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  • OPINIÓN. Evelyn Zuluaga Quiceno /

¿PAZ O VENGANZA?


Evelyn Zuluaga Quiceno

A los colombianos nos mueven las pasiones. Preferimos saber que un delincuente sufrió su castigo, mientras por dentro algo en el corazón arde, en vez de hacerlo reparar los daños a las víctimas para que el daño no se repita. Por eso nos cuesta tanto entender la justicia transicional que se propone en La Habana. ¿No sería mejor que los guerrilleros estuvieran reconstruyendo los pueblos que destrozaron en vez de estar encerrados haciendo “nada” en una celda?


La justicia penal convencional (retributiva) plantea que el delito es una lesión de una norma jurídica en donde la víctima principal es el Estado y con la privación de libertad es suficiente para atender el problema. Pero debemos entender que en el Proceso de Paz se les está dando prioridad a las víctimas del conflicto y para construir paz es mucho más lógico utilizar justicia restaurativa, donde los guerrilleros deben cumplir sus penas haciendo trabajos que beneficien a la persona o a la comunidad que damnificaron.


Este tipo de justicia tiene una tasa de reincidencia del 30 %, muy inferior al 70 % de la justicia convencional, según la experiencia de varios países que la han aplicado, ya que permite el reingreso de los guerrilleros a la sociedad como personas cooperadoras y productivas, sabiendo hacer algo más que solo llevar un fusil. Esto no significa reemplazar por medidas más ligeras y beneficiosas para los criminales, sino implantar una justicia que mire al futuro y no al pasado.


Para construir un nuevo país donde la paz sea duradera, la justicia transicional debe atender las demandas de verdad, reparación, justicia y garantías de no repetición, pero sobre todo lograr que los ciudadanos acepten la reconciliación con los actores armados y que estos estén dispuestos a reparar, aunque sea simbólicamente, las heridas de miles de víctimas. Ya hemos visto cómo las FARC ha comenzado su tarea con el histórico encuentro en Bojayá, Chocó, donde se reunieron con los sobrevivientes de la masacre que tuvo lugar en mayo de 2002 para pedir que algún día fueran perdonados.


Pronto los colombianos tendrán la voz para decidir si aceptan las condiciones que propone el acuerdo, y aunque todavía no se tiene claro el mecanismo con el que se va a refrendar la paz, la sociedad entera debe empezar a reflexionar si quiere construir una paz duradera en el tiempo o continuar con la perpetuación de las venganzas que han hecho desangrar al país por décadas.


Texto publicado en la edición 52 de Contexto.

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