actuar y ser activos ante la sed del mundo. Sin embargo, actuar desde el hogar se queda corto.


El problema del agua trasciende los usos domésticos y estos, al tiempo, lo empeoran. Discursos tradicionales como cerrar la llave al cepillarse los dientes, tomar duchas rápidas, reutilizar el agua de la lavadora y evitar consumos innecesarios son aptos, pero insuficientes. No se trata solo de ahorrar el líquido en casa, a pequeña escala, sino de optimizar su uso y cuidar el recurso en otros usos como el pecuario, agrícola, industrial, recreativo y minero: a gran escala.


Entre estos, quizá los más preocupantes son los asociados a la contaminación. A principios de febrero, un grupo de organizaciones del Chocó denunciaron que en los últimos dos años 37 niños fallecieron por consumir agua contaminada con mercurio (usado para la minería). ¿De qué sirve cerrar la llave y guardar el recurso para el uso humano cuando otros se encargan de contaminarlo y, literalmente, asesinar a las personas para quienes se pretende conservarlo?


Por otro lado, empresas del Estado como Ecopetrol también son responsables de que este recurso natural pierda su calidad. El 4 de febrero de este año, por ponencia del magistrado Alberto Rojas, la Corte Constitucional ordenó la suspensión temporal de la explotación de pozos petroleros en Orito (Putumayo) por, entre otras razones, la alteración de las fuentes de agua y el manejo indebido de residuos tóxicos durante su labor. La suspensión tiene vigencia hasta que la organización llegue a acuerdos con la comunidad indígena Awá, quienes están en la zona desde 1960 y han defendido su territorio y los recursos que hay en él.


Son mayores las afectaciones hechas a gran escala que los daños a pequeña escala. Entonces, ¿debemos ser sujetos pasivos o activos ante los problemas asociados al agua? Pues bien, actuar es muestra de responsabilidad social y sentido de lo humano, pero es el momento de hacerlo desde contextos “pequeños” para que en los grandes se haga justicia con un recurso natural que es de todos.

Ya conocemos las responsabilidades, llegó el momento de tomar responsabilidades: respetar el agua y movilizarse en la esfera pública en busca de justicia y regulaciones en su uso.


Texto publicado en la edición 52 de Contexto.

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