“YO SOY PORQUE NOSOTROS SOMOS”
Daniela Maturana llegó al Concejo de Medellín como parte del hito que significó el triunfo del movimiento Creemos en las elecciones locales de 2015. Ser hija del reconocido técnico de fútbol es la faceta más desconocida de esta mujer que debutó como concejal siendo elegida presidenta de esa corporación. Rasgos de este rostro de la nueva política de Medellín.
Una tarea escolar pedía mostrar mediante la práctica lo aprendido. Cuando la profesora Vicky Jaramillo propuso una actividad que permitiera conocer los mecanismos de participación y la Constitución colombiana mediante el desarrollo de una campaña política, la estudiante Daniela Maturana asumió a fondo el ejercicio político cuando representó al candidato a la Alcaldía de Medellín que le tocó en suerte: Sergio Naranjo. En la clase Daniela triunfó, pero en las urnas el postulante no ganó.
Esta no sería la primera vez que la estudiante participara en su colegio de demostraciones democráticas. Ya había sido representante de los estudiantes en octavo grado y en su último año desarrolló Independent Project, una iniciativa que consistía en practicar lo que se quería estudiar. Daniela, amante de la moda, creía que su camino era una escuela de diseño en Italia o París, pero un libro, Los niños de la guerra, recomendado por la profesora Jaramillo, giró su proyecto hacia el área del Derecho y las Ciencias Políticas. Fue así como desarrolló una propuesta que consistía en crear ciclos de capacitaciones para que la empresa privada fuera un actor principal en la reintegración de los desmovilizados para convertirlos en agentes de cambio.
De este modo, Daniela consolidó su gusto por la política, a la que define como el arte de servir, el estudio de toma de decisiones, el estudio del poder y la capacidad de analizar las decisiones que toman los ciudadanos para proponer acciones que ayuden a desarrollarlas.
Daniela, se describe como una mujer apasionada, sociable, conversadora, familiar, amiguera, para la que el ser humano y las personas son todo. Amante de la moda, le gusta viajar, leer, estudiar y siempre se muestra sonriente. Para sus amigos, ella es una persona pausada, tranquila, paciente, que siempre tiene la mejor cara para las personas, participativa, que entiende el valor de lo público y el valor del politólogo en la sociedad.
De la gran admiración y respeto que siente por su padre, heredó el gusto por el fútbol y siempre muestra su decidida afición por el Atlético Nacional. Los consejos de Francisco Maturana son algo que ella llama “sabiduría pura”. Siempre ha estado orgullosa de él, aunque tengan personalidades diferentes: el silencio característico del técnico contrasta con la espontaneidad de su hija. Ella le agradece que la hubiera orientado hasta entender que la educación y el balón son elementos que ayudan al cambio social, y que el reconocimiento que él se ganó por dirigir equipos de futbol nacionales e internacionales no podría ser usado en su beneficio: le enseñó a emprender su camino por sus propios medios.
Francisco recuerda el momento en que Daniela le expresó sus ganas de estudiar Ciencias Políticas. Él, intrigado, indagó sobre su gusto, y de ella obtuvo la respuesta que le afirmó que estaba bien encaminada: “papá, política es todo”. Sin pensarlo dos veces, se convenció de que ella nació para eso y que con cada experiencia y práctica se fue encaminado para llegar hasta donde está hoy.
Durante la campaña política para el Concejo de Medellín, el profesor Francisco Maturana se mantuvo alejado porque no quería quitarle protagonismo a Daniela. Ella estaba en su momento y si el intervenía podía desviar los intereses del público, así que opto por estar al margen y solo acompañarla cuando fuera necesario. Para él, su hija es una persona que va construyendo su camino en coherencia con su sensibilidad, y que fortalece a todos a su alrededor.
El trabajo de grado que Daniela hizo como estudiante de EAFIT se enfocó en cómo comunicar lo político rescatando el contacto con la gente cara a cara y cómo las redes sociales estaban sirviendo de plataforma para ello. De ese modo echaba las bases de su carrera. Posteriormente, en la misma universidad se especializó en Comunicación Política, enfocada en su gusto por el mercadeo político.
Después de graduarse, intentó crear una empresa de asesoría en marketing político, promocionó a Medellín durante tres años en diferentes eventos internacionales y en 2014, faltando un año para las elecciones, decidió presentarse como candidata para el Concejo de Medellín, respaldada por su padre y Federico Gutiérrez, a quien había conocido hace algunos años y apoyado en su trayectoria política.
Daniela se unió al movimiento Creemos, caminó y conoció la ciudad, sus problemáticas, sus potencialidades y sus adversidades; necesitaba entenderlas para poder proponer un plan de desarrollo acorde. Disfrutó cada contacto con la gente, cada experiencia, y adsorbió las enseñanzas que le dejaba cada camino. Después de la muerte de su madre, su preocupación no era ganar o perder sino aprender, porque lo que más añoraba era entrar al ejercicio de lo público para mostrar que juventud no es sinónimo de inexperiencia, que las personas deben darse permiso a cometer errores y rodearse incluso de personas “mejores que uno” para formar un equipo de trabajo.
La candidata obtuvo su curul en el Concejo y debutó como la presidenta: toda una experiencia para alguien menor de 30 años que nunca había tenido un cargo público. Cuando habla de ello, Daniela afirma que defiende y cuida los recursos públicos porque son sagrados, cree ciegamente en el proceso de paz y tiene cuatro pilares que le ayudan a llevar su paso por el Concejo: primero el ser humano, no tomarse nada personal, darse el permiso a equivocarse y Medellín por encima de todo.
Esa inspiración en lo que hace es el legado que Daniela espera dejar para la ciudad. “Ubunto. Yo soy porque nosotros somos”. Es la explicación que Daniela tiene para un tatuaje hecho en tinta negra y puesto en uno de sus brazos. Inicialmente era por su familia, pero ahora ella suma a Medellín. Según ella, allí solo están representados sus votantes sino cada persona de la ciudad a la que ella propone el deporte y la educación como plataforma para crear y desarrollar su proyecto de vida.